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El pecado en el Jesús aprendido y en el Jesús que vamos descubriendo.. -- Manolo González

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Somos Iglesia Andalucía

En la Iglesia tenemos un gozne alrededor del cual gira todo: Dios, Jesús. la Iglesia, los sacramentos, la teología, la moral, la pastoral, la escatología, la liturgia… todo gira de forma obsesiva en torno el pecado. Todos los que nos apasionamos buscando la validez del cristianismo en pleno siglo XXI, tropezamos con la necesidad de tener que desprendernos, ante la enseñanza del pecado que se nos ha transmitido, del lastre de toda una vida recibiendo a la figura de Jesús “como un aprendizaje más”, entre toda nuestra formación de cultura occidental.

Este conocimiento nos venía dado desde una Iglesia instalada en el poder absoluto y destilando,fundamentalmente, doctrinas, leyes, control de conciencias, y en definitiva, miedos e hipocresía. De esta etapa podemos constatar cómo, todos los que pertenecemos a la llamada “cristiandad,” el pecado tal como lo hemos vivido nos ha llevado a asimilar un Dios deformado, un Jesús deformado y una Iglesia deformada

El Dios “aprendido“ es Justiciero-Vengativo (castiga en vida o después de la muerte) Es un Absoluto inaccesible y lejano. Es un Poder situado “en frente de ti” a quien hay que adorar.

El Jesús “aprendido” es un misterioso hombre, distinto de los demás. Es un Dios, disfrazado de hombre, con poderes de mago. Es un hombre predestinado para sufrir, morir y pagar una deuda de todos, con lo cual su vida real se torna distante.

La Iglesia recibida es “El brazo derecho de Dios” (único camino de acceso a Él) Es una Administración total para las vidas de los fieles (diciéndoles lo que hay que creer, lo que hay que hacer, lo que hay que pensar, desear…Con el mayor de los poderes posibles ya que actúa en el interior de las conciencias de cada persona)

La consecuencia, de todas estas deformaciones, tal como seguramente habremos experimentado, ha sido la conciencia de pecado, vivida en muchos casos como un horror y castración para el equilibrio psicológico de tantas personas.

El paso del Jesús aprendido al Jesús que vamos descubriendo nos acerca de verdad al Evangelio, a la Buena Noticia de que el mundo, los seres humanos son cosa nuestra. El Jesús que descubrimos nos lleva a un Jesús de Nazaret que es inmanente a la “Creación” y a nosotros mismos, de manera que nuestra espiritualidad pasa exclusivamente por nuestra profundización y crecimiento en humanidad.

Así fue Jesús y, por eso, se distanció de los religiosos. Para Él no había una parcela de Dios fuera de las personas que sufren y que anhelan soluciones y consuelo. El “papel” de Dios en la sociedad que vivimos hoy, lo tenemos que aportar nosotros, los que creemos de verdad que “en Él vivimos, nos movemos y somos.” Por consiguiente, ¿Cuál será y por qué, mi contrición ahora?, ¿De qué pediré perdón? ¿Quién perdonará mis pecados?¿Cómo haré penitencia para el reencuentro con el Padre?.

Las respuestas vienen de la mano: ¡Ahí están, esperándome, los más pobres para asomarme a su mundo, siquiera para conocerlo! ¡Ahí están cantidad de personas, en grupos sociales y comunidades cristianas empleándose en lo que pueden! Mi pecado ahora ya no tiene una dimensión vertical. Ya no me aterroriza. Ya no tengo miedo por “haber ofendido a Dios.” Ya no necesito de un ministro que me lo perdone. Ahora, mi pecado, lo siento como una pena y una tristeza, por mi falta de generosidad hacia esas caras que me están mirando esperando lo que no les doy o, lo que es peor, heridas por mi ofensa.

Así pues, el pecado, desde el descubrimiento y la interiorización de los valores que predicó Jesús, no desaparece, sino que, por el contrario, se convierte en algo inseparable para todo aquel que ha entendido que su máxima realización personal pasa por su disponibilidad para con los que lo necesiten y, sin embargo, nunca se sentirá satisfecho con su ofrecimiento. Esta cruda realidad sostiene, paradójicamente, la actitud permanente de humildad que elimina todo vestigio de temor, propio de una concepción de pecado que debemos tener superada.

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