Benedicto XVI cumplió ayer el último gesto previsto, por el momento, en la estrategia vaticana para restablecer el orden tras los problemas que ha acarreado el discurso del Papa en Ratisbona, y de eso hace ya dos semanas. Tras haber explicado hasta tres veces que no quiso ofender a nadie, Ratzinger pasó ayer al terreno de los hechos y recibió a 22 diplomáticos de países musulmanes adscritos a la Santa Sede y a una veintena de líderes islámicos italianos en su residencia de Castelgandolfo, donde aún vive hasta el 3 de octubre. Fue eso, una recepción, y de menos de una hora, no una reunión, porque el Papa presidió el acto desde un trono y no se contempló ninguna intervención de los invitados, que se limitaron a escuchar lo que el Pontífice tenía que decirles.
Sólo habló Benedicto XVI, en francés, aparte de un breve saludo del cardenal Paul Pouppard, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. El Papa, recibido con un aplauso, repitió más o menos lo que ha venido diciendo estos días: expresó su «profundo respeto» por los musulmanes y la necesidad de que ambas religiones dialoguen y «trabajen juntas»; pero al mismo tiempo, insistió en que la base debe ser «el conocimiento recíproco, cada vez más auténtico, asumiendo y respetando las diferencias». En concreto, subrayó la importancia de la libertad religiosa, pensando siempre en las dificultades de las comunidades cristianas en países de mayoría musulmana. Además, Ratzinger citó hasta dos veces a Juan Pablo II, añorado ahora por el islam como campeón del diálogo, para dar a entender que la línea del Vaticano es de continuidad.
Al final, todos se hicieron una foto de familia, imagen definitiva que debería enterrar por fin la famosa polémica. La fotografía más buscada para transmitir al mundo esta simbólica reconciliación era la del saludo del Papa al embajador de Kuwait, porque a efectos de imagen, que era de lo que se trataba, resulta que era el único vestido de forma tradicional. Entre los diplomáticos estaban representantes de Irán, Irak, Pakistán, Turquía y Siria, entre otros. Sólo faltó Sudán. Las declaraciones de los asistentes a la salida daban a entender que el caso quedaba cerrado. No obstante, es de rigor volver la mirada a la cadena Al Yazira para ver cómo lo percibirá el mundo islámico: retransmitió el discurso en directo y lo subtituló en árabe gracias a una traducción previa en esta lengua, cortesía poco habitual de la Santa Sede.
El ‘Osservatore Romano’, diario oficial del Vaticano, también salió por la tarde con una versión en árabe del discurso del Pontífice, hecho insólito que sucede por segunda vez en esta crisis.
No obstante, el mensaje que lanzaron tanto Al Yazira como la otra gran cadena árabe, Al Arabiya, fue el mismo de estos días: el Papa sigue sin excusarse. Probablemente, la disputa se quedará así.