El Papa no dona órganos -- Íñigo Domínguez

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El motivo del cambio de decisión podría estar en la necesidad de conservar íntegro su cuerpo para futuras reliquias
El Vaticano desvela que Ratzinger anuló su tarjeta de donante al ser elegido
El Vaticano se ha visto obligado a precisar un aspecto curioso de la figura del Papa: desde el momento de su elección se consideró conveniente que deje de ser donante de órganos.

Frente al altruismo del gesto de donar, defendido por el propio Benedicto XVI y la doctrina católica, esta decisión se basaría en la necesidad de conservar íntegro su cuerpo y, quizá, futuras reliquias. Esta sorprendente controversia ha surgido en la prensa alemana a raíz de que un médico católico, Gero Winkelmann, de Munich, señalara en una campaña a favor de la donación de órganos que Ratzinger tenía la tarjeta de donante.

Por esa razón, algunos diarios apuntaron que, tras su muerte, Benedicto XVI podría donar sus órganos. «Si es verdad que el Papa posee la tarjeta de donante, también es verdad que, contrariamente a algunas afirmaciones públicas, con la elección del cardenal Ratzinger como jefe de la Iglesia católica, ipso facto ha quedado obsoleta», ha puntualizado en una carta el secretario de Benedicto XVI, Georg Gaenswein, según ha informado Radio Vaticana en su boletín en lengua alemana.

En efecto, Joseph Ratzinger reveló a la prensa en 1999 que se había hecho donante, pues consideraba la cesión de órganos «un acto gratuito de afecto» y que significa «dar vida a un verdadero, profundo acto de amor por el prójimo». Y ya siendo pontífice, en 2008, volvió a ensalzar esta práctica como «una forma peculiar de testimonio de la caridad». «En un periodo como el nuestro, a menudo marcado por distintas formas de egoísmo, es cada vez más urgente comprender que es determinante entrar en la lógica de la gratuidad para una correcta concepción de la vida», dijo a los participantes de un congreso internacional de trasplantes. Evidentemente, en su caso y con su cargo han pesado otras consideraciones.

Embalsamados

Históricamente, los cuerpos de los papas son embalsamados y sepultados principalmente en las iglesias de Roma, aunque varios se hallan en otras localidades de Italia y algunos, en el extranjero. La gruta que se extiende bajo la basílica de San Pedro acoge la tumba de numerosos pontífices, entre ellos todos los del siglo XX, aunque Juan XXIII fue trasladado hace unos años al templo.
Durante siglos los órganos y vísceras de los papas se colocaban en frascos que se custodiaban en la iglesia de San Vincenzo y Anastasio, el templo barroco que se halla frente a la Fontana de Trevi. Es una costumbre que se mantuvo hasta Pío X, fallecido en 1914. Después, que se sepa, ninguno ha donado sus órganos.