«El mercado está hipostasiado, quién lo deshipostatizará…» -- Pepe Laguna

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Eclesalia

Parece que ?el mercado?? no está satisfecho con los recortes que viernes sí, viernes también, perpetra el gobierno español. Y enfadado nos castiga subiendo primas de riesgo y desfondando índices bursátiles.
?El mercado?? se nos presenta como un monstruo capaz de oír y ver, y con poder para premiar o castigar. Definitivamente, el mercado está hipostasiado.

En román paladino, hipostasiar viene a ser algo así como arrancar las raíces históricas de un hecho o una institución hasta convertirlos en entes autónomos liberados de contingencias espaciotemporales. A filósofos y teólogos el término no les resultará extraño. Aquel niño nacido de una joven judía en un rincón de Palestina en el siglo primero de nuestra era, fue hipostasiado por san Juan cuando, en el prólogo de su evangelio, queda convertido en el Logos preexistente que estaba junto a Dios desde el principio de los tiempos.

Y hecha la hipóstasis, sobrevenida la pseudoreligión con su pléyade de dogmas, jerarquías y teólogos. Convertido en absoluto, el mercado exige adoración, fe y sacrificios. La misión de los creyentes es mantener satisfecho al dios Mamón no sea que derrame su cólera contra la humanidad y nos extermine interviniendo nuestras cuentas o, peor aún, expulsándonos del paraíso del euro.

No resulta fácil aplacar la ira de un dios que no se sacia con las ofrendas de la educación, la sanidad y los derechos laborales. El dios mercado exige siempre más, quiere sacrificios humanos: inmigrantes enfermos, hipotecados sin techo, niños con hambre??

Los terribles designios divinos escapan a la comprensión del común de los mortales. Interpretar la voluntad del mercado exige la mediación de tecnócratas y mercadólogos constituidos como tales en virtud de una vocación personal no sujeta a mayorías democráticas. Los elegidos por la gracia divina se reúnen en cónclaves y concilios europeos desde los que actúan como voceros celestiales: ¡el dios Mamón nos ha dicho que hay que aumentar la ratio de alumnos en los colegios!, ¡el dios Mamón no se contenta con el diezmo de vuestras nóminas!, ¡el dios Mamón??! Y los fieles de a pie, sin entender nada, echan lo que no tienen en el cepillo de los cajeros de los templos bankarios (sí, con ?k?? de Bankia).

Como toda religión que se precie, la del mercado también tiene sus herejes, personas en éxodo por calles y plazas gritando su indignación tras una nube que siempre acaba en Sol. Apóstatas del mercado neoliberal que queman sus cartillas y tarjetas de crédito a los pies de los becerros de oro que pastan vorazmente en sucursales bancarias. Redes clandestinas que reinventan el trueque y practican la gratuidad. Mercadólogos perseguidos por el santo oficio que desafían el pensamiento único agitando sus manos en improvisadas asambleas.

Desde siempre los teólogos han advertido de que cuando se desvincula el ?Cristo de la fe?? del ?Jesús histórico?? la religión degenera en idolatría. Eso es lo que hemos hecho con los mercados: hipostasiarlos rompiendo el vínculo que los anclaba al valor real de una barra de pan, un plato de arroz o una vivienda digna. Necesitamos con urgencia mercadólogos que reivindiquen la economía doméstica de las gentes honradas frente a la fe idolátrica de los mercados asesinos.

pepe.laguna@yahoo.es

PARLA (MADRID).

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