El imperio se derrumba -- Chencho Alas

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

MONCADA
Hace tres años y medio Donald Trump llegaba al poder de Estados Unidos, era juramentado presidente del país más poderoso de la tierra. Su slogan ?Make America Great?? (Haz América de Nuevo Grande) resonaba en todos los rincones de este país. El orgullo norteamericano levantaba una nueva bandera de grandeza. Trump, el billonario, representa el poder de los dólares, de la riqueza, de la raza blanca.

El refrán popular: ?No todo lo que brilla es oro??, viene al dedo. Tres años después, en enero de este año, el Make America Great comienza a desmoronarse, el primer paciente de Cobid-19 muere en Seattle, estado de Washington, el 29 de febrero. No se sabe el origen de su contaminación. Han pasado tres meses y en este corto tiempo, 1,822.000 personas han sufrido del Covib-19, de las cuales 103,000 han muerto. La pandemia continúa sin esperanzas de que la marcha de la muerte tenga un fin próximo.

Donald Trump, el enamorado de las grandezas vacías, no le dio importancia al Covib-19. Según él, se trataba de algo pasajero, de un ligero problema respiratorio. Afirmó que la fortaleza del pueblo norteamericano siempre ha sido tan grande, que pronto iba a pasar. Trump tenía la información científica necesaria para liderar el problema de la pandemia declarada universal el 11 de marzo por el secretario de la Organización Mundial de la Salud, pero no le dio importancia. Esta falta de liderazgo, una de las características del presidente, ha llevado al país al desfiladero. El imperio se derrumba.

La presente pandemia tiene el potencial de crear la mayor crisis económica, social y política de los últimos tiempos de los Estados Unidos.

Miles de empresas grandes y pequeñas se han ido a la bancarrota y se han visto obligadas a despedir un poco más de 42 millones de empleados, algo que no sucedió durante la gran debacle financiera y económica de 1929-1933, llamada la gran depresión. Tampoco se dieron tantos despidos durante la segunda guerra mundial durante la cual Estados Unidos se dedicó a la industria de las armas sin importarle el hambre del pueblo.

El número de personas sin alimentos ha crecido exponencialmente y los que tienen para comprar la comida se quejan de los precios que han subido amenazando el bolsillo de la clase media. El país se debilita financiera y económicamente cada hora. Los economistas afirman que el volumen de la economía se reducirá entre 7 y 10 trillones (10,000.000.000) en estos diez años.

En medio de la pandemia Derek Chauvin, policía de Minneapolis, Minnesota, asesina al afrodescendiente George Floyd de la manera más brutal, inspirado en la cloaca del racismo más radical. Le pone la rodilla en el cuello y la mantiene por 8 minutos, 47 segundos hasta asfixiarlo. La escena se ha visto en todos los países del planeta. Este asesinato vino a colmar el vaso que ya estaba lleno. De inmediato, el pueblo negro acompañado de latinos, de blancos y de asiáticos comenzó a manifestarse masivamente en rechazo de un sistema político, económico, racista injusto y opresor. El domingo 31 de mayo, las protestas cubrían 120 ciudades. Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Huston, Washington, DC y otras ciudades grandes sintieron el peso de la ira de un pueblo cansado de tanta injusticia. La mayoría de los manifestantes lo han hecho pacíficamente, pero como siempre, se han infiltrado o han infiltrado individuos violentos que han quemado tiendas, carros y hasta un puesto policial. Las manifestaciones continúan y cada vez más grandes y representativas de la sociedad norteamericana.

Desgraciadamente, el país carece de liderazgo para orientar a las masas que tienen derecho constitucional de manifestarse. Donald Trump, quien debería manejar un discurso de paz, ha insultado al pueblo, ha amenazado con el ejército, lo que no le permite la constitución, ha llamado débiles y traidores a gobernadores que han sabido liderar la situación. Desde luego, estos servidores públicos son demócratas. Trump le ha echado leña al fuego para que arda más. En un acto de cobardía se refugió en el bunker de la Casa Blanca en lugar de dar la cara.

Esta situación la está aprovechando China que de manera rápida logró controlar la pandemia y poner sus fuerzas de trabajo a producir. Un imperio se hunde y otro toma la batuta. Ya no es Estados Unidos-China sino China-Estados Unidos. ¿Lo veremos?

Austin, Tx, 03 de junio de 2020