“No hay camino para la paz. La paz es el camino” (Gandhi)
La Iglesia no puede hablar a media voz ante los sucesos en el mundo, particularmente ante las masacres en el medio ambiente. La Buena Noticia está dirigida a todos los hombres y para todos los tiempos. Su interpretación tiene dos polos: El Nuevo Testamento y los signos de los tiempos. En consecuencia no debería haber un esquema predeterminada para las lecturas de los domingos del año, sino una selección actualizada para lo que sucede entre personas y pueblos.
Centrémonos en lo que pasa en el Medio Oriente, entre Israel y El Líbano o entre EEUU y Irak con Pakistán.
En ambos casos se pretende erradicar el mal con los malos, el mal con el mal. En ambos casos se actúa a nombre de Dios o Alá, que da lo mismo. Cierto es, sin embargo, que nadie puede agredir físicamente a alguien o a pueblos a nombre del Dios que Jesús nos ha revelado. Jamás a nombre de Cristo. Su actitud y sus palabras se resumen en el amor propio y en el amor del prójimo, auque se trate de enemigos. En el último momento, y el más dramático, veta a sus seguidores utilizar la fuerza: “Todos los que recurren a la espada, a espada perecerán” (Mt 26, 52). Y, a los Doce, furiosos por la recepción hostil por pare de los Samaritanos y que exigían que se les destruya a fuego, Jesús les responde: “El Hijo del Hombre no ha venido para destruir vidas, sino para salvarlas” (Lc 9,56).
Lo mismo San Pablo a los Romanos: “No se dejen vencer por el mal, sino vencen el mal con el bien” (Rom 12,21)
¿Cómo ven analistas independientes hay la situación en las zonas mencionadas? Israel había retomado su tierra con violencia y, con la espada y la defiende contra sus enemigos. Consecuencia: rodeada por espadas que le apuntan.
Bus pretende vencer el mal, erradicando al malo por la espada. Consecuencia: se multiplican las espadas que apuntan contra EEUU. ¿No hay otras soluciones? Me recuerdo de un cuento chino: Un emperador juró acabar con sus enemigos. Poco después lo descubren en compañía de sus enemigos riendo y gozando una rica comida con estos.
“¿Qué te pasó?”, le preguntan sus adherentes. “Nos haz dicho que vas acabar con nuestros enemigos, y te vemos jaranera con ellos.” “¿No se dan cuenta, responde el emperador, que les he vencido?. Ya no son nuestros enemigos.”
Ciertamente demasiado ideal considerando que hay gente maliciosa y regímenes prepotentes. Contra estos hace faltan dos cosas: Ser dispuestos a conocer, comprender y, en lo posible prevenir los problemas del agresor, y – a base de un consenso internacional establecer un código de ética universal – como ya se dan muchos esfuerzos – y, a base de estos llegar a una policía y poder judicial internacional y de esta manera proteger el pueblo de agresiones arbitrarias y extrajudiciales. Esto en la alta política. En lo interpersonal vale lo mismo dentro del marco de constituciones nacionales.
Juan XXIII, el “Papa bueno” lo dijo: “La paz ha de estar fundada sobre la verdad, construida con las normas de la justicia, vivificada e integrada por el amor y realizada, en fin, con libertad” (Pacem in Terris – 1963)