¿Dios se hace humano o lo humano empieza vivir divinamente?
?Padre, madre, hijo?? de todos los pesebres humanos trasluce el icono trinitario donde se autocomprende la esencia de la salud y la posibilidad de completud .
En un ser en cuyo corazón se abrazan el padre la madre y el hijo con sus respectivos amores naturalmente no habrá ni la tiranía del intelecto(padre), ni la anarquía de la impulsividad (hijo) ni el emocionalismo desequilibrado (madre)?? Claudio Naranjo
Siempre hubo teologías interesadas en manipular el mito de la Navidad sacralizando la pobreza, entre otras cuestiones. El mito de la Virgen, remitiría -siempre desde aquellas teologías – a que sólo los dignos de llevar a Dios dentro, son los vírgenes, los «puros»; el sexo contamina a la mujer; agradar a Dios es practicar la abstinencia sexual. Mujeres verdaderas son las madres o las vírgenes.
Los magos visitaron el portal del pesebre: Dios es tan condescendiente que acepta hasta las ofrendas de los sabios paganos. Se puntualiza que los magos llegan sólo hasta la puerta, y para muchos, queda claro que es innecesario un intercambio verdadero con otras religiones o caminos espirituales, que eso dispersaría
Que la estrella se detenga en el portal, implicaría que la naturaleza se pone al servicio del hombre, y el hombre puede hacer de ella lo que quiere si así lo desea; puede inventar zoológicos para entretenerse o mutilar simios para sus investigaciones.
Que Herodes mate indefensos, tendría algún significado afín con aquello que los perversos suelen ser: capaces de matar a los niños para continuar detentando el poder.
Que los ángeles cantaron y los pastores adoraron, indicaría – metafóricamente – que no hay necesidad de revoluciones; hasta un mísero pesebre nos puede inflamar de poesía, de misticismo e historia de duendes; Dios de vez en cuando puede acercarse a los pobres y ellos se lo agradecerán; y finalmente bien puede todo seguir como hasta ahora.
Como se sabe, y ya alejándonos de aquella concepción explicada antes, numerosos pasajes bíblicos contienen imágenes o símbolos muy antiguos utilizados por los hombres en distintas culturas. En Navidad esos hechos guardan verdades y además poseen un alto contenido poético: Jesús nace en Belén, su madre fue virgen -en el sentido biológico del término-, magos orientales peregrinaron hasta el portal, la estrella se detuvo sobre el portal; que Herodes decidiera la matanza de los inocentes de Belén, que los ángeles cantaran, que los pastores lo adoraran??
Estas imágenes tienen un sentido y un contenido que denotan una profunda cohesión, como si se tratara de un poema.
Nacer en Belén: Ser de la periferia, significa no obsesionarse por los centros del poder. Dios se oscurece en los centros de decisiones tan apetecidos y aparece más claramente en las zonas de desprecio. El Dios escondido siempre está, fuera del ego.
Virgen en el sentido biológico: No se refiere a que Jesús fuese el resultado de una clonación. Se trata de puntualizar que María es particularmente enriquecida por la palabra; toda la memoria de Israel la fecunda. María no es sólo fiel a José, sino a sus sueños y al recuerdo de su gente. Lo que a José lo hace más varón, es su costado femenino: poder cobijar, dar ternura, por eso éste sigue siendo un mito contracultural.
María es bendecida no por haber llevado a Cristo en su cuerpo, sino por haberle dado a luz en el espíritu. Y en esto cada uno puede llegar a ser igual a ella. Al costado de María se encuentra José de pie, que traducido literalmente significa: Aquel que debe añadir. Y José es, significativamente un carpintero, un constructor de las formas. Esto nos hace recordar al Gran Constructor de los Mundos, sinónimo frecuentemente empleado para denominar al Dios-Padre. Ese término se debe a que Dios-Padre es la expresión del principio del espíritu, capaz de crear y realizar formas. Así, José el carpintero es el representante terrenal y concreto del principio del espíritu que llamamos Dios. José es la fuerza creativa del Dios-Creador. Con ello es la expresión del presente, del acontecer terrenal. Igualmente, como es carpintero se relaciona con la madera, que proviene del árbol, tema central de la mitología cristiana.
El árbol comienza su historia en el Paraiso como el árbol del conocimiento. y del mismo árbol del conocimiento se erige posteriormente la cruz en el Gólgota, obedeciendo a la mitología. Y José el carpintero se relaciona con este árbol, el cual representa para el Cristianismo, un signo bien determinante. En medio de las figuras de María y José está tendido el niño Cristo, aquel niño Dios alrededor de quien gira toda esta historia. El es el principio divino, lo real y verdadero dentro de nosotros, la chispa divina, el Yo, la Luz Divina, el Logos. Todos estos nombres son distintas denominaciones que se dan al núcleo, a la esencia que se consigue solamente en el hombre, en su consciencia. Mientras el hombre busque su esencia afuera, en el exterior, nunca la encontrará. Como mencioné antes, Cristo no es un hombre, es la expresión de una experiencia espiritual que lleva a una consciencia mas expandida.
El nacimiento de Jesús ocurrió en un establo, que probablemente era una cueva. En aquel tiempo, la mayoría de los establos se hallaban en cuevas. Visto esotéricamente es un lugar de iniciación y todas las iniciaciones de la época se hacían en cuevas. Aquí se esconde otro simbolismo: el acontecimiento tiene lugar en el día más oscuro del año y a la hora más oscura del día, a medianoche y más aún, bajo tierra.
Nos encontramos de nuevo con la indicación de que la luz verdadera, lo espiritual, lo que no es terrenal, solo se encuentra en la profundidad, no arriba en la superficie sino en lo mas terrenal. En la cueva de Belén volvemos a encontrar los cuatro reinos de la naturaleza: el reino mineral, representado por las rocas, el reino vegetal, por el follaje y el heno; el reino animal, por la mula y el buey; y el reino humano, por María y José. Si abstraemos el significado de la cueva y la representamos con formas más usuales, nos llama la atención que hoy en día todos los nacimientos se hacen representando el pesebre con establos viejos. Si estudiamos la casa intacta, que es el polo opuesto, podemos entender esto mejor.
La vivienda del hombre que no está deteriorada se relaciona con la realidad psíquica y representa el área del retraimiento del hombre, el lugar de aislamiento donde se retira, se protege, se esconde y esconde su Yo (Ego). Pero un ser que todavía se esconde entre los cuatro muros del YO, que cierra bien todos los puntos de entrada para que nada lo penetre, donde todo está bien sellado, no puede abrir un lugar para el nacimiento de una divinidad. Para que esto ocurra hace falta que se desmorone la casa, que se derrumben las barreras, que se desintegren las formas, que la casa se vuelva penetrable y receptiva. Este es el verdadero significado del establo desplomado: antes de que surja algo nuevo deben quebrantarse las viejas formas, los viejos moldes. Lo verdadero, lo creativo, requiere siempre el sacrificio de las formas preexistentes.
Si no se borran los patrones viejos no puede surgir nada nuevo. Visto desde la mente humana, primero el hombre tiene que pasar por el caos para luego alcanzar nuevas estructuras. En este contexto, el establo se opone al albergue, que es una casa intacta, en donde no hay lugar para que nazca Dios.
El albergue está lleno de pretensiones, deseos egoístas e impulsos del hombre que no dejan espacio para un acontecer divino. Así mismo, el establo aloja animales inconscientes de quienes no pueden surgir resistencias, pues no existe la limitación del raciocinio, de lo mental.
Los tres patronos, que representan las funciones el pensamiento, el sentir y el querer en su nivel no redimido, no superado, indican su actitud de flanquear la entrada.
Analicemos ahora a los otros dos grupos de personas que se colocan en el pesebre: los tres Reyes Magos y los pastores. Ambos van camino a la adoración y veneración del Niño. Los tres reyes Magos son sabios, sacerdotes, magos, y astrólogos que representan a la sabiduría y la dignidad, pero son paganos, no judíos. Los pastores, representantes del campo simple si son judíos. Conjuntamente, simbolizan en sí la veneración de toda la humanidad, judíos y no judíos, de dignatarios e intelectuales y de la gente más sencilla y humilde. Representan, a la vez, a dos grupos humanos polarizados o, visto de otro modo, a las dos fuerzas en el ser humano: por una parte, los hombres de la deducción y por otra, los hombres de la intuición.
En el nivel simbólico se aclara la polaridad. Los tres Reyes Magos son tres líderes, tres hombres que son guías, que llevan corona, la corona es la expresión de sus caminos de iniciación: han recorrido escuelas esotéricas, enseñanzas espirituales y esotéricas y por lo tanto, se han ganado y merecido sus coronas, son auténticas. La corona es el símbolo antiguo para el reino que adquiere el hombre mediante su trabajo consciente, es la expresión de que se conecta con el reino de más arriba, que los Reyes Magos se han ganado con su esfuerzo consciente. Este reino es llamado Kether, la corona, por los cabalistas y en yoga recibe el nombre del reino de las siete hojas o el loto de los mil pétalos, como llaman al séptimo chakra o chakra corona. Al crear la unión con las energías superiores, el hombre adquiere el derecho a ponerse la corona, que es una corona verídica abierta por la parte superior para que entren las fuerzas superiores.
La corona es la expresión de la consciencia superior que se ha adquirido, como lo hicieron los tres Reyes Magos, y por ende no se la tienen que quitar delante del Niño, en contraste con los pastores, que se quitan lo que obviamente les cubre la cabeza, las gorras y los sombreros, que no son coronas. Los tres Reyes Magos dan la espalda al mundo terrenal, viven alejados del mundo y se acercan a las estrellas, que constituyen su elemento. Estudian las estrellas, su recorrido, los símbolos que les son familiares porque los han recorrido en un aprendizaje consciente. Están instruidos en la magia.
Así, le regalan al Niño frutos del conocimiento, objetos simbólicos como el incienso, oro y mirra, que son la expresión de los tres reinos espirituales (el pensar, el sentir y el querer), expresión también de la tríada: cuerpo, alma y espíritu.
Los pastores son totalmente distintos. Son gente sencilla, que custodia y no son dirigentes. Ellos cuidan animales inconcientes, por lo que custodian el reino inconciente, de la vida sencilla, ligada a la naturaleza. Los pastores no han leído nada sobre las estrellas. Viven cerca de la tierra. Por faltarles ejercicio deductivo no soportan una confrontación directa con lo espiritual. Es por ello es que lo angélico los encandila. En estas condiciones, cuando van adorar al Niño, no le ofrecen los alimentos del espíritu, sino los de la vida: leche, frutas, lana y un corderito. Pastores y Reyes son guiados por signos muy diferentes: los Reyes Magos por una estrella, un símbolo abstracto expresión del conocimiento cósmico, que sólo significa algo para los instruidos en la materia.
La estrella solo puede conducir a los espiritualmente despiertos, sólo puede develar una señal a los hombres conscientes. A los pastores se les aparece un Angel que les habla de símbolos concretos al decirles: ?Y esto tengan como señal??. Encontrarán a un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Se dice de los Reyes: Vinieron a venerar y a sacrificar Se dice de los pastores: Vinieron a ver que había sucedido allí El camino de los tres Reyes magos conduce por trece noches desde la Nochebuena hasta el Día de Reyes. Este es el mismo camino de los pastores a los Reyes: del nivel inconsciente al consciente; del camino de Jesús-hombre al de Cristo-Dios.
A veces la estrella desaparece y los Reyes tienen miedo de perderla. El miedo de perderla, para luego volverla a encontrar, simboliza la lucha, la búsqueda del hombre por la comprensión. Sin embargo, poco antes de alcanzar la meta, la pierden y tienen que reiniciar su búsqueda. Es entonces cuando acuden a los pastores a preguntarles: buscamos al Niño, lo cual se puede interpretar como: buscamos al Yo superior. Y llegan los hombres del corazón que guían el último trecho hasta el pesebre. Este es un bello símbolo que no deberíamos olvidar:
El camino de la mente lleva muy lejos. Lleva a la creación de la corona, lleva cerca de la estrellas, lleva casi hasta el borde de la meta, nunca realmente hasta el pesebre, porque para lograrlo, tienen que aunarse todas las fuerzas: las del corazón, las inconscientes, las cercanas a la naturaleza, las del instinto y las intelectuales. Encontrar esa Luz, hallar esa Luz es la meta y tarea de cada ser humano.
Dice Russo ?en Navidad pasan dos cosas: se recrea o no la ilusión, se ven o no las cosas sin máscaras. Se recrea la ilusión porque aparece el celebrar la vida, la reunión, el compartir, el amor, las cosas que ligan a la vida, al ser interior, la luz que nos une y nos hace iguales y nos hace creer en los sueños, en lo invisible, en la fe, que nos hace tener creencias intemporales, valores resistentes a los quiebres, ideales que nos impulsan a movernos, la alegría profunda y se ven las cosas sin máscaras porque en ese proceso aparecen también las sombras, lo que nos impide ver claro, lo que nos confunde, lo que nos desune, el desencanto, las oscuridades de las cosas que no sabemos, no aprendimos, no conocemos y que generan dolor, sufrimiento, angustia en nosotros o en los otros, los daños que portamos en el corazón. La mezcla es necesaria.
Percibo que no todas las personas pueden conectarse de manera consciente con la profundidad de una celebración. Algunos celebrarán a través de regalos, otros compartirán una nueva comida, otros disfrutarán de encontrarse, otros harán un balance o se conectarán verdaderamente con los afectos, con la esencia. Lo importante es que exista esa conexión. Un acto de amor por el otro, está también en los pequeños gestos cotidianos, gestos que son parte de nuestra evolución espiritual.
Herodes decide la matanza de los inocentes de Belén: Nada más erróneo que hacer de la Navidad un cuento de hadas. En toda historia humana hay mucha perversión y descubrirla nos exige ser estrategas, cuidar la energía y acrecentarla (a veces es sano huir de la selva para resarcirse con esas minorías que enseñan a convivir con los huecos, los vacíos y los dones). Se trata de no estar entre los que aguantan el presente, sino entre los que lo recrean. El futuro se construye de la mano de los que suelen estar fascinados por todo lo humano, por vivir. Como señala Forcano, el proyecto que trae Jesús revoluciona la sociedad en la que vive. Su estilo de vida sale de lo común. Dentro de una sociedad opresora y oprimida, actúa con una libertad sorprendente, pues se enfrenta con unas instituciones y costumbres esclavizantes.
Anuncia una sociedad que va más allá de las fronteras de Israel; no se deja dominar por el legalismo ni el fariseísmo; no cumple con ciertas prescripciones religiosas; se relaciona con gente de mala reputación, acepta a los paganos, denuncia a los dirigentes como hipócritas e inmorales; reprueba el nacionalismo fanático, toda práctica de marginación, la sumisión ciega a la ley, el culto alienante, y, lo más escandaloso: su proyecto liberador lo funda en una experiencia nueva de Dios, absolutamente provocadora, y en relación con la imagen que de Dios tenía la ideología religioso-política dominante.
Lógicamente entonces, este hombre entra en conflicto, es mal visto, calumniado, perseguido y muerto. ¿Cómo no creer que suscita vida su memoria y nos resucita? ¿Cómo no creer que en el corazón de esa historia puede estar nuestra historia de salud?
Como señala Capitanio, Dios ha nacido niño, hay que criarlo, hay que hacerlo crecer, hay que aceptarlo como Dios y quererlo como hermano, hay que cuidarlo del Imperio que trata de matarlo, matando inocentes y hay que acompañarlo en el proyecto de vida que trae: «amá a tu prójimo como a vos mismo, buscá para los demás lo que buscás para vos, tratá a los otros como te gusta que te traten a vos»….este es todo el «secreto» de su liberación.
El Salvador no llega hecho rey, ni guerrero, ni poderoso… llega hecho niño y pobre, desnudo: para que lo vistamos con nuestro cariño y lo abriguemos con nuestro compromiso. Y llega marginado, para que no lo busquemos en las catedrales o palacios.
Cada ser humano cuenta con dos fuerzas antagónicas en su interior. Uno es el falso yo, más conocido como EGO o personalidad, relacionado con la ignorancia, la inconsciencia, el egocentrismo, la insatisfacción y el miedo.
El otro es el verdadero yo, nuestra verdadera esencia y que está conectado con la sabiduría, la consciencia, el bienestar y el amor incondicional.
Cualquier persona que no esté en contacto con su esencia está en vías de deshumanizarse, pues poco a poco va olvidando y marginando sus verdaderos valores, lo que repercute en su forma de pensar, vivir y relacionarse con los demás.
Desde el ego, las personas actúan movidas por el miedo y la necesidad de supervivencia física y emocional. Su objetivo es conseguir que la realidad se adapte a sus deseos, necesidades y expectativas egoístas, lo que les lleva a vivir una vida marcada por el sinsentido, el malestar y la necesidad constante de evasión y narcotización de sí mismos.
La navidad de Herodes y de Maria y Jose guarda la posibilidad de captar bien en la vida lo que es Maldición y Don dado que encierra tanto la posibilidad de expansión como la de contracción.
El falso yo, más conocido como EGO o personalidad, relacionado con la ignorancia, la inconsciencia, el egocentrismo, la insatisfacción y el miedo Se ejemplifican en Herodes
El verdadero yo, nuestra verdadera esencia está conectado con la sabiduría la consciencia, el bienestar y el amor incondicional.
Lo ejemplifican José y Maria . Ellos con los reyes y pastores muestran la expansión. Herodes con la matanza de inocentes simboliza la contracción
La cultura moderna propone estrategias para desconectarnos del momento presente por miedo y contracción. Su compulsión a la belleza en pro de modales y comportamientos, muchos de ellos vacíos, carentes de sustancia real, habla de esto. Ha sido diseñada por y para mantenimiento de nuestras propias máscaras. Imaginandose un halo diferente a los demás, mucho más sensible, incomprendido, capaz de ver lo que los demás no ven, de sentir lo que los demás no sienten, el hombre moderno se ve menos masificado.
Eso lleva facilmente a no hallarle sentido alguno a la vida tal como ella se presenta, pues la encuentra tremendamente absurda, banal y sobre todo fea. Se desacreditan los grupos de control pero subsiste a absurda gente. la necesidad de medirse y evaluarse en los ojos de es
Cuando nuestra pasión está motivada por la carencia, mas que por la abundancia, entonces nuestra pasión es la forma como intentamos llenar ese agujero llamado vacío.
Cualquier persona que no esté en contacto con su esencia está en vías de deshumanizarse, pues poco a poco va olvidando y marginando sus verdaderos valores, lo que repercute en su forma de pensar, vivir y relacionarse con los demás.
El hombre centrado en su ego, a pesar de hacer y tener de todo, siente un VACI? EN SU INTERIOR como si le faltara algo esencial para vivir en paz. De tanto dolor acumulado, finalmente se desconecta de su verdadera humanidad.
Desde el ego, las personas actúan movidas por el miedo y la necesidad de supervivencia física y emocional. Su objetivo es conseguir que la realidad se adapte a sus deseos, necesidades y expectativas egoístas, lo que les lleva a vivir una vida marcada por el sinsentido, el malestar y la necesidad constante de evasión y narcotización de sí mismos. Ahora prevalece el condicionamiento egoico, que provoca que el hombre siga siendo un esclavo. El sentido de la vida es aprender a trascender nuestro egoísmo y egocentrismo para que podamos ver a los demás y al medio ambiente que nos rodea como parte de nosotros mismos. No existe la fragmentación, sólo la unidad: todos somos uno. Buscar la verdad implica cuestionar el condicionamiento sociocultural recibido para recuperar el contacto con nuestra verdadera naturaleza.
No es ningún síntoma de inteligencia adaptarse a una sociedad como la actual, profundamente enferma. Podríamos decir que hay gente que ama a través de su capacidad de aprecio, hay gente que ama a través de su tolerancia, hay gente que ama a través de la gratitud; son muchas las manifestaciones de la emoción que tienen que ver con el amor
Si la madre es la que nos da lo que necesitamos, satisfaciendo nuestros deseos, el padre es aquel al cual ella está mirando, aquel a quien la madre valoriza.
La madre, que nos da todo, es fuente original de los valores, pero también modelo original respecto a lo que ha de ser valorizado y así es que ocurre como si la madre implícitamente delegase en el padre el orden de los valores, simplemente porque el niño percibe que ella lo ama. Algo tiene que ver el ágape, entonces, con el amor de madre, y algo tiene que ver con el amor a los ideales o filía con el amor de padre.
Nos dejamos guiar por aquellos a quienes admiramos no sólo imitamos características individuales de nuestros padres: uno imita aquello que es generalmente admirado, y es precisamente a través de ello que se transmite la cultura.
Hay un amor que tiene que ver con la madre, un amor que tiene que ver con el padre y un amor que tiene que ver con el hijo..
La salud y también la plenitud de la vida amorosa conlleva una relación equilibrada entre nuestros tres amores. a la armonización de amores diferentes..
Padre, madre, hijo, de todos los pesebres humanos trasluce el icono trinitario donde se autocomprende la esencia de la salud y la completud.
En uno en cuyo corazón se abrazan el padre la madre y el hijo con sus respectivos amores, naturalmente no habrá ni la tiranía del intelecto(padre), ni la anarquía de la impulsividad (hijo) ni el emocionalismo desequilibrado (madre)
Feliz Navidad a los que tienen nidos que ?son mucho más que dos??, felices los que tienen amigos ?imprescindibles?? que siempre irradian energía y son amor y proyecto.
Que podamos decir como Nietzche (*), en una carta escrita en 1861: ??¡No te imaginas con que ansias espero la Navidad, esa maravillosa Navidad! La Navidad transforma siempre todo en algo bueno!??*
(*) carta enviada a su madre Francisca y a su hermana Elisabeth el 5 de diciembre de 1861: Nietzsche, Friedrich, Autobiography from the years 1856 to 1869, Schlechta-Index III, 935.