El Concilio Vaticano II dio comienzo el 11 de octubre de 1962 y su cuarta, y última, sesión concluyó con una solemne clausura celebrada el 8 de Diciembre de 1965.
El Vaticano II fue concebido, inicialmente, como una asamblea de marcada orientación pastoral, con la finalidad de establecer un ?aggiornamento??, una adecuación de la vida estructural y apostólica de la Iglesia a las necesidades del mundo contemporáneo.
Durante el pontificado de Pablo VI (1963-1978) las doctrinas y las nuevas orientaciones pastorales del Concilio experimentan un notable empuje y desarrollo pero al llegar el pontificado de Juan Pablo II (1978-2005) aquel impulso inicial se frena y las esperanzas nacidas en este Concilio se evaporan.
De este Concilio emanaron tres grupos distintos de documentos: Constituciones (dos de ellas dogmáticas), Decretos y Declaraciones.
Entre las ?Declaraciones?? promulgadas por el Vaticano II está la denominada ?Nostra aetate?? o ?Actitud de la Iglesia ante las religiones no cristianas??. En este documento se menciona expresamente, al hinduismo y al budismo y, con mayor relevancia al judaísmo y al islamismo.
El concilio Vaticano II dice textualmente:
?Por consiguiente (la Iglesia) debe exhortar a sus hijos a que con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de la fe y la vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales , así como los valores socio culturales, que en ellos existen??
Y sobre el Islam, concretamente, dice:
?La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma, como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia.
Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian la vida moral y honran a Dios, sobre todo, con la oración, las limosnas y el ayuno.
Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando el pasado, procuren sinceramente una mutua comprensión, defiendan y promuevan unidos la justicia social , los bienes morales, la paz y libertad para todos los hombres??.
En Roma, en San Pedro, 28 de Octubre de 1965.- Yo, Pablo, Obispo de la Iglesia Católica.
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