El aborto, la ley y la Iglesia -- Paul Buchet

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

La ley chilena, en materia de aborto, es aberrante. No resulta eficaz para refrenar los abortos clandestinos y por otra parte obliga una mujer a llevar un feto muerto hasta su expulsión natural. A demás la confusión que deja en el público revela su incoherencia y los medios de comunicaciones lo aprovechan para sus paneles. Hablar de ?legalizar?? el aborto como algunos lo hacen demuestra que el gran público no tiene los suficientes criterios: ?ilegal?? no es sinónimo de malo o de culpable y ?legal??, lo permitido o lo que no se sanciona legalmente no es, de por sí, neutro menos aún conveniente. Hablar de ?Legalizar el aborto en caso de violación?? embrolla.

La confusión surge porque se le ha otorga una rol de educador moralizador a la legislación. Antiguamente, el legislador dictaba normas que se recibían casi como la explicitación de los 10 mandamientos y se le atribuía al poder judicial un tipo de asistencia divina especial para sancionar correctamente a los delincuentes y las iglesias supieron aprovechar esta colaboración moralizadora y imperativa de las leyes civiles para afianzar su prestigio en las poblaciones.
La Ley no esta ajena a la moral pero su rol es de lograr una ?ética social?? vale decir un consenso de comportamientos correctos que se inspira de valores compartidos como son los derechos humanos internacionalmente reconocidos. También la ética social implica una tolerancia concertada.

La Ley y la Justicia están encargadas de planificar y resguardar el orden público en nuestras sociedades modernas. Existen sensibilidades, creencias y maneras de pensar diversas en la sociedad y su coexistencia es posible cuando se logra acordar unos códigos de referencias. Las discusiones para elaborar una nueva constitución y un parlamento más representativo apuntan a esto. Hay que señalar que los nuevos conocimientos científicos, técnicos, sicológicos y sociales obligan a una adaptación constante de esta ética social.

Muchos conflictos se explican por los desfases legales. Por ejemplo, se puede entender que algunas sociedades musulmanas tienen graves problemas sociales porque algunos pretenden imponer la ley coránica en sus legislaciones
Es necesario aclarar esta ambigüedad de muchas posiciones conservadoras antes de abordar el tema del aborto.

Es urgente legislar en materia de aborto y ?no?? se trata de legalizarlo. Tampoco se trata de ?despenalizar?? a todos los abortos, lo que resultaría una estupidez porque el aborto seguirá siempre un homicidio en el sentido común pero, aclaremos, que un homicidio no siempre es un asesinato, hay casos de accidente, caso de legítima defensa, caso para evitar violencia mayor y por esto, en la legislación, se diferencia homicidio ?cualificado??, ?agravado????
Por algunos reportajes llamativos, el aborto levantó una discusión y llegó a reavivar la necesidad de una revisión de la legislación que se ha mantenido en la confusión señalada. No se ha logrado un consenso ético en la materia y es una prueba más de la debilidad de nuestra democracia.

Las autoridades religiosas, los educadores y todas las instituciones promotoras de valores descansan muchas veces en sostener las viejas legislaciones al lugar de aterrizar sus discursos morales a las circunstancias actuales confrontándose a las mentalidades contemporáneas para afinar sus declaraciones pero sobre todo dejando a entender la necesidad de consensuar una ética social.

Es cierto que nuestra sociedad laboriosamente comprometida en financiar un consumismo desenfrenado no deja ni el espacio ni el tiempo para un dialogo abierto. No se logra una verdadera convergencia de opiniones. Nuestra cultura no pasa más allá de una tolerancia cómoda y de una principiante no-discriminación. Se logra solamente algunos acuerdos puntuales por la urgencia de algunas situaciones apremiantes pero se perdió el proyecto global de un verdadero consenso ético mínimo (como lo sería un sueldo ético en materia salarial). Cada cual, delante de su televisor, en su colegio, en su capilla, si lo quiere, puede formarse una opinión privada pero nada más.

Sin embargo algunos conflictos persistentes por la comercialización de la educación, la salud y el medioambiente revelan la urgencia de la elaboración de una ética pública. La misma contienda electoral actual permite una confrontación de toma de posiciones sobre uno u otro tema noticiero y es de esperar que esto indique el camino para la elaboración de un consenso de ética social en Chile, una nueva constitución.

Retomando nuestra reflexión concreta sobre el aborto, debemos abordar el papel que debería jugar la Iglesia católica y otras instancias significativas en la materia.
El Estado, de por sí sólo no puede lograr una base ética social para sus leyes sin los aportes moralizadores de las colectividades que existen. Profundizar las percepciones morales y sustentarlas no corresponde en primera instancia al juego parlamentario. Le corresponde a las religiones, las creencias, las instancias filosóficas y las tradiciones culturales. Lo que ocurre es que cada una de estos sectores viven demasiado encerrados en lo propio, sus discursos se mantienen en su conservatismo y no logran un dialogo suficiente abierto como para facilitar el camino a un consenso ético.

La Iglesia católica mantiene una práctica autoritaria en materia moral con una férrea doctrina. Necesitaría unas nuevas inversiones de vocabulario y dejar el espacio para una real emancipación teológica. Las autoridades religiosas, mejor que de darse un rol de fiscal en defensa de la vida, que movilicen los cristianos para que aporten con su reflexión y colaboren en las soluciones eficaces de los problemas existentes. La radicalidad de los planteamientos teóricos se hace cómplice, por ejemplo, del silencio de los médicos y de la ceguera de las leyes para lograr solucionar el problema de los abortos clandestinos.

Los ambientes católicos frenaron sistemáticamente muchas estrategias para evitar los embarazos no deseados. A penas superamos la culpabilidad que la encíclica ?Humane vitae?? había cultivada entre muchas parejas para la regulación de los nacimientos pero la Institución católica sigue un discurso inadecuado y frena una educación verdadera de la afectividad y del placer sexual entre su seminarios, en sus colegios, parroquias y comunidades.

Les preocupa a muchos moralistas tradicionalistas la ciencia que los adelanta en descubrimientos y posibilidades técnicas. No logran, por ejemplo, expresar como se puede hablar del acto creador de Dios para la existencia de una nueva vida humana que los médicos han inducido manipulando, ellos mismos con óvulos y espermatozoides en probetas.

¿Como atribuirle valor a un embrión, un amalgamo de células, un feto cuando, como ?especie humana??, hemos llenamos la tierra hasta su tope, cuando uno de nuestros mejores negocios es el armamentismo que mata a diario miles de personas??? Las percepciones morales cambian. Hace falta recordar el afán de procrear que tuvieron las generaciones pasadas y cómo lograron soportar el derroche natural de perdidas de fetos, de recién nacidos, de niños que no llegaron a la edad adulta. La doctrina de las almas individuales subrayaba la importancia de cada ser por nacer o nonato pero se mandaban cruelmente a los limbos los niños no bautizados.

La rigidez de algunos planteamientos doctrinales choca con los cambios de percepción. Las culturas y las situaciones sociales cambian y las percepciones y las valoraciones morales deben evolucionar.
No se trata de desechar los principios morales pero sus vivencias se plantearían muchas veces de manera distintas si emergerían de las comunidades eclesiales y no de quienes muchas veces no están implicados directamente en el tema.
La compasión en materia de aborto en las comunidades cristianas enseñaría mejor que la confrontación ideológica de principios.

Recalcar que el aborto es un crimen que la ley debe prohibirlo es excesivo. Cuando un joyero mata a un joven asaltante defendiendo su oro, en los tribunales, no es condenado, tampoco se sanciona el automovilístico que por accidente mata un peatón o cuando la bala de un policía, en un tiroteo, alcanza un transeúnte. Las circunstancias importan cuando se trata de mantener el orden social. Es necesario que los cristianos opinen mejor en la necesidad de de-penalizar muchos abortos. ¿Porque las leyes no podrían dejar un espacio ético por la misericordia entendiendo que puede haber error, ignorancia, trauma, hasta pecado???

Celebrar que una joven embarazada después de una violación quiera tener su guagua es positivo pero es hipócrita cuando no se ha hecho nada serio para evitarlo.
Hacer pensar así a los cristiano es necesario. Hacerles descubrir los nuevos problemas que levantan nuestra ?civilización globalizada?? es más necesario que de recordarles los principios..

¿Puede la legislación de un país autorizar experimentos con células de embriones? Debatir esta pregunta vale más la pena que la declaración de un cardenal en la materia. Descubrir por ejemplo las justificaciones que dan la mayoría de las legislaciones de los países para prohibir estos procedimientos ?por respeto a la dignidad humana?? (ya presente en estas células humanas) es impresionante como planteamiento ético porque revela un humanismo muy superior al individualismo imperante y aún al personalismo de la doctrina social de la Iglesia.
Vesalo fue condenado por la Inquisición por disecar y estudiar la anatomía de cadáveres humanos y ,hoy día, se realizan transplantes de corazón destacando la gran generosidad de los donantes y admirando las posibilidades de nuestros progresos para promover la vida.

Los progresos científicos nos ayudan a precisar nuestras ideas del valor de la vida humana. ¿Cómo no creer que estos mismos adelantos nos puedan llevar a un mayor entendimiento de Dios y de su voluntad?
Rezamos ?Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo??.
Dejando de imaginar infantilmente una corte celestial de ángeles ejemplar podemos pensar que, al rezar así, confesamos saber bien poco de la voluntad de Dios como tampoco conocemos mucho del mismo universo sideral.