Dos inmigrantes subsaharianos fallecieron ayer en las inmediaciones del perímetro fronterizo de Melilla durante el primer intento de entrada ilegal que se produce en la frontera terrestre de la ciudad autónoma en lo que va de año. El primero de ellos no llegó a atravesar la primera de las dos vallas que configuran el perímetro de la ciudad, mientras que el segundo fue localizado por agentes de la Guardia Civil en medio de las dos alambradas de seis metros de altura.
Aunque las autoridades de Rabat sólo han reconocido la muerte de un inmigrante en su territorio y otros siete inmigrantes heridos, el presidente de la Asociación de Derechos Humanos del Rif, Chakib Al Khayari, y los propios inmigrantes afirmaron que es «muy probable» que sean dos los fallecidos en el país vecino tras su enfrentamiento con las Fuerzas de Seguridad marroquíes que permanecen desplegadas en la zona desde octubre del año pasado.
En el perímetro fronterizo español fue localizado, además del cadáver de un inmigrante, otro subsahariano herido de gravedad, supuestamente tras caer sobre uno de los anclajes de la sirga, que fue trasladado inmediatamente al Hospital Comarcal de la ciudad española, donde fue intervenido quirúrgicamente. Al cierre de esta edición permanecía en la UCI «fuera de peligro» y evolucionando favorablemente, aunque su pronóstico seguía siendo «muy grave», según explicaron fuentes sanitarias.
Los tres inmigrantes que fueron interceptados ilesos, dos de nacionalidad camerunesa y otro de Burkina Fasso, fueron interrogados por la Guardia Civil tras los sucesos, aunque no ha trascendido el contenido de sus declaraciones.
Diferencias. El asalto a la frontera melillense, que el delegado del Gobierno en Melilla, José Fernández Chacón, se empeñó en diferenciar de los del otoño pasado subrayando que en esta ocasión se ha tratado de un grupo «reducido», se produjo a las 5:30 horas de la madrugada en las inmediaciones de la población marroquí de Farhana, un área donde ya se habían registrado entradas ilegales el año pasado. De acuerdo con la versión de Chacón, un grupo de entre 50 y 70 inmigrantes intentó salvar la vigilancia de la Benemérita en la zona, donde sólo están colocados los anclajes para instalar el cableado de la controvertida «sirga tridimensional», con escaleras de madera con ganchos rudimentarios, el método con el que accedieron por centenares a Melilla y a Ceuta en 2005.
Chacón reconoció también que la Guardia Civil efectuó disparos al aire con sus armas antidisturbios y reglamentarias para contener a los inmigrantes, pero negó que ninguno de ellos fuese el causante de la herida de bala que localizó el forense en el cuerpo del inmigrante que apareció en el perímetro durante la autopsia que le fue practicada por orden judicial. El delegado del Gobierno ni siquiera se atrevió a concretar si la causa del fallecimiento fue ese disparo o la caída desde la valla, que tras su reciente recrecimiento tiene una altura de seis metros y una inclinación de 20 grados sobre territorio marroquí para dificultar las entradas de ilegales. «Cualquiera de las dos posibilidades es difícil de asumir para las autoridades españolas», replicó a última hora de la tarde el presidente de la asociación melillense Prodein, José Palazón, que exigió al Gobierno que aclare «por qué permite que soldados que están a sueldo suyo y de la UE siguen disparando hacia territorio español, cuando no directamente en territorio nacional, para matar seres humanos». Palazón puso en cuestión también que el número de inmigrantes que participasen en la intentona fuesen cerca de medio centenar. «Me parece imposible que sean más de 20 porque en el monte Gurugú y los alrededores no quedan más inmigrantes en los bosques tras las redadas del
Ejército y la Policía marroquí», argumentó Palazón, que como Al Khayari se preguntó «cómo es posible» que «con los servicios de información que tiene la Guardia Civil y el despliegue de soldados marroquíes al otro lado de la valla» haya un contingente de ese volumen que pueda moverse libremente con escaleras de seis metros al hombro hasta aproximarse a la frontera.
El delegado, sin embargo, insistió en que la institución que dirige tiene constancia de que hay «grupos pequeños que se pueden poner activos» en el país vecino, que en total podrían reunir en la provincia de Nador a cerca de 200 inmigrantes.
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