Querido hermano Benedicto XVI:
Ante tu próxima visita a nuestro país y más concretamente a Valencia, para presidir el Encuentro Mundial de la Familia, todo han sido conjeturas. Todos (porque tú no dejas indiferente a nadie por el puesto que ocupas) nos hemos preguntado cómo sería ese encuentro, qué nos iba a aportar y de qué forma.
El tiempo ha ido transcurriendo y las formas se han ido concretando. Todavía no conocemos qué nos vas a transmitir con respecto a la familia, pero sí nos han llegado a través de los medios de comunicación algunas noticias preocupantes sobre los gastos que va a ocasionar el acontecimiento.
Al parecer, vas a celebrar la Eucaristía sobre un “macro-altar” (con su microclima y todo) situado bajo una cruz luminosa de 35 metros, que van a costar 600.000 euros. A ello se sumará la edificación de un apartamento de 180 metros cuadrados en el Palacio Arzobispal y la construcción de un gran número de habitaciones en el antiguo seminario de Moncada para acoger a los numerosos obispos invitados. Son datos que han sembrado inquietud y desasosiego en buena parte de la Iglesia española.
Quizá tú no tengas información de todo esto, pero somos muchos los cristianos que creemos que, como Vicario de Cristo y máximo representante de la Iglesia Católica, deberías pedir a las autoridades españolas y valencianas más sencillez en todos estos preparativos.
En nuestro país hay muchas personas que no entienden cómo la Iglesia de Jesús se rodea de semejante pompa y boato, en lugar de imitar la humildad de Aquél que eligió vivir y morir entre los pobres y los débiles de este mundo. Esto provoca en muchas personas de buena voluntad sentimientos de incomprensión y rechazo que, sin ninguna duda, compartimos.
Creemos, con todo respeto, que la Iglesia Institucional necesita urgentemente dar un vuelco a los signos externos, desprenderse de esa imagen fastuosa que ha ido adoptando con los siglos y solidarizarse con un mundo que sangra por los cuatro costados. Sólo así podrá ofrecer un testimonio creíble a favor de una Humanidad que sufre bajo el peso del hambre, la miseria, el SIDA, la esclavitud, las guerras y tantas otras lacras que encarnan en nuestro tiempo la imagen viva de la Cruz de Cristo.
Vienes a un país que forma parte del llamado Primer Mundo, pero no por ello deja de haber en él muchos problemas acuciantes de inmigración, pobreza, precariedad laboral y conflictividad social. A estos males se añade una creciente indiferencia religiosa que va aumentando paulatinamente año tras año. De ello somos culpables, en buena medida, muchos de los que nos llamamos cristianos, por la escasa coherencia con que vivimos nuestra vocación evangélica.
Desearíamos que en tu visita nos ayudases a ser más sencillos y humildes (esto no creemos que sea posible con tanta parafernalia); que enviases mensajes liberadores (lo que más le gustaba a Jesús de Nazaret era «arrancar cruces» del tipo que fuesen) y, tratándose de un encuentro de familias, que dieses prioridad a todas aquellas que se encuentran destrozadas por la enfermedad, el vacío, la crispación, la violencia, la miseria y la desesperanza.
Nos gustaría que renunciases a veredictos moralizantes, que tanto separan a las personas, y elevases tu voz en defensa de la vida y la dignidad de los seres humanos, especialmente de los más débiles, de los últimos, de los excluidos.
También nos gustaría que enviases un mensaje alegre y esperanzado, que acoja a toda la gran familia humana, sin imponer un modelo excluyente y exclusivo de familia que no reconoce y deja fuera otras uniones familiares. Estamos convencidos de que el Espíritu también bendice a las familias formadas por divorciados y por parejas homosexuales, porque en ellas puede vivirse el Amor con la misma fuerza e intensidad que en las uniones canónicas.
En definitiva, quisiéramos que lo Evangélico estuviese por encima de lo «religioso» y lo «eclesiástico».
Tu mensaje es importante para el mundo y como cristianos desearíamos que con él impulsaras el espíritu del Concilio Vaticano II, que inundó la Iglesia de una luz nueva.
Afectuosamente,
María José Crende Corbeira
Presidenta de las Comunidades Cristianas CEMI.
(Congregación-Estado de María Inmaculada)
c/ Francisco Silvela 71, 3º F.
28028 MADRID
(España)