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DOMINGO 29: CONTRA LOS BUENOS GOBERNANTES

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Religión Digital

Domingo 29 del tiempo ordinario. Ciclo B. No es que los prefiera malos, es que no quiere gobernantes ni gobernantas en su Iglesia. Quiere hermanas y hermanos, amigas y amigos, personas capaces de servirse unos a otros, sin jerarquias de poder ni sistemas de dominio religioso. Jesús no condena la «mala sed de mando» de los gobernantes civiles, sino el «buen» ofrecimiento de aquellos que quieren hacerse jerarquía dentro de la Iglesia. No es que estos dos aspirantes al mando zebedeo sean malos o inmorales, sino al contrario, son muy buenos. Pero quieren gobernar y eso malo en la Iglesia, aunque quieran tener buen gobierno.

Ese es el tema de Mc 10, 35-45, un relato sobrecogedor, más fuerte que todos los posibles comentarios: dos apóstoles, representntes de miles de jerarcas posteriores, intrigan, conspiran y quieren tomar el poder; pero Jesús les rechaza, rechazando en ellos a todos los gobernantes eclesiale, pues el Reino de Dios no es gobierno, sino fraternidad y servicio. Quien lea el texto y vea claro no siga leyendo mi comentario, déjese alumbrar e impulsar por el evangelio. Los demás pueden seguir mi comentarios, tomado en parte de un libro sobre Marcos.

El texto del evangelio

Mc 10, 35-45. Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron:– Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: – ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: – Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.
38 Jesús les replicó: –No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?39 Ellos le respondieron: –Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: –Beberéis la copa que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo: – Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos.

En la iglesia no hay (=no debe haber) lugar para personas que quieran gobernar a los demás, ni áun para bien (como buenas intenciones de ayudarles y alumbrarles desde arriba). Los discípulos debían saberlo, pero Marcos recuerda que siguen sin comprender (cf. Mc 9, 32), especialmente los zebedeos, ansiosos de gloria mesiánica (=política). Ellos encarnan el riesgo eclesial del deseo de poder, evidentemente con «buena intención», para mandar bien porque, conforme al adagio castellano: “¡qué buenos vasallos, si oviese buen Señor! Pero Jesús no necesita buenos señores, ni buenos vasallos. Quiere simplemente seres humanos, en igualdad de amor. Así lo dice el texto, escrito como relato ejemplar, que consta de tres partes: petición, aplicación personal, principio universal.

1.- Petición zebedea (Mc 10, 35-37).

Como representantes de la lógica del mando ha presentado Marcos a Santiago y Juan, los primeros conspiradores de la iglesia, que utilizan a Jesús para saciar su sed de jerarquía, enmascarada en formas de “servicio”. Juan es sin duda un reincidente, pues ya quiso controlar el Nombre de Jesús hacia lo externo (9, 38-41).

Juan y Santiago fueron llamados al principio para la pesca final (Mc 1, 16-29); unidos a Pedro, han acompañado a Jesús en casa del Archisinagogo (5, 37) y en la transfiguración (9, 2). Por eso, al pedirle ahora un puesto a la derecha e izquierda de su gloria, parecen responder con confianza a su confianza. Es lógico y bueno lo que piden (estar siempre al lado de Jesús). Es normal lo que desean: Saben mandar y lo harán bien, porque la Iglesia necesita buenas estructuras organizativas y ministriales. En esa misma línea se sigue diciendo al comienzo del siglo XXI que la Iglesia carece de «buenos ministros», de buena gente que sea capaz de mandar y dirigir las comunidades, como querían hacer Santiago y Juan.

Pero Jesús no quería ni quiere «buenos gobernantes», ministros capaces de gobernar con buen pode las comunidades. Jesús quiere comunidades que no necesiten goernantes, sino hermanos y amigos. Por eso, en este momento, el evangelio de Marcos, culminando el camino público de Jesús, en el momento final del ascenso a Jerusalén, nos dice de un modo solemne que el mayor peligro de la Iglesia no se encuentra fuera (en los escribas de tipo fariseo o en los gobernadores romanos), sino en sus propios «jefes» interiores, que, con pretexto de servicio mesiánico y acción liberadora, quieren mandar sobre los otros. El riesgo está en convertir la Iglesia en una estructura jerárquica.

2. Aplicación personal (Mc 10, 38-40).

Jesús rechaza la petición de los zebedeos como carente de sentido, según el Evangelio: ¡No sabéis lo que pedís! (10, 38). Los zebedeos le han seguido y, sin embargo, no entienden su estilo, no acogen su proyecto. No es que sean malos, no lo son. No es que sean egoístas, escandalosos o miedosos, no lo son. No es que buscan dinero, no parece que lo busquen. Son buena gente, buenísimas personas. Pero creen que el evangelio se extiende a través de un «poder» y ellos se sienten capaces de asumirlo. Pero Jesús les responde:
a. Pregunta. ¿Podeís beber mi copa, bautizaros con mi bautismo? (10, 38-39a). Ellos desean mandar con Jesús, para extender su Reino y Jesús les pregunta si pueden seguirle en su entrega de la vida (beber su copa, bautizasrse en su bautismo de muerte). En el fondo les pregunta si están dispuestos a morir con (como) él. Ellos responden que sí. Ciertamente, no son miedosos o egoístas vulgares. Son buenas personas, son buenísimas: están dispuestas a entregarse por la causa de Jesús.

b. Concesión. ¡Mi cáliz lo bebereís, con mi bautismo os bautizareís! (39b). Jesús confirma la disposición de los zebedeos, ratificando su bondad personal, su entrega por el evangelio. Posiblemente, este pasaje ha sido redactado después que Juan y Santiago han muerto como mártires (¡son ya unos santos, son canonizables!). Por eso, el problema no es que sean «malos gobernantes» (amigos de dinero, inmorales, corruptores de menores, irascibles…), sino que quieran ser gobernantes. El pecado de la iglesia no es gobernar mal, sino querer gobernar.
c Reserva escatológica. Pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo… (10, 40). . Jesús invita a sus discípulos a serguile, entregando la vida, en gesto de servicio, sin instaurar en el mundo un sistema de mandos (¡ni de buenos mandos!). Lo de «sentarse a la derecha o a la izquierda» pertenece al misterio de Dios, más allá de este tiempo, cuando hayan cesado todas las distinciones actuales. La gloria del trono final es misterio de Dios, regalo de gracia que sólo gratuitamente puede recibirse y que pertenece a todos los creyentes a todos los salvados, a todos los hombres y mujeres amados por Dios. Pero en el camino del Reino que es la Iglesia no hay lugar para tronos espaciales, no hay espacio para mandos

3.- Principio universal: un Iglesia sin mando (Mc 10, 41-45).

El problema de los zebedeos es de todos los cristianos (de todos los hombres), aunque resulta más sangrante en relación con la jerarquía actual de la Iglesia. Lógicamente, los diez restantes apóstoles se enojan con los zebedeos, porque también ellos quieren tomar el poder y el poder no puede ser de todos (Mc 10, 41). Es evidente que, dejándose llevar por esa lógica, la iglesia acabaría destruyéndose a sí misma, pues, según esa lógica, no todos pueden obtener el mando, de manera que han de surgir las distinciones jerárquicas. Donde unos quieren mandar sobre los otros, todos acaban luchando, y de esa forma se destruye el Evangelio.

Jesúa ha venido precisamente a supear esa logica de dominio, para instaurar una nueva experiencia lógica de gracia (de autoridad y servicio) que se expresa en su entrega a favor de todos. De esa forma, Jesús ha venido a combatir y ha combatido dentro de su Iglesia los esquemas de jerarquía genealógica (familias sacerdotales), organizativa (cuadros de mando que se perpetúan según ley) o espontánea (carismáticos que lo asumen por inspiración). Desde aquí se entienden las últimas palabras del texto:

a. Principio (Mc 10, 42). Jesús desentraña la trama oculta del poder, con lección de durísima política, siguiendo la línea del mensaje profético: Los que parecen mandar (que en realidad no mandan, pues están esclavizados por el sistema) destruyen con su falsa pretensión a los demás. Sabemos que el poder, vinculado casi siempre a las riquezas (cf. Mc 10, 17-22) y expresado como dominación política, quiere mostrarse sacral (signo de Dios), siendo en realidad diabólico. Parece que Santiago y Juan no han buscado de un modo directo el poder mundano sino el más hondo dominio «espiritual» o mesiánico, para mandar bien, para dirigir a los demás en el buen camino del Reino. Como hemos dicho, ellos quieren mandar en línea buena, para ayuda de los demás, apareciendo como servidores del Dios poderoso. Pero Jesús no les distingue de aquellos que mandan en forma pervertida. No hay para él un poder malo (propio de los gentiles) y otro bueno (de sus discípulos). Todo poder es en el fondo destructor, toda imposición es mala. Por eso, no quiere mejorar el poder (convertirlo) sino superarlo de base.

b. Inversión (Mc 10, 43-44). Jesús no necesita el poder económico del rico (10, 17-22), ni el mesiánico de los buenos zebedeos (no ha venido a conquistar el imperio romano) ni el sacerdotal del templo (cf. 11, 12-26). Por eso responde: No sea así entre vosotros… Como había dicho ya en Mc 9, 33-37, Jesús no ha venido a fundar jerarquías entendidas en clave de honor y prioridad social o espiritual, sino que ha invertido la tendencia dominante de las comunidades religiosas que traducen en forma sacral las estructuras de poder del mundo. Por eso, frente a la manipulación mesiánica de los zebedeos, que son junto a Pedro sus seguidores principales (cf. Mc 5, 37; 9, 2), él ha establecido aquí las bases de una fraternidad donde no existe poder sino servicio y amor entre todos.
4.
Los Zebedeos son representantes de una humanidad ansiosa de buen dominio religioso. De esa manera, ellos (con los doce: cf. 10, 41) quieren ofrecer un «correctivo» mesiánico a Jesús, ayudándole con su poder y organización, como si el evangelio necesitara unas mediaciones de buen poder y mando para establecerse. Pues bien, Jesús rechaza esa propuesta, pero no en la línea de un espiritualismo extramundano, como si sus fieles tuvieran que encerrarse en un nivel de intimidad espiritual donde nada se posee ni desea, sino desde un más alto realismo social: Jesús busca una iglesia transparente donde todos (hombre y mujeres) puedan compartir cien casas, madres, hermanos e hijos, sin que nadie domine sobre nadie (cf. 10, 28-31). Jesús no se evade; busca la vida en común, el pan multiplicado, la comunión de iguales.

4. Contra el poder de la iglesia.Ésta es la novedad de Jesús. No quiere líderes sentados a diestra y siniestra, asegurando desde el trono compartido el orden y obediencia de los pueblos, sino buenos servidores, gente de cariño eficaz, que sepa dar la vida por los otros. Conforme a la cita ya evocada, se ha dicho que hacen falta buenos gobernantes o señores, como si el problema del mundo se arreglara con buen mando ((oh qué buen vasallo, si hubiese buen señor!: Mío Cid).

Pues bien, para Jesús, el tema de la vida humana no se soluciona preparando mandos apropiados a nivel político, social o religioso (buenos papas, buenos obispos, buanas vocaciones sacerdotales, buenos presidentes de República).
Jesús no necesita en su grupo gobernantes o caudillos, estrategas de finanzas o de buena economía. No investiga las posibles dotes de los zebedeos, ni les hace estudiar leyes o filosofía del poder en una escuela israelita o griega, para hacerles funcionarios de su empresa; no funda escuelas diplomáticas, ni establece carreras eclesiásticas. Nada de eso quiere, nada necesita. Él busca madres e hijos, buenos hermanos que sepan regalar su vida por los otros. Leído en este fondo, el evangelio de Marcos aparece como manual de una iglesia de servidores.

Marcos es libro de iglesia que nace a partir de el Hijo del hombre, que no ha venido a que le sirvan…, sino a servir en amor (cf. Mc 10, 45). Jesús invierte de esa forma un texto central de la esperanza apocalíptica donde se dice que “todos los pueblos naciones y lenguas servirán al Mesías”. (Dan 7,14; cf. Dan 7, 25-27). Los zebedeos entendían esa promesa en clave de triunfo: quieren que la iglesia esté bien gobernada, que triunfe y se extiende sobre el mundo entero, aprovechando para ellos sus buenas dotes de mando.

Pero Jesús no quiere triunfar de esa manera. No necesita las dotes de mando de los zebedeos ni de Pedro (de los obispos ni del papa, de los nuncios ni de los cardenales). Jesús quiere sólo gentes que sepan amar de un modo gratuito a los demás. Por eso, su evangelio es una guía de servidores. No es directorio para triunfar, manual para ganar dinero y dominar sobre los otros, ni siquiera es un manual de obispos eficades y ministros eclesiásticos agresivos. El evangelio es guía de amor, camino de entrega de la vida por los otros, de un modo directo, sin sentarse en un trono para dirigirles desde arriba.

Según eso, aquellos que alguna vez han buscado poder en la iglesia, se equivocan, aunque puedan ser y sean buenos gobernantes. Ellos se equivocan de Mesías y confunden a Dios con el Diablo, al Cristo con el Antricristo. No se salva el pueblo con buenos gobernantes sino con buenos amigos-servidores.

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