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Domingo 24 de Junio de 2012, 12ª del Tiempo 0rdinario. Natividad de San Juan Bautista

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Koinonía

Lecturas:
Is 49,1-6: Te hago luz de las naciones
Salmo responsorial 138: Te doy gracias porque me has escogido portentosamente
Hch 13,22-26: Antes de que llegara Cristo, Juan predicó
Lc 1,57-66.80: Se va a llamar Juan
De las figuras contemporáneas a Jesús pocas han recibido tanta atención entre judíos y cristianos como la figura de Juan Bautista. Ni siquiera figuras tan prominentes en la historia del cristianismo como Pablo o Pedro recibieron tanta atención.

Los cuatro evangelios colocan el inicio de la actividad evangelizadora de Jesús en relación con el bautismo de Juan. Flavio Josefo, un historiador judío de finales del siglo I, dedica más páginas al Bautista que a otros personajes de la época, e incluso lo considera el profeta más importante de su tiempo.

La actividad de Juan Bautista se ubica en el desierto, como la de otros movimientos contestatarios frente al arribismo de las autoridades del Templo y al despótico poder romano. Al igual que otros movimientos, Juan se identifica con la actividad penitencial y ascética. Su predicación está caracterizada por el llamado a la conversión, al arrepentimiento, al retorno a los caminos de Dios. No duda en llamar a sus compatriotas ‘raza de víboras’, un apelativo tan fuerte que aún hoy nos cuesta asimilarlo. Denuncia sin titubeos el servilismo de la dinastía herodiana frente a los invasores romanos. Critica duramente la falta de respeto entre los hermanos príncipes Filipo y Antipas que rivalizan por la misma mujer y mezclan los asuntos del estado con los problemas conyugales. Hace del bautismo un símbolo de ese cambio de vida al que el Pueblo de Dios está constantemente llamado por medio de los profetas.

El evangelio nos presenta el nacimiento de Juan rodeado de signos extraordinarios. Zacarías, su padre, recibe el encargo de cuidarlo en una revelación que tiene en el Templo, mientras ejerce los servicios sacerdotales. En ese texto se señala la vocación profética de Juan y el motivo de su nombre: Dios se apiadará de su pueblo y le enviará un mensajero que lo conduzca por el camino que lleva al encuentro con Dios. La misión del Bautista servirá de marco a la acción evangelizadora de Jesús, quien retomará el llamado a la conversión y preparará una comunidad para la irrupción definitiva del Reino. Así se configura y perfila la auténtica vocación de Juan, que denuncia las contradicciones de su tiempo y anuncia la esperanza de un ungido de Dios que habrá de transformar radicalmente la situación del pueblo.

Nosotros debemos preguntarnos: ¿cuál es nuestra misión con respecto al anuncio de la irrupción de la presencia definitiva de Dios en nuestras vidas?

En este domingo celebramos la fiesta de San Juan Bautista, el precursor, como todos lo conocemos, por su vida y misión y por anunciar y preparar la llegada de los tiempos mesiánicos, que ven su cumplimiento en Jesús.

En el Evangelio de hoy, Lucas vuelve a las narraciones que tienen que ver con Juan Bautista, que van a ocupar los vv. 57-80 del primer capítulo. La narración se centra en cuatro momentos importantes de su vida: El relato de su nacimiento (vv. 57-58), la circuncisión, la imposición del nombre y la manifestación a toda su parentela e incluso a los vecinos de la comarca (vv. 59-66).

En el nacimiento de Juan se cumple lo anunciado a Zacarías y se hace realidad la promesa. La esterilidad de unos padres, vencida por el nacimiento de un hijo, es fuente de alegría, jubilo y regocijo que envuelve y contagia a vecinos y parientes, como ya lo había predicho el mensajero de Dios.

En la narración del nacimiento, Lucas matiza dos aspectos importantes: el de la misericordia de Dios que se manifiesta en favor del pueblo, al quitarle la afrenta de la esterilidad que pesaba sobre Isabel, precisamente sobre la esposa de un sacerdote encargado del servicio litúrgico en el templo de Jerusalén, y por otra parte, el significado del nombre de Juan (“Dios ha mostrado su favor”), con el cual se subraya la presencia de la misericordia Divina, que recae no sólo sobre una persona en particular, Isabel en este caso, sino que alcanza a la totalidad del pueblo.

Al relato de nacimiento de Juan sigue el de su circuncisión, imposición del nombre, y su manifestación pública. Por la circuncisión, Juan queda indeleblemente marcado con la “señal de la alianza”, signo visible de la incorporación al pueblo de Israel. Esa marca en la propia carne hace de Juan partícipe de la bendición prometida por el Señor a su pueblo elegido, le capacita para celebrar la Pascua como fiesta de la comunidad y confirma sus esperanzas de compartir con todos sus antepasados la restauración futura y definitiva. El rito de la circuncisión comportaba igualmente la obligación de una escrupulosa observancia de la ley de Moisés. La incorporación del precursor del Mesías al pueblo de Israel es muy importante para Lucas, no sólo porque prefigura la incorporación del propio Jesús a ese mismo pueblo, sino también porque Lucas se esfuerza por demostrar que el cristianismo es una derivación lógica del judaísmo. Por eso tiene que quedar bien claro que los pilares de ese nuevo modo de vida, son de raíces profundamente judías.

La imposición de un nombre como el de “Juan” rompe radicalmente con la tradición familiar. Como era costumbre, los vecinos y parientes dan por hecho que el niño se llamaría como el padre. El acuerdo entre la madre y el padre en un nombre que no era familiar aparece como un signo donde se refleja el favor de Dios. La Misericordia divina no sólo se manifiesta a un matrimonio anciano, de vida intachable, sino que alcanza a la totalidad de Israel. De ahí que al recuperar Zacarías el habla, todos los vecinos se interroguen sobre el futuro de ese niño.

Por último nos encontramos con la manifestación pública de Juan, la cual pretende dejar bien clara la efusión de la misericordia de Dios. La alegría que causa la noticia de su nacimiento es fruto de una primera manifestación en el entorno de la familia y en la vecindad; pero inmediatamente empieza a correr el rumor de ese acontecimiento por todas las montañas de Judea, el júbilo es experiencia de todos. Queda así preparado, narrativamente, el futuro del protagonista, que se resume en un versículo (1, 80) que casi podemos considerar un estribillo: “Vivió en el desierto hasta el día en que se presentó a Israel”. De esta manera el desierto nos prepara para la próxima aparición de Juan en el evangelio, treinta años después (Lc 3, 1-3).

La primera lectura, de Isaías, habla también del ministerio profético delante de las naciones, preparando los caminos de Dios. La lectura de los Hechos que hoy leemos es el fragmento más explícito y a la vez sumario sobre Juan Bautista en ese libro.

La figura de Juan ha calado hondamente en el imaginario cristiano y en la simpatía del pueblo de Dios: pariente de Jesús, asceta y místico, profeta valiente y denunciador, predicador ardiente de la conversión… Juan ha conquistado un lugar privilegiado en el universo cristiano. Quizá por eso su fiesta fue puesta en el solsticio del verano boreal, la «noche más corta del año» en el hemisferio norte (noche de san Juan, noche del fuego y de vigilia en torno a las fogatas…), o la más larga del año en el hemisferio sur, o un día insignificante en la zona ecuato-tropical. Ese acontecimiento astronómico ya era conocido y celebrado en la antigüedad antes del cristianismo. Tal vez el establecimiento de la celebración de Juan en esta fiesta obedezca al intento de cristianizar una fiesta pagana (como con la ubicación del nacimiento de Jesús se pretendió cristianizar la fecha astronómica del solsticio de invierno boreal, fecha también de celebraciones paganas a la llegada del cristianismo).

El Evangelio de Lucas nos invita a reflexionar sobre la misericordia, la compasión y la generosidad divina, que caracterizan este nuevo período de la historia de la salvación que comienza a manifestarse con el nacimiento de Juan Bautista. Misericordia sin límites y sin medida, que engrandece y libera, que es signo de vida porque rescata a unos ancianos de la muerte por causa de la esterilidad.

Además, el Evangelio nos interpela sobre nuestra experiencia de la misericordia de Dios, sobre la manera como la estamos haciendo explícita en gestos y actitudes: acogida, solidaridad con los rechazados, invitación a todos aquellos que desean un mundo nuevo “según el corazón de Dios” a comprometerse en la construcción del mismo.

Para la revisión de vida
¿Me mueve la experiencia de la misericordia de Dios a procurar una cercanía con todos aquellos que desean acogerse a ella?
¿Estoy colaborando solidariamente con todos los que buscan la transformación del mundo según el corazón del Padre?

Para la reunión de grupo
– ¿Por qué la tradición cristiana dió tanta relevancia a Juan Bautista? ¿Qué dimensiones principales tiene su figura en el Nuevo Testamento? ¿Qué relevancia puede tener hoy para nosotros?
– Tal vez hoy, por esta coincidencia de que “una fiesta vence sobre un domingo” en la liturgia, es un buen día para preguntarnos: ¿qué pensamos de la organización de la vida litúrgica en la Iglesia? A pesar de la reforma del Vaticano II –cuyo gesto simbólico principal fue sin duda la traducción de la misa a las lenguas vernáculas-, creemos que la liturgia está realmente acomodada a la mentalidad, los problemas, la idiosincrasia del ser humano moderno? ¿Por qué? ¿Cómo lo justificamos? ¿Qué propondríamos?

Para la oración de los fieles
– Por todos los hombres y mujeres que, como Juan Bautista para Israel, han sido para nosotros, en nuestra vida personal, “precursores” del Mesías: para que su trabajo fructifique dando cuerpo a la presencia del Señor en nuestras vidas… roguemos al Señor.
– Por todos los que hoy tienen la vocación de ser “precursores”, preparadores de los caminos de Dios, para que persistan en la fidelidad a su vocación a pesar de no poder saludar todavía, ni de lejos, los frutos de su trabajo…
– Por todos los pueblos y culturas que celebran, hoy, en su cultura y en su tradición religiosa, el solsticio del hemisferio norte. Para que nos abramos cada vez más a una visión comprensiva y abierta de la acción de Dios en todos los pueblos…
– Por todos los que tienen el mismo deber profético de Juan Bautista de enfrentarse a la corrupción de las autoridades, para que sean fuertes y firmes en el cumplimiento de su misión, aunque en ello les vaya la vida…
– Por los hombres y mujeres de toda la tierra, para que crezca cada día en nuestro corazón la nostalgia de una humanidad fraterna y unida…
– Por el cristianismo y todas las religiones de la tierra, para que dialoguen y se reconcilien, como condición previa para la reconciliación y la paz en el mundo…

Oración comunitaria
Dios, Padre misericordioso, que quisiste preparar los caminos de tu Hijo con el envío de Juan Bautista como su “precursor”; haznos a todos nosotros “precursores” de tu Hijo, para que allanemos los caminos y eliminemos los obstáculos al crecimiento del Amor y de la Unidad, por J.N.S.

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