La Iglesia católica no para de asombrarme. He leído que la Archidiócesis de Los Ángeles (EE UU) ha aceptado indemnizar con 660 millones de dólares a medio centenar de personas, la mayoría niños que han sufrido vejaciones y violaciones por parte de miembros de esa Iglesia.
La historia no es nueva, sino que se repite con harta frecuencia y nos muestra el grado de depravación que impera en esa entidad religiosa. Lo curioso es que luego la Conferencia Episcopal se espanta y acusa a los homosexuales de corruptos, de realizar prácticas antinatura y les niega incluso el derecho a casarse.
Pero por si esto no fuera suficiente, en la misma noticia podemos leer que la Iglesia católica posee solamente en la ciudad de Los Ángeles un patrimonio inmobiliario de ¡40.000 millones de dólares. ¿Cómo los ha conseguido?, ¿trabajando?, ¿practicando el ahorro? Y si fuera así, ¿dónde queda la caridad esa que dicen, que deben practicar los cristianos?
La noticia es para llorar o, como diría la Biblia, para rasgarse las vestiduras, sobre todo a la hora de hacer la declaración de Hacienda donde pone que entreguemos a la Iglesia Católica el 0,5239%, o cuando en la calle te pasan la huchita de Cáritas. ¡Vergüenza.