Me invitó a Estrasburgo, donde la comunidad kurda es numerosa, el presidente de la asociación de «Los amigos del pueblo kurdo». Este pueblo, olvidado por la historia, sigue sin tener Estado.
Se encuentra en Turquía (15 millones), en Irán (6,3 millones), en Irak (4,5 millones), en Siria (1,7 millón).
Los Kurdos de Turquía reclamaron en vano una autonomía cultural y política. En el 1984, comenzó la lucha armada con el PKK, el partido de los trabajadores del Kurdistán. Durante 15 años, este conflicto provocó más de 35 000 muertos. Miles de aldeas del Kurdistán fueron arrasadas y casi dos millones de desplazados vinieron a engrosar los barrios chabolistas de Estambul y Ankara.
En el año 1999, el jefe del PKK: Abdullah Ocalan fue detenido. Se proclamó el alto al fuego. Pero en el 2004 la guerrilla retoma la lucha. El PKK se posiciona en las montañas de Irak que bordean Turquía. Cien mil militares turcos están apostados masivamente en la frontera, dispuestos para intervenir.
El presidente me pide que tome la palabra en primer lugar. Lo cual a mí no me gusta hacer. Escuchar a los demás me permite calibrar mis propias palabras. Frente a mí se encuentran los kurdos con su hermoso bigote negro.
El pueblo kurdo evoca para mí el pueblo palestino. Dos pueblos que luchan desde hace tantos años por su autonomía. Pero la solución no es militar. Reside en la negociación política.
Un diputado europeo italiano interviene a continuación.
Hasta ahora, la comunidad internacional adoptó una política de complacencia con respecto de Turquía ya que los temas económicos y estratégicos que están en juego son importantes. Hoy día, la situación está progresando gracias al lugar que ocupa el Kurdistán autónomo de Irak. La cuestión kurda está de actualidad, hoy más que nunca.
La velada se termina con un delicioso buffet preparado por nuestros amigos kurdos.