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Salvo excepciones aventureras, nadie sale de su tierra si no es por razones poderosas. Y la razón más poderosa siempre es la supervivencia, la conservación de la vida.
Poco importa que un ser humano abandone su lugar de origen por motivos bélicos, religiosos, ideológicos, étnicos, desastres naturales o hambrunas, la cuestión es que casi siempre lo hará por una razón imperiosa.
La migración, motivada por diferentes causas, es un derecho natural y una constante en la historia de la humanidad. De alguna manera todos somos emigrantes; pues, si no lo hemos sido nosotros, lo habrán sido nuestros antepasados.
Si tuviéramos en cuenta estas elementales realidades y nos invadiera un mínimo de generosidad, solidaridad y conmiseración, estaríamos dando un trato más humano al dramático movimiento de personas que se está produciendo hacia los países más ricos de Europa. Movimiento del que, por acción u omisión, Europa y EE.UU tienen su parte de responsabilidad.
Valladolid