DE LO QUE NO SE HABLA CUANDO VIENE EL PAPA. Comunidades CVX Valencia.

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El V Encuentro Mundial de las Familias (EMF) que se celebra en Valencia durante la primera semana de julio es, sin duda, un evento de masas de la Iglesia católica, reunida en esta ocasión en torno a la realidad familiar. En el EMF se volcarán reflexiones teológicas, pastorales y celebraciones religiosas, animado todo ello por una visita ?la del Papa Benedicto XVI? que podría estar siendo rentabilizada por poderes políticos y empresiales, además de estar invisibilizando cuestiones medulares sobre el papel que la familia tiene en nuestras sociedades.

Así, de una forma más callada, podría estar pasándose por alto una ocasión para la reflexión, el debate y la oración en muchas comunidades cristianas sobre la cuestión familiar y sobre el mensaje que la Iglesia está realizando de facto en torno a la familia; reflexiones realizadas desde la óptica particular de cada grupo cristiano ?en este caso la CVX Ignacio Ellacuria de Valencia, una comunidad de base formada por cristianos/as laicos/as comprometidos/as en el mundo? y que interesaría comunicar no sólo dentro de la Iglesia, sino también llevarlas al debate público de la sociedad de la que formamos parte. Al fin y al cabo, la Iglesia la constituimos mayoritariamente personas que vivimos en familias de este mundo y nos relacionamos con otras familias, católicas o no, también de este mundo que nos ha tocado vivir (?los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, lo son también de los cristianos??, recogía el quizá ahora poco recordado Concilio Vaticano II).
Desde una condición creyente e inserta radicalmente en la realidad, contemplamos un mundo-sociedad cambiante, quizá con más profundidad y celeridad que en otros tiempos. No nos queremos situar ahora en hacer un elenco más de los valores que se pierden o de las injusticias que por doquier nos rodean, especialmente a los colectivos sociales que se están quedando en las cunetas de la historia o que padecen los efectos de una terrible exclusión. Ni se trata ahora de listar tampoco las muchas e increíbles oportunidades que se dan cita en nuestra época y que determinados sectores eclesiales parecen no querer reconocer. Queremos simplemente apreciar que la familia ?al contrario que otras instituciones sociales? evoluciona a la par que la propia sociedad y que, al igual que ésta, se está haciendo multiforme, variada y heterogénea. Tampoco es desdeñable el hecho de que siga siendo la institución más valorada (véase el recientemente publicado estudio sobre ?Jóvenes españoles 2005??), porque precisamente priman en ella los afectos, el cariño y la ayuda mutua entre sus miembros. El amor, en definitiva. No obstante, hay que destacar que los cambios en la configuración de las familias han sido enormes en estos últimos años. Quizá lo notamos más porque procedemos de
cánones fuertemente establecidos durante mucho tiempo, tanto en la composición como en las propias ?reglas de juego?? familiares. Así, hoy constatamos que se han generalizado otras situaciones ?antaño minoritarias? como las recomposiciones familiares derivadas de los divorcios, las familias monoparentales, las familias separadas por trabajos distantes, y que incluso ya están saliendo ?por fin? del ostracismo y de la indiferencia las parejas y matrimonios del mismo sexo. Añádase a estas nuevas realidades el que exista mucha gente que ya no vive en familia. Los nuevos tiempos también han traído ?cómo no? problemas nuevos, tales como la conciliación con el trabajo, el acceso a la vivienda y el endeudamiento derivado de ello, la agresión de la sociedad de consumo que dificulta la relación y la comunicación, y la descomposición al primer contratiempo. Mirar este tiempo desde la convicción de estar embarcados en una Historia ofrecida por el mismo Dios nos pone en situación de detectar y alentar aquellos ?signos de nuestro tiempo?? en que descubrimos sin duda un mundo mejor, con más libertad y fraternidad. Por ello, nos alegraremos y aprenderemos cuando veamos amor sincero y todo lo que ello conlleva, aunque la configuración familiar o su escala de valores se haya modificado respecto a lo que conocíamos de antes. Sinceramente, quisiéramos que ésta fuera la actitud y el mensaje a oír por boca de la Iglesia. Sin embargo, somos conscientes que
muchas veces lo que se percibe de la Iglesia es, más bien, una posición ?en contra?? ?y en ocasiones y por desgracia, un tanto agorera?, cosa que a muchas personas impide percibir las posibilidades que lo cristiano pudiera llegar a aportar en tanto propuesta para la persona y para un mundo plural.
Nuestra experiencia y nuestra reflexión cristianas nos dicen que merece la pena construir una familia en que el amor pueda ir a más: en el evangelio la familia es un espacio «abierto y hacia abajo» ?así lo fue en la vida de Jesús?, una experiencia de abrazo sin fronteras y mirando hacia los últimos. Esto es posible y es bueno, aunque no fácil: habrá que tener en cuenta y acoger los nuevos tiempos, los nuevos modos de expresar y proyectar un amor sincero y tender una mirada optimista en un futuro que incluya de verdad a todos.
Los poderes públicos habrán de defender este espacio como el que más, procurando y facilitando que en él se desarrolle no sólo la convivencia cordial, sino también el amor. Para ello harán falta medidas que concilien ?de verdad? la familia con la vida laboral, que pongan a raya la telebasura y la macdonalización de la vida, que hagan posibles todas las condiciones económicas estables que permitan la emancipación de las parejas y la sostenibilidad de sus familias. Por sólo mencionar algunas urgencias. Bueno será para todos, cristianos y no-cristianos.

Firma:
Comunidad de Vida Cristiana ?Ignacio Ellacuría?? de Valencia (80 personas)

(Juan Carlos Aranda Rocatí, Cristina Alonso, Rubén Muñoz, Joan Clausell, Pedro Giner y
otras 80 firmas más)