Un almuerzo particular
Acudo a una residencia de ancianos. Una mujer encorvada, con su bastón en la mano, me espera allí, satisfecha de ver que no he faltado a la cita. Llevaba algún tiempo queriendo invitarme a comer. Su marido, médico, enfermo de Alzheimer, falleció. Tuvo que resignarse a venirse a vivir a la residencia de ancianos.
Encuentro el lugar agradable, bien dispuesto, adornado con plantas. « Cuando sólo estás de paso, te parece que está bien, me dice, pero cuando te quedas, ya es otro cantar. »
En el restaurante, tenemos una mesa reservada. « Suelo comer sola. Está mucho mejor. Al principio comía junto a una persona que hablaba pero me di cuenta de que hablaba con ella misma. Otra no entendía nada cuando le dirigía la palabra. Estaba sorda. Voy sabiendo lo que es la dependencia. Ahora vengo al segundo turno, hay menos gente.»
En la mesa vecina, un hombre lee el periódico mientras come. Veo a una mujer sola, con cara triste. Esperan a que la sirvan. Hay mucha gente en este restaurante, pero la comunicación parece difícil. Las personas están unas al lado de las otras pero no se encuentran. ¿Cómo envejecer sin hacerse viejo?
« Aquí, funciona el cada uno para sí. No hablo prácticamente con nadie. Vivo en soledad y los días son largos. » El otro día, sin embargo, tomando el café, mi vecina me dice: « ¿Para Vd., qué es creer en Dios? » « Me quedé tan sorprendida que no supe que responder.»
« ¿Su familia viene a verla? »
« Mis hijos vienen de vez en cuando a verme pero tengo problemas con ellos. Con mis nietos sí que me llevo mejor. Prefiero verlos sin sus padres. »
La comida me parece excelente y el servicio perfecto. Nos quedamos solos en el comedor.
Antes de despedirnos, esta mujer me pregunta: « ¿Para Vd., creer en Dios, qué es? » « Para mí creer en Dios es creer en el ser humano »