Andrés: el Vaticano ha llamado y condenado a Karadima al silencio y la oración para purificarse y encontrar el perdón de Dios. Así usted debería retirarse a hacer penitencia.
Perdonará que no lo llame Padre o Monseñor u otro título que corresponde por su investidura de Obispo de la Iglesia Católica. Soy hombre viejo, de fe, y como decían mis padres ?católico, apostólico y romano??. Si no lo llamo por sus títulos, es porque al interiorizarme en el juicio que se lleva en contra de Fernando Karadima, su nombre y figura una y otra vez sale a escena defendiendo, protegiendo y guardando silencio frente a actos atroces de este mal sacerdote.
Reitero en esta carta, mi total lealtad a los obispos. Mi respeto y amor al sucesor de Pedro.
No puedo sentir padre y pastor a quien con sus actos protegió a un depravado. En cada página del libro ?Karadima el Señor de los Infiernos?? y otros documentos, más testimonios que he escuchado, queda claro el papel desempeñado por su persona, para quebrar la voluntad de las víctimas de Karadima, y así seguirlas sometiendo a las más crueles aberraciones sexuales.
Usted fue llamado a ser padre y pastor. Vivir el sacerdocio en plenitud. Y lo que muestran las páginas que han investigado el caso es un hombre que no busca la voluntad del Padre, sino congraciarse con el charlatán que somete jóvenes, bajo el chantaje de ir al infierno o de no estar haciendo la voluntad de Dios.
Andrés: el Vaticano ha llamado y condenado a Karadima al silencio y la oración para purificarse y encontrar el perdón de Dios. Así usted debería retirarse a hacer penitencia. Usted no tiene autoridad moral para consagrar, menos confirmar en la fe a nadie.
Sus manos están manchadas con el dolor de jóvenes que en silencio lloraban, indefensos ante el abuso sistemático de Karadima hacia ellos.
¿Sabe usted el dolor que se siente de ser abusado por un sacerdote, hombre que uno con ojos de niño ve casi como el Dios mismo? Usted no ha sido hombre para pedir perdón y reparar el daño causado. No lo ha hecho. Por el contrario sigue haciendo gestos en el aire, bendiciones, rito de payaso y no aliento de Dios y su espíritu que da vida en abundancia.
Andrés: le llamo a alejarse de jóvenes y niños. Usted fue formado por la mano agusanada de Karadima. Debería con humildad bajar la cabeza y escuchar a santos sacerdotes que han consagrado la vida a mostrarnos el rostro de nuestro señor en los pobres y marginados.
Nunca pensé en escribirle duramente a un Obispo. Sé que es el abuso sexual; Fui abusado por un sacerdote, siendo niño. Muchas, demasiadas noches para mi edad lloré en silencio. Me sentí sucio.
Siempre con la ilusión de ser sacerdote, acepte ser manoseado una y mil veces.
Al comentar los hechos a René Pienovi ? vil sacerdote comerciante del dolor de los niños huérfanos- me retó y argumento que yo era quien provocaba a los sacerdotes. Y yo sólo era un niño.
Andrés Arteaga, usted y otros sacerdotes del grupo Karadima por el bien de la Iglesia deberían dejar el apostolado y con la guía de un hombre santo y la asistencia profesional reeducar su vida, valores, espiritualidad.
Esta carta la enviaré a cada obispo de chile. No tengo miedo a las sanciones canónicas. Tengo la libertad de hijo de Dios. Busco que un nuevo Karadima no ande suelto en medio de ovejas inocentes buscando pastor. Lobo y muerte esperando a quien devorar.
Me gustaría darle personalmente los argumentos de esta carta. Pero entiendo que las labores de príncipe de la Iglesia, no le permiten ciertas actividades. En los testimonios queda demostrado de su amor por el poder, dinero e influencias.
Señor Arteaga, le recuerdo que Dios existe, yo me lo encontré. Su Dios creado a imagen y semejanza de sus intereses, desviaciones, sumisiones, mentiras y otras actitudes que no son de Dios verdadero, un día pasaran la cuenta.
Así como yo, muchos estamos dolidos, desencantados. A pesar de los Obispos y sacerdotes como usted y Karadima la iglesia existe, la barca de Pedro puede tambalear pero ustedes no lograran hundirla.
Le saluda y lo invito a convertirse al Dios de los pobres, de la historia, de la Liberación.
Carlos Ernesto Sánchez