Célibe o cura casado -- Antonio Garay

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Moceop

Cura obrero, párroco en un barrio de Manises (Valencia) veterano simpatizante moceopero, militante y animador.
La tercera edad tiene similitudes con la ascensión a una montaña, que desde lo alto tienes perspectivas y panorámicas excelentes y preciosas. En la ascensión sufres y disfrutas al mismo tiempo, porque el cansancio y la dureza se apoderan de ti, pero al mismo tiempo la alegría de poder superar las dificultades, te dan esa satisfacción que sólo conocen los montañeros. Yo he sido y soy de los «dosmiles» y he pateado un poco las montañas del País Valenciano, Euskal Herria y Pirineos.

En estos momentos me encuentro en la última ascensión de mi vida y puedo ver con claridad mis etapas de un recorrido que ha merecido la pena hacerlo. Como en la cumbre de una ascensión que ves un horizonte amplio, bonito y precioso, mi vida puedo contemplarla como un don y un regalo de Dios que me ha acompañado en todo momento, aunque algunas veces no percibía su presencia.

De la misma manera que uno vislumbra la mano de Dios en la belleza de la naturaleza, así he percibido su mano en mi vida. Quizás sea la mística de experiencia de Dios. Qohélet ha descubierto en el libro del Eclesiastés que en cada circunstancia de la vida hay una posibilidad de crecimiento y una oportunidad para construir algo nuevo porque todo tiempo es tiempo de Dios.

Esa fue su experiencia de la sabiduría.
Desde esta perspectiva de mi vida, digo, puedo ver diversas etapas que me han marcado para tomar un rumbo, una línea, un compromiso, una espiritualidad. Podía comenzar preguntándome los inicios de mi educación, de mi religiosidad, de mi fe, para recorrer posteriormente las diversas etapas que apuntaba antes.

1-. MI RELIGIOSIDAD Y MI POLÍTICA INICIAL.

Educado en un seminario tradicional, legalista y pietista, me inculcaron que el mejor religioso era el que mejor cumplía con las normas y leyes, el que era piadoso y sentimental y vencía todas las tentaciones en cuanto a la afectividad y la sexualidad se refería. Esta concepción dualista de vencer el cuerpo y sus pasiones sería la ascética y, desarrollar en cuanto se podía el espíritu, sería la mística. La consecuencia fue la dicotomía en uno mismo.

Tanto es así que ante los cambios de valores que trajo consigo la modernidad, no teníamos ni formación básica, ni personalidad, ni fundamento importante para dar respuesta a mi fe, ni el desarrollo adecuado de nuestra afectividad y sexualidad. Considero que el celibato era impositivo, sin una aceptación convincente, ni un asumir adulto. No nos enseñaron a desarrollar. Comprendo que eran otros tiempos y que estoy juzgando desde la perspectiva de hoy.

De aquí que las secularizaciones fueron masivas entre mis compañeros en las décadas de los 70 ? 80. Y no me gusta usar la palabra secularización, porque actualmente no acepto las distinciones clero?secular, cura?seglar, humano?divino, etc. Veo más correcto decir que hubo compañeros que optaron por otro camino y que tanto los curas como los seglares tenemos unos carismas y ministerios específicos en la comunidad cristiana sin hacer distingos de superioridad.

En esta primera etapa tuvo mucha importancia mi militancia o apoyo político en el inicio de la liberación del pueblo vasco en tiempos de franquismo. Esta militancia me enseñó ser consecuente con el ideal y con el proyecto que uno se había marcado, que después me daría las pautas para una militancia cristiana. Ser interrogado en el Cuartel del Ejército de Loyola de San Sebastián por el Comandante Lasanta, que después sería el fiscal del Proceso de Burgos y posteriormente ejecutado por ETA, son hechos de las dificultades en la subida a la cima de la montaña.

2-. EL CAMBIO ESTRUCTURAL EN MI VIDA.

El comienzo de una nueva vida con el trabajo manual, el contacto y compromiso con el mundo laboral, con Barrios obreros, con nuevos militantes, con grupos eclesiales progresistas, por un parte, y la apertura, el conocimiento y amistad con mujeres, por otra parte, fue una catarsis en mi vida. Los valores tradicionales se tambaleaban, la crisis estructural se hacía patente y los momentos angustiosos se reflejaban en las dudas. Más de una vez se me planteaba la necesidad del salto del muro y del vacío en ese encontrarme con algo nuevo, algo impensable. Vislumbraba que al otro lado de la barrera me esperaba algo precioso, bonito, lleno de inquietudes, pero también lleno de sentido.

Con la ayuda en primer lugar de Dios a quien no veía muchas veces y, los mediadores que eran mis grupos, mis compañeros, mis colegas por otro, comencé a caminar la segunda etapa de mi vida. Quise ser consecuente con el ideal y el proyecto que me marcaba mi fe y mi compromiso, y esto me llevaba a una serie de enfrentamientos e incomprensiones, pero al mismo tiempo descubría que la auténtica sabiduría consistía en descubrir en cada etapa, una posibilidad de crecimiento y, ahí encontrarme con Dios.

Mi desarrollo afectivo tuvo mucho que ver en todo lo que estoy diciendo. Suelo decir que a los treinta años comencé a darme cuenta dónde tenía la nariz. Mis primeros contactos con la mujer fueron saludables, desconcertantes, maravillosos. Todo un mundo a descubrir y todo un mundo de colores. Fue una etapa preciosa, de verdad. Se me abrió un mundo con nuevas perspectivas. Comencé a ver un mundo en clave femenino, prohibido y amurallado hasta entonces.

Fue un momento clave en mi vida y, opté por el celibato, no porque el celibato fuera mejor o peor que el matrimonio, ni para tener más tiempo para dedicarme al Señor, a los demás, como dice San Pablo en la primera carta a los Corintios. Lo importante no era tanto ser casado o soltero, sino vivir en el desprendimiento de uno mismo como nos recuerda el mismo Pablo y en la misma carta.

La experiencia nos enseña, pues, que la entrega, la donación, el amor, la solidaridad, las bienaventuranzas, serán las pautas imprescindibles para ver si uno va por buen camino; no la concreción del cura casado o célibe.
Todos creemos que el cristianismo continuará porque es el mismo Espíritu el que sostiene, pero somos conscientes que determinadas formas de ser Iglesia cambiarán, están cambiando, están en las últimas. Las nuevas formas están pidiendo paso a gritos para que los Curas Casados, los seglares, la mujer, las comunidades cristianas de base, etc. tengan mucho más protagonismo en la Iglesia

Si enamorarse de una persona significa entrega, alegría, lo más importante, el cambio de vida, etc. puedo decir que estoy enamorado de Jesús de Nazaret y Cristo de la fe, de tal manera que dentro del celibato he encontrado mi camino. Con mediaciones, por supuesto, como puede ser la vida comunitaria, los grupos antes aludidos, los amigos?amigas, etc. La soledad considero uno de los aspectos más negativos de la vida. Es triste, es amargo, es inhumano. Santa Teresa de Jesús decía que ?con Dios basta??, eso creo, pero repito, con mediaciones; porque el primer mediador fue Jesús de Nazaret.

Por lo tanto, seamos curas casados o curas célibes, lo importante es que seamos felices, que nos desarrollemos humanamente y que el testimonio de fe sea nuestra misión.