CELAM: LA OPCI?N POR LOS POBRES Y EL «CUELLO DE BOTELLA» ORGANIZACIONAL. Jung Mo Sung

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Adital

Aparecida.jpgEn estos días que preceden al fin de la V Conferencia del CELAM, muchos cristianos y personas de «buena voluntad» están a la expectativa del resultado final. Sabemos que el documento aprobado en la reunión será considerado un «borrador» o provisorio, hasta que sea revisado y aprobado por el papa. Sabemos también que no serán muchos los que leerán el documento en forma completa. Mientras tanto, las principales ideas del documento – o aquellas que los medios de comunicación les dieron mayor énfasis – influenciarán, sin duda, la vida de la Iglesia Católica y la forma como otras Iglesias cristianas y la sociedad verán y se relacionarán con ella.

Una de las preguntas que está en la cabeza de mucha gente es si el tema de la «opción preferencial por los pobres» y la cuestión social de América Latina y el Caribe estarán presentes en el documento. Yo pienso que sí. No sólo porque el papa Benedicto XVI los mencionó en su discurso de apertura de la Conferencia, sino también porque no tratar esto sería una señal de gran insensibilidad de los obispos en relación con los graves problemas sociales que afligen a gran parte de la población de nuestro continente. Lo que sería un «desastre» para la imagen pública de la Iglesia Católica.

Por lo tanto, la mención de la «opción por los pobres» en el documento no puede ser visto como una «victoria» de los sectores que se identifican con la teología de la liberación o con las Comunidades de Base. Incluso los sectores de la Iglesia Católica que son más insensibles a los clamores de los pobres saben que es necesario, por lo menos, mantener la apariencia de lo que es «políticamente correcto» y hablar en favor de los pobres y contra la exclusión social.

El «quid» de la cuestión está en lo que sigue después de la afirmación de la opción preferencial por los pobres. La posición actual del papa Benedicto XVI de simplemente criticar al capitalismo y al socialismo, sin proponer ninguna otra alternativa más concreta, puede ser entendida como una forma velada de proponer la vuelta a un modelo de sociedad premoderna donde la Iglesia (la Católica, claro) ocuparía el lugar central de la sociedad y ejercería el papel de la «maestra» en el campo personal, social, económico y político. Una maestra exigiendo que las instituciones del Estado y de la sociedad sigan sus «consejos».

No pienso que es papel de la Iglesia Católica proponer modelos concretos de sociedad, pero quedarse en un nivel de crítica tan abstracto y genérico no ayuda en nada a la lucha por una vida más digna para los pobres de América Latina y el Caribe. Ante problemas sociales y ambientales tan agudos, es imperativo correr el riesgo de equivocarse en los campos más concretos de las luchas, que equivocarse por omisión o por miedo simplemente de equivocarse. Sólo cuando las Iglesias cristianas discuten los campos concretos, se puede ver más claro hasta qué punto los discursos genéricos y bonitos en favor de los pobres son consistentes y fieles al Evangelio.

Y más todavía, es solamente en este nivel que aparece si la intención principal de la Iglesia Católica – y también de las otras – es luchar en favor de la vida de los más pobres, de colocarse al servicio del Reino de Dios, o de luchar por el mantenimiento y la recuperación del «prestigio» y poder de la jerarquía clerical y de la Iglesia ante la sociedad y el Estado.

Aunque el documento apunte en la dirección de colocarse al servicio del Reino de Dios en las luchas concretas por la vida de los más pobres, sabemos que la aplicación práctica dependerá mucho de cómo cada obispo y cada sacerdote se posicionará ante esta cuestión. Por la estructura organizacional y de poder de la Iglesia Católica, el rumbo y las prácticas de las pastorales dependen demasiado de los sacerdotes y de los obispos. Lo cual es un «cuello de botella» serio en la ejecución concreta de la opción por los pobres.
Más allá de un documento que (a) reafirme la misión de anunciar el evangelio a los pobres – la buena nueva de que Dios está con ellos en la lucha por una sociedad donde todas las personas puedan vivir una vida digna -, de convocar a todas las personas de buena voluntad para que entren en esta lucha; y que (b) señale campos más concretos para esta tarea; es necesario (c) modificar la estructura organizacional y de poder de la Iglesia Católica y de sus pastorales para que podamos producir más frutos y de mejor calidad.

Las Comunidades Eclesiales de Base – con su espíritu y su forma organizacional – tuvieron un papel fundamental en las décadas pasadas y todavía tienen un papel importante que cumplir, pero pienso que las nuevas realidades de las mega-ciudades, de la globalización y de las redes digitales que penetran en casi todos los rincones de América Latina y el Caribe exigen también otras formas de organización y de estructuración de poder capaces de articular más y mejor a los cristianos que están más preocupados con lo que pasa fuera de las Iglesias. Yo pienso que es fundamental que creemos o reforcemos diversas formas de organizar a los llamados «laicos» de la Iglesia para que sean más eficientes y no tan dependientes de la estructura y mentalidad clerical.

* Profesor de postgrado en Ciencias de l Religión de la Universidad Metodista de San Pablo y autor de Sementes de esperança: a fé em un mundo em crise