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Oficina de Asuntos Públicos
Área de investigación y discurso público
Comunidad Bahá’í de España
Los movimientos migratorios, el flujo de refugiados, los mecanismos de integración y el fortalecimiento de la cohesión social en la sociedad de acogida son cuestiones que preocupan, en diferentes niveles, a la opinión pública.
Mediante una serie de artículos, se pretende abordar, por un lado, las causas de estos fenómenos y, por el otro, el papel de la participación y del reconocimiento identitario en los procesos de integración y de fortalecimiento de la cohesión social.
En los siguientes párrafos, no obstante, simplemente se explorarán las causas principales relacionadas con lo que se ha llegado a conocer como «el problema de los refugiados».
Las causas se pueden agrupar en diferentes capas de profundidad.
En el nivel más superficial, aparecen al menos tres causas: los últimos conflictos de Medio Oriente y de África, especialmente en Siria, Iraq, Libia y Mali, que obligan a las poblaciones a salir y eludir los males concomitantes a la guerra. La expansión del fundamentalismo, el impacto consiguiente y los estallidos de violencia étnica en esas mismas regiones se pueden colocar en este nivel de causalidad.
En un nivel más profundo, se observan otras causas no siempre reconocidas: la pobreza estructural y la opresión relacionada a ella que fuerza los desplazamientos y hace de caldo de cultivo para otros males sociales; la degradación medioambiental y los desastres naturales, fruto, en muchas ocasiones, de una relación de explotación entre el hombre y la naturaleza; las tensiones y mafias suscitadas por la búsqueda de recursos naturales, ya sea petróleo, coltán u otros; la expansión de la cultura del consumismo que legitima la explotación ilegítima de ciertos minerales para fines particulares; la ineficacia tanto del sistema de seguridad colectiva de la ONU para mediar ante conflictos y para prevenirlos, como de las políticas de ayuda al desarrollo; la segregación de las mujeres de los procesos de toma de decisiones; todo ello incita la salida y los movimientos migratorios.
Ya en el corazón de estos movimientos se pueden identificar otras causas desatendidas pero fundamentales, la raíz del problema. La sociedad se ha globalizado, la cultura, la economía, la ciencia y los problemas también, pero la política no ha seguido el mismo ritmo, generándose así un gran déficit de gobernanza. La competición y el conflicto son los principios que rigen las relaciones entre las personas y entre los Estados, y la lucha por la supervivencia ?una característica animal? domina la conciencia humana y configura las relaciones. Los prejuicios ideológicos, de género, de nacionalidad, de raza o de religión azuzan los conflictos, impiden la acogida, generan barreras artificiales y no permiten apreciar la identidad humana compartida por todos.
¿Y qué ocurre en Europa que imposibilita la respuesta colectiva ante esta crisis?
Algunas cuestiones estructurales y otras conceptuales dificultan la canalización de la buena voluntad. Aquí aparecen algunos ejemplos:
– Al proyecto europeo le falta avanzar en términos de unidad política.
– El interés nacional domina las relaciones entre los Estados a pesar de querer estar unidos.
– El miedo a lo diferente y la islamofobia se han ido fortaleciendo durante los últimos años.
– No hay un modelo efectivo de integración social: el alemán, el francés y el inglés parecen haberse agotado.
– Existe una noción de la identidad europea que no se corresponde con el momento actual, sino que rememora una supuesta identidad religiosa cristiana, de gente blanca. Sin embargo, los musulmanes son europeos y los afroeuropeos, los asiático europeos, los latino europeos también.
– La expansión de la xenofobia y la canalización de ésta por parte de partidos políticos dificulta las políticas de acogida e integración.
– Los derechos humanos, seña de identidad europea, parecen están subordinados en la práctica a la economía y a la condición de ciudadano.
– Se ha configurado un sistema social poco hospitalario.
– El individualismo, el interés nacional, el consumismo y la competición, desafortunadamente, son los principios más importantes que vertebran la sociedad europea.
– Europa tiene responsabilidad directa en algunos de los conflictos que están produciendo refugiados: ha entrado en guerras, ha vendido armas a los diferentes grupos, ha intervenido en operaciones militares de dudosa legitimidad.
– El prejuicio impide ver los análisis objetivos sobre el impacto de los refugiados en los países de acogida, que muestran, por ejemplo, que en cinco años el dinero invertido en ellos, cuando se acompaña de políticas de empleo, se dobla por los ingresos que reportan http://www.eldiario.es/theguardian/refugiados-pueden-devolver-inversion-europea_0_517248731.html
Estas deficiencias de las políticas europeas no son simplemente responsabilidad de sus líderes. Todos debemos buscar soluciones creativas a los desafíos que enfrentamos sin depositar la responsabilidad en los demás.
¿Y Qué papel juega en todo esto la hospitalidad organizada colectivamente? Quizá este sería un aspecto al que las religiones podrían contribuir a fortalecer.
La hospitalidad es una virtud individual y un principio de articulación de la sociedad que puede manifestarse en comportamientos personales así como en leyes y estructuras sociales. Además, la hospitalidad es una de esas nociones que aparece en todas las tradiciones religiones y que en cierta manera, simboliza la unidad subyacente a todas ellas. La hospitalidad en el Islam adopta formas mucho mayores que con anterioridad. Se refleja tanto en el comportamiento de los individuos que se desvivían por servir a la gente que iba a su casa, como en las estructuras que surgieron: hospital-es, hospi-cios para viajeros, alojamientos para gente que iba a hacer el peregrinaje
Hoy día fortalecer la hospitalidad tendría grandes implicaciones para afrontar algunos de los problemas que vivimos: acoger a inmigrantes, a refugiados, dar asilo a gente que sufre, contribuir a que desaparezcan las guerras, fortalecer las políticas de desarrollo, emprender iniciativas denodadas por erradicar la pobreza, tratar con bondad al medio ambiente… Todo esto tiene relación con la hospitalidad y, de nuevo, existe una faceta individual y otra colectiva. Como personas, podemos intentar acoger a gente, tratarles como si fueran de nuestra familia. Colectivamente, podemos también establecer mecanismos para no dejar fuera a nadie.
Los sistemas sociales, por tanto, también pueden ser más o menos hospitalarios. Algunos sistemas sociales no son nada hospitalarios, ni siquiera para los ciudadanos del Estado: no se preocupan por las desigualdades excesivas, por la seguridad social para los desfavorecidos, por la educación?? Hay muchos países así. Otros sistemas sociales pueden considerarse hospitalarios con limitaciones: acogen bien a las personas con ciudadanía o nacionalidad o procedentes de países con convenios, pero rechazan a los no ciudadanos o no nacionales. Hay algunos sistemas sociales así en el mundo y la socialdemocracia aspira a ello.
Sin embargo, también puede haber sistemas sociales con hospitalidad universal que acojan y protejan a las personas por su mera condición de ser humano, sin importar la ciudadanía o la nacionalidad. Este debería ser el estándar.
SECRETARÍA DE ADIM
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