Los ciudadanos y, especialmente los madrileños, no deben perderse en el laberinto informativo de lo que está pasando y retener lo básico para sacar conclusiones.
La borrasca que se cierne sobre el PP es ciertamente grande y no sabemos lo que se llevará por delante.
El PP es uno de los actores principales de la vida democrática de este país y no hay duda de que muchos españoles creen que son gente honesta, dispuesta a luchar contra la corrupción, el favoritismo y el egoísmo de tramar negocios, capitales y beneficios. Y, en general, hay que suponer que es así.
Pero, ante sospechas y hechos bien documentados, la investigación legal pertinente ha recopilado escuchas y conversaciones grabadas, testimonios directos, confesiones, denuncias que delatan una trama larga de personas concretas, vinculadas en mayor o menor grado al PP y colaboradoras de él.
El ciudadano común pide para estos casos investigación, depuración de los culpables y aplicación de la justicia. Paradójicamente, la reacción oficial del PP ha sido unánime: mentira, no hay nada de nada, todo es una campaña de desprestigio, persecución y acoso contra el PP.
Todo esto, como señal de verdad y unidad , lo ha querido dejar plasmado en esa foto patética, evocadora del entierro del Conde Orgaz, pero sin muerto en el medio.
En lugar de reconocer la legitimidad de la investigación y sus resultados, se han propuesto negar todo, atacar a quienes llevan la investigación y pararles los pies.
En un partido como el PP, el principal de la oposición, esta estrategia resulta infantil y antidemocrática. Si no hay nada de nada y no temen a la verdad, ¿a qué viene toda esta maniobra de ocultamiento y obstrucción de la justicia?
¿Cómo explicar que responsables cualificados del PP no hayan intervenido para impedir caer en la trampa de identificar posibles actos delictivos de individuales afiliados o colaboradores del PP con la entidad misma del Partido? ¿Cómo no han parado la descabellada recusación del juez Garzón sabiendo que tan torpes argumentos se iban a caer por sí mimos? ¿Cómo aplaudieron el invento de una caza conspirativa, que de inmediato se iba a desvanecer y les iba a dejar en pueril ridículo? ¿Cómo pudieron alentar al ex ministro Federico Trillo, hoy portavoz de Justicia y Libertades, mil veces descalificado, para que públicamente hiciese la recusación del juez Garzón?
Aclarar la verdad, hacer justicia y sancionar a los responsables es lo que un partido debe hacer, si quiere recobrar la credibilidad ciudadana. Lo demás, -echar balones fuera, atacar a quien no corresponde, descubrir conspiraciones donde no la hay- es simulación, cobardía y mal calculado cinismo que, a la postre, dañan aún más al honor e imagen del partido. Al PP se le pasaron los días de festivos y de gloria, en que todo parecía estarle permitido y le acecha en este momento a sus dirigentes –primero de todos al Sr. Rajoy- la hora de los cuchillos largos.
El pueblo, a pesar de la confusión manipuladora, entiende, se sobrecoge y apunta conclusiones.
(Publicado en el periódico PUBLICO el 19 de febrero de 2009)