«Hoy es el décimo aniversario de mi vida de encarcelado. Un día como hoy, hace diez años, me llevaron al calabozo de X al atardecer. Ocho meses después me transfirieron a una cárcel central y meses después a otra, donde sigo estando. Antes, jamás hubiera creído que fuera a pasar diez años de mi vida en la cárcel; ni siquiera podía imaginármelo. Desdichadamente, lo que era increíble se convirtió en realidad.
Acabo de pasar estos diez años en una sucesión de sufrimientos físicos y morales (golpes, insultos, humillaciones diversas, hambre, insomnio, calor, falta de aire para respirar, dureza de los camaradas encarcelados…) y de alegría (visitas de parientes y amigos, bondades de camaradas prisioneros, esperanza de una cercana libertad, buenas noticias del exterior, testimonios de amor, de confianza y de amistad…) Las visitas, sobre todo, llegan incluso a hacerme olvidar que estoy en la cárcel. La tuya fue la mejor. Me recreó y la recordaré siempre.
Mi mujer ha ido a X dos veces. Llevaba el documento al Gachacha (tribunal popular) del que te hablé. Sólo pudo entender que mi dossier no era demasiado malo. Los Gachacha están en plena actividad. Encarcelan más que liberan. Ya hemos sobrepasado la cifra de once mil. La situación es insostenible. Buen número de los que pasan la noche fuera al raso, tienen que hacerlo sentados. El número de enfermos e incluso de muertos ha aumentado.
Quizás la próxima carta que te escriba sea desde otro lugar; puede incluso que fuera de la cárcel. Eso espero. En cuanto tanga noticias de algo no tardaré en enviártelas».