En la comparación de Occidente frente al universo del Islam, la clave de la diferencia radica en la sociedad laica como forma de entender la organización en los países de raíz cristiana. Ha sido un largo tránsito en el que la Iglesia ha tenido que ceder el poder público para refugiarse en la dirección de la moral privada. En España hoy las cosas no están tan claras.
Los españoles tenemos el recuerdo reciente de la entrada bajo palio del dictador Franco en las catedrales. La Iglesia condenó a Galileo porque la ciencia no concordaba con la fe. La Inquisición quemaba en la hogueras a los herejes que se apartaban de la ortodoxia.
Todo esto dejó de suceder por la tensión de la sociedad civil para restar influencia a la Iglesia. En el mundo islámico este fenómeno todavía no se ha producido. Ahí radica la diferencia: el poder civil de ellos depende de la religión. Aquí luchamos porque no sea así frente a las pretensiones de ingerencia de la Iglesia Católica que quiere definir, incluso, el modelo educativo de nuestros hijos.
Hay algunas manifestaciones de los líderes católicos españoles que nos recuerdan aquellos tiempos en su voluntad de controlar la sociedad civil desde la interpretación de la religión que hacen ellos mismos. Las Iglesias, en general, son el último reducto no democrático de las sociedades occidentales. Su organización no responde a los parámetros de las demás instituciones que por ley tienen que someterse a los postulados de la Constitución. Así, aprobada la ley de igualdad que influye, incluso, en la composición de la dirección de las sociedades anónimas, las mujeres siguen relegadas en el seno de las estructuras de la Iglesia Católica: no pueden ser sacerdotes y su papel siempre es el de subalternas.
Ahora monseñor Cañizares amenaza a quien imparta en las escuelas del Estado la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Dice de ellos que colaborarán en la extensión del mal. Porque la Iglesia, en la concepción de Antonio Cañizares, sigue teniendo el monopolio de la interpretación que determina qué es el «bien» y qué es el «mal».
En mi opinión tenemos que ser firmes porque de ello depende la salud de nuestra sociedad que debe ser permisiva, pero laica. Si dejamos campo de acción a Cañizares crearemos las condiciones de regreso a la época en la que Galileo fue condenado porque la ciencia no concordaba con la religión.