Cuenta Javier Morán en La Nueva España que la unidad de España y el proceso de paz en el País Vasco -con la consiguiente interlocución del Estado con ETA-Batasuna-, sigue presente en la agenda del cardenal, arzobispo de Toledo y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Antonio Cañizares. Sigue aun después de la visita a Valencia del Papa Benedicto XVI, quien evitó en sus alocuciones toda alusión a cuestiones de la España política.
En una entrevista publicada este lunes por el diario «El Mundo», tras la visita del Pontífice durante el fin de semana, el cardenal Cañizares advertía que la unidad de España «no es una cuestión de fe, sino una cuestión moral». El Primado se preguntaba si «¿se puede hacer una segregación o una secesión, o alguna región puede separarse del resto sin que esto afecte a los demás españoles?».
Para el Cardenal, «son cuestiones morales» interrogantes como estos: «¿No hay aspectos de justicia, de colaboración y de solidaridad que deben ser respetados y reconocidos? ¿No hay unos derechos que no sólo son de esa región, sino del resto de los españoles?».
Sin embargo, existen voces discrepantes. El teólogo José María Díez-Alegría, fundador y presidente durante años de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, de carácter progresista, sostenía este domingo en un entrevista ofrecida a LA NUEVA ESPA?A que «la unidad de España no es un mal moral; se puede decir que es un bien moral, pero no un bien moral obligatorio, como el amor al prójimo o el «no matarás»».
El teólogo gijonés y ex jesuita agregaba que «con todo respeto, que algunos obispos quieran intervenir en esto con una enseñanza ético social me parece una equivocación».
Por su parte, Cañizares centra sus críticas a la hipotética disolución de España apoyándose en el criterio moral de la solidaridad. Así, dice el Cardenal que «cuando se habla de unidad, uno de los temas que están implicados es el de la solidaridad. ¿Cómo no vamos a sentirnos todos afectados por unos estatutos que no conllevan la verdadera solidaridad entre los pueblos de España?».
Este factor solidario ya aparecía expuesto en la instrucción pastoral «Valoración moral del terrorismo en España. De sus causas y de sus consecuencias», en la sesión plenaria de la CEE de noviembre de 2002, con nueve sufragios en contra y cinco abstenciones sobre 63 obispos con voto.
Dicho documento advierte que «La «virtud» política de la solidaridad, o, si se quiere, la caridad social, exige a los pueblos la atención al bien común de la comunidad cultural y política de la que forman parte».
El mismo texto refiere que «la doctrina social de la Iglesia reconoce un derecho real y originario de autodeterminación política en el caso de una colonización o de una invasión injusta, pero no en el de una secesión».
La instrucción de los obispos es taxativa al afirmar que «no es moral cualquier modo de propugnar la independencia de cualquier grupo y la creación de un nuevo Estado».
Respecto al caso español, los obispos aseguraron entonces que «la configuración propia de cada Estado es normalmente fruto de largos y complejos procesos históricos», y que «España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos», por lo que «poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable».
Más matizado, no obstante, es lo afirmado en el «Compendio de la doctrina social de la Iglesia», hecho público en 2005. En dicho compendio, en su número 387, se advierte que existe la «cuestión de las minorías, que históricamente han dado lugar a no pocos conflictos».
Sobre los procesos independentistas, la doctrina social de la Iglesia reconoce que «en la legítima reivindicación de su derechos, las minorías pueden verse empujadas a buscar una mayor autonomía o incluso la independencia: en estas delicadas circunstancias, el diálogo y la negociación son el camino para alcanzar la paz».
Eso sí, el compendio añade que, «en todo caso, el recurso al terrorismo es injustificable y dañaría la causa que se pretende defender».
La preocupación de algunos obispos por la unidad del Estado ha llevado a los cardenales Cañizares y Rouco Varela a enviar a sus parroquias una oración por España. «Nosotros hemos pedido sencillamente que se ore por España en esta situación, para que las instituciones democráticas mantengan esa unidad», indicaba el cardenal de Toledo en la citada entrevista.
Pero Díez-Alegría comentaba al respecto en LA NUEVA ESPA?A: «Que me recen por España, por supuesto, pero más todavía deben rezar por la Iglesia católica y por que acierten en su oficio pastoral el Papa y los obispos. Eso les toca mucho más».
El proceso de paz es otro de los flancos del Gobierno criticado por Cañizares. «Políticamente no cabe una negociación con ETA. Con los terroristas no se puede negociar, lo que deben hacer es disolverse y entregar las armas».
Nuevamente, el teólogo Díez-Alegría mostraba discrepancias sobre el hecho de que la CEE afirmase en la referida instrucción que «al hablar del diálogo no nos referimos a ETA, que no puede ser considerada como interlocutor político de un Estado legítimo, ni representa políticamente a nadie».
Alegría se preguntaba «¿qué quiere decir interlocutor político? Es una cosa tan vaga que no hay por qué afirmarla como una especie de dogma».
En cambio, el teólogo indicaba que «con un terrorista que no acaba de reconocer que el terrorismo con fines políticos no es aceptable como medio se puede hablar de política para tratar, si se puede, de mejorar sus puntos de vista e incluso comprender un poco mejor los suyos».
Por tanto «no puede negarse todo diálogo y decir que hay que someterles por la pura violencia, sin hablar, hasta que los hayamos matado o hayan huido», agregaba Díez-Alegría.
En cuanto al perdón en el ámbito del terrorismo y sus víctimas, Cañizares incide en que «el perdón reclama arrepentimiento. ETA debe admitir no sólo que se ha equivocado, sino que ha hecho un gravísimo daño. Ha asesinado a casi 1.000 personas, herido a muchas más, extorsionado y dañado a muchísimas familias. Los terroristas tienen que decir que se disuelven, y desaparecer del todo, porque si no hay arrepentimiento no puede haber perdón».
Díez-Alegría, por su parte, reflexionaba de otro modo: «Comprendo sobre todo a las víctimas, pero yo creo que están apasionadas y no tienen serenidad. Esto lo digo con gran respeto y al que no le parezca lo que yo digo le respeto».
El teólogo progresista advertía, además, que «en un sentido cristiano, aun antes de que ellos (los terroristas) pidan perdón, hay que perdonarlos en el corazón». Alegría daba por supuesto que «es dificilísimo, pero lo de perdonar a los enemigos, lo de hacer bien a los que os hacen mal, son palabras, si no literales, casi literales de Jesús de Nazaret».