IGLESIA-GOBIERNO / La Moncloa prefiere el talante moderado y dialogante del obispo de Bilbao
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Cuenta Oriol Domingo en La Vanguardia que el moderado y dialogante obispo Ricardo Blázquez se configura como mediador entre el Gobierno español y el Vaticano imponiéndose a los cardenales Antonio M. Rouco y Antonio Cañizares y al portavoz Juan Antonio Martínez Camino, el jesuita que cuenta con el respaldo de ambos purpurados que son muy influyentes en sectores conservadores de la Iglesia española y de la Curia romana.
Desde la Moncloa ha habido un significativo guiño público hacia Blázquez por parte de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. Ocurrió en la cena del 25 de marzo en la embajada española ante la Santa Sede con motivo del nombramiento cardenalicio del arzobispo Cañizares. Rodeada de cardenales y arzobispos, la vicepresidenta se dirigió expresamente a un comensal que sólo era obispo: «Ruego a monseñor Blázquez que transmita al Papa Benedicto XVI el afecto de España y de su Gobierno, y el deseo de que tenga un largo y fructífero pontificado».
El Gobierno aprovecha la circunstancia de que Blázquez es el presidente de los obispos, gracias a los votos emitidos por los propios prelados, para reconocerle su papel de principal interlocutor. Blázquez ha demostrado a lo largo de la última década en una diócesis tan compleja como la de Bilbao que su modo discreto de actuar es creador eficaz de convivencia y no es debilidad pese su frágil apariencia. Su postura respecto a la tregua permanente de ETA coincide con la de los obispos vascos, que, a su vez, es una posición que difiere de la actitud de los conocidos como los tres Antonios (Rouco, Cañizares y Martínez Camino), que se remiten a la instrucción pastoral del 2002 que ya entonces dividió al episcopado.
También desde el Vaticano se ha lanzado un mensaje que sintoniza más con Blázquez que con los tres Antonios. El propio Papa Benedicto XVI, al recordar a san Francisco Javier, dijo el pasado miércoles: «Os invito a rezar para que todos intensifiquen sus esfuerzos por consolidar los horizontes de paz que parecen abrirse en el País Vasco y en toda España, y a superar los obstáculos que puedan presentarse a lo largo de este camino».
Esta mejora de clima – pese las tormentas que puedan darse en materias de vida, familia y educación- se puso ya de relieve a raíz del consistorio cardenalicio en Roma en el último fin de semana de marzo. Se apuntaron unas claves que dejan entrever por dónde pueden ir las relaciones diplomáticas y eclesiales del Vaticano y de la jerarquía de la Iglesia católica con el Gobierno de España. Teóricamente las relaciones son buenas. La vicepresidenta Fernández de la Vega y el nuevo cardenal Cañizares, que es uno de los prelados más críticos con la política gubernamental, coinciden en señalar que las relaciones entre Iglesia y Gobierno han de basarse en el mutuo respeto, en una actitud de colaboración leal desde la autonomía de los dos ámbitos y sin intromisiones.
En este contexto, el Gobierno ha aprovechado sus contactos en Roma para dejar establecida su postura. 1) Hay un principio: la soberanía de un país no está sujeta a la Iglesia y a los dogmas. 2) Hay una realidad que se asume: España es incompleta sin la Iglesia y su labor solidaria y asistencial. La Iglesia es el conjunto de fieles, en este caso millones de ciudadanos, y no sólo es la jerarquia, y ésta es una realidad que han de tener en cuenta tanto los obispos como los gobernantes. Se admite que Iglesia y Gobierno tienen puntos comunes y están comprometidos con los valores de solidaridad y justicia social. 3) Según la propia vicepresidenta, los acuerdos de 1979 entre Vaticano y Estado español han permitido mantener unas relaciones estables.