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Ayer día 2 de Febrero, estando cambiando una pila de un reloj para uno de los chavales de la cárcel, sonó el teléfono y era Santiago, un cura amigo, de 81 años, que al descolgar el teléfono sus palabras fueron: “Ha muerto José Antonio”, y confieso que al principio al escucharlo me quedé como frío y pensando , y así se lo dije a Santiago, que había sido lo mejor para él, y Santiago corroboró lo que yo decía. Comenzamos a hablar de qué teníamos que hacer, de dónde se le podía llevar, y yo quedé en que cuando fuera a la cárcel momentos después me enteraría de todo y lo llamaría. Casi sin asumir lo que había pasado, pagué la pila del reloj y salí de la relojería. Sólo lo que me vino a la cabeza es que había muerto el día de la Virgen de Candelaria, patrona de nuestra parroquia de San Blas, de su parroquia, de la parroquia donde habíamos vivido y compartido tantas cosas…
José Antonio es un hombre de 47 años que llevaba toda su vida encerrado en lo que fue su peor cárcel: la droga, una droga que le llevó desde casi jovencito a delinquir y a estar en la calle, una droga que le impidió vivir como ser humano, como cualquier persona, y una droga que le llevó a la segunda cárcel, la de los barrotes, pero hoy recién fallecido todavía no sé qué cárcel fue peor de las dos. Toda su vida caminó entre la adicción a las sustancias, la cárcel, la calle, la delincuencia… toda su vida fue un querer saber qué hacer con ella, con su vida, y en el fondo no saber qué poder hacer. Toda su vida fue un encierro y una tristeza. Vivía en el barrio de San Blas, un barrio también machacado por la misma experiencia de la droga; otro hermano suyo también enganchado a lo mismo, y también con la misma problemática de droga y cárcel; sus padres murieron y su hermana apenas se relacionaba con ellos, en los momentos en que estaban en la calle iban a su casa y estaban con ella y con sus sobrinos… sus padres murieron pronto… Quizás lo más importante en la vida de José Antonio fue encontrarse con Santiago, su otro padre, su amigo, su salvador… en el fondo la imagen y la presencia del mismo Dios en su vida. Santiago, el cura del barrio de San Blas que desde joven casi “como que los adoptó a los dos hermanos”, y para ellos significaba todo.
Era el que siempre estaba con ellos al pie del cañón, con su socarronería y con su cercanía siempre estaba preocupado por ellos y de lo que necesitan. Y junto a Santiago, Jorge, el otro cura que también lo acogió en su casa, en sus momentos de libertad y sobre todo en sus momentos de enfermedad; José Antonio tenía SIDA desde hacía muchos años y cuando se ponía peor ahí estaba su otro padre, Jorge, para cuidarlo, para ducharlo, para darlo de comer… quizás toda la ternura de Dios se plasmó en estos dos hombres de Dios que le hicieron ver que Dios es Padre, y que ese Dios no abandona, que Dios se vale de nosotros sus hijos para transmitirnos su amor, porque detrás de cada abrazo, detrás de cada apretón de Santiago y de Jorge, sin duda que ha estado el apretón y el abrazo del Padre Dios. Quizás, y aunque suene fuerte, José Antonio tuvo suerte a pesar de todo, porque el Dios Padre-Madre se hizo presente en su vida como no se ha hecho presente en la vida de nadie. “Cuantas veces hemos llevado al baño en esta casa a José Antonio, cuantas veces le hemos lavado porque se hacía todo, cuantas veces le hemos acogido en casa sabiendo que cuando se pusiera bien se iba a marchar de nuevo a la calle”, decía Jorge; pero detrás de esas palabras ni el más mínimo reproche, al contrario cuando lo decía se le iluminaba la cara con orgullo y con la satisfación de poder hacer de “mediador y portador de todo el amor de Dios”.
En uno de esos momentos conocí a José Antonio en casa de Jorge, cuando íba por allí a ver a los muchachos; confieso que siempre era de carácter fuerte y áspero y en ocasiones casi yo también pensaba como el mismo Jorge, que no se merecía todo el cariño que se le daba, pero a la vez constatábamos su debilidad, su pobreza, su necesidad, su desvalimiento… Y después calló en prisión, y justo en la prisión de Navalcarnero. Yo lo visitaba a menudo, asistía a la misa, y bueno siempre nos pedía cosas, como casi todos: cigarros, caramelos, tarjetas de teléfono, ropa… pero todavía de vez en cuando había un José Antonio un poco cercano, nos daba un abrazo y se mostraba con cierto cariño, cosa que en estos últimos meses ya le ha faltado, y se ha vuelto tremendamente asocial, y sin querer saber nada de nadie. Siempre me daba recuerdos y abrazos para Santiago, Jorge y todos los muchachos de la casa… cada vez que íba a verle sus palabras siempre eran una retahíla para nombrar a todas las personas que él conocía y que habían convivido con él, y lo decía con cariño porque ciertamente eran su única familia. Los dos padres, Santiago y Jorge, también iban a comunicar con él entre cristales de vez en cuando; Santiago como padre mayor le echaba sus broncas y él por supuesto que las aceptaba, pasaban un rato agradable, nos reíamos, y siempre al final: recuerdos a todos, no os olvidéis de decirles que me habéis visto y que me acuerdo de ellos, y que pronto nos veremos.
José Antonio salió en libertad, y fue de nuevo como otras veces a la casa de Jorge, y ahora allí ya vivían con él un grupo de africanos que también había acogido en su casa, y que eran su nueva familia; un grupo de africanos que desde el primer momento acogieron a “su nuevo hermano” como uno más, le dieron lo mejor, le cuidaron, le quisieron… y ciertamente él no supo corresponder a tanto cariño y continuaba con sus rarezas y con sus contestaciones, ciertamente era un hombre extraño José Antonio, quizás tanto sufrimiento le había hecho ser así… pero en esa casa siempre había un amor especial hacia él… incluso le dejaron una habitación para él solo para que estuviera más agusto…. Pero José Antonio no se adaptó y al final tuvo que dejar la casa, se marchó y de nuevo fue su perdición. Tras varios meses sin saber de él, y después de dilapidar todo el dinero de nuevo volvió a los robos y a la delincuencia… y de nuevo a la cárcel de Navalcarnero, su otra casa, el sitio donde ha permanecido los últimos años. Por un robo del que decía no ser culpable le cayeron cinco años de condena… es la condena de los pobres porque a los ricos por mucho que roben siempre les cae menos. Y ya esta vez estaba mucho más tocado, estaba afectivamente peor, mucho más asocial, sin integrarse en nada, sin participar en nada, siempre de mal humor, apenas se le arrancaba una sonrisa… De nuevo Jorge y Santiago iban a visitarle y para él era una buena inyección de esperanza y de fortaleza, toda la que todos los demás no sabíamos darle, todo el consuelo que yo no sabía darle, se lo daban sus DOS PADRES…
Por aquel entonces, Manolo, su hermano estaba en la cárcel de Ocaña, y decidió pedir el traslado a Navalcarnero para poder estar con su hermano; cuando pensaban estar juntos, y sin saber por qué José Antonio; ante una propuesta de la trabajadora social, accede a un traslado a otra cárcel, y le llevan a Dueñas, en Palencia, donde estuvo cerca de año y medio. Y justo en ese tiempo, para intentar juntarse con él, llega su hermano a Navalcarnero y se encuentra que ya no está allí. Ese más de un año fue muy duro allí porque se encontró muy solo, sus dos padres se encontraban en Madrid y no fuimos a verlo…por fin de nuevo lo traen a nuestra cárcel y puede reunirse con su hermano, con el que ha estado algo más de un año, juntos, en el mismo chabolo, en el mismo patio… compartiendo los últimos momentos de su vida. Pero de nuevo la vuelta fue mucho peor, ya no era el mismo, mucho más abandonado, sin integrarse en nada, siempre enfadado, y sin apenas arrancarle una sonrisa ha pasado el último tiempo… “sus padres” han seguido con él; su anciano padre Santiago enviando dinero a los dos y estando siempre preocupado por ellos, Jorge atendiéndolos en lo que podía y preparando su vuelta al hogar, aunque es verdad que han ido menos por allí… quizás ya José Antonio estaba de otra manera.
En Navidad me llamó Jorge un día para pedir permiso y poder ir a verle; cuando fui a verle al módulo el dia7 de enero me dijeron que estaban los dos de baja, en el chabolo, porque estaban con gripe, y decidí esperar unos días a volver porque no me dejaban subir a verlos; a los tres días me dijo Jorge que le habían ingresado con una neumonía y que estaba muy mal… pregunté en la cárcel pero casi nadie sabía nada, porque en la cárcel nunca saben nada de estas cosas… pero de nuevo “sus padres” iban a verlo al hospital a menudo y nos iban diciendo cómo se iba encontrando y como iba en parte mejorando…pasó el peligro pero se encontraba mal, muy desorientado, en ocasiones con la cabeza perdida, sin saber donde estaba. Y de pronto la semana pasada la trabajadora social me dijo que podían darle el alta en unos días; “¿Dónde va a ir?”, le pregunté; y ella dijo que iría al modulo de enfermería de la cárcel, un modulo que hoy por hoy es una especie de psiquiátrico encubierto, donde el dolor y el sufrimiento humanos se respiran por doquier… pero José Antonio, quizás por suerte no tuvo que ir a ese módulo, fue definitivamente a su casa, fue definitivamente con su Padre Dios que le estaba esperando con los brazos abiertos, no llegó a ir a la enfermería, el día de la Candelaria, su madre María lo llevó hacia Dios. Este es José Antonio, esta es su vida.
Cuando iba a Navalcarnero ayer en el coche, después de conocer la noticia, la verdad es que iba dando vueltas a la cabeza y al corazón a todo lo que había pasado, y de nuevo como siempre pensando que son los pobres los que sufren, recordando las palabras que muchas veces le decían los pobres en El Salvador a Monseñor Romero: “Monseñor, por qué los pobres sufrimos tanto?”, y se me comenzaron a caer las lágrimas porque José Antonio era uno de sus pobres. Para intentar aliviarme un poco puse la radio en el coche, y estaba puesto el cd de una misa andaluza, con el canto de entrada, que dice:
“Bienvenido a tu casa, vas a estar como Dios, que comience la fiesta que hemos hecho en tu honor. Bienvenido a tu casa, aquí se habla en amor, el idioma del alma, el que mueve montañas, el idioma de Dios…”
Y confieso que tuve casi que parar el coche porque comencé a llorar de emoción, era como si el mismo Dios me estuviera diciendo a través de esa canción que José Antonio ya estaba con El, que lo estaba acogiendo, que efectivamente lo estaba esperando; sentí en mi corazón que así era, sentí profundamente el abrazo de Dios a su hijo José Antonio… experimente que le daba la bienvenida a una casa especial, junto a El, que de esa casa nunca se iría, que estaría para siempre a su lado… Y al final terminaba la canción “el Señor de la casa te abre su corazón”. Sentí que el mismo corazón de Dios se abría a aquel hombre machacado por la vida pero que por fin había encontrado la paz y la felicidad, sentí que el Dios de la vida que le había abrazado y querido tantas veces en los brazos de Santiago y de Jorge le abrazaba ahora definitivamente… y casi vi sonreir como nunca a José Antonio… en esa nueva casa ya no tendrá pesares, ya no tendrá las rejas de la cárcel ni de la droga, ya solo podrá disfrutar y ser feliz… en algunas ocasiones también se enfadará con su Padre Dios pero será un enfado distinto porque el DIOS DE LA VIDA LO ACOMPAÑARA SIEMPRE. “Bienvenido a tu casa José Antonio, le habrá dicho el mismo Dios”, a la casa que te tenía preparada desde siempre y que ahora podrás disfrutar para siempre… Sentí que Dios había preparado una fiesta, una gran fiesta en su honor
Fue un rato de gozo el que viví dentro del coche llegando a Navalcarnero, un rato de sentir la mano de un Dios que de nuevo contaba conmigo y con todos nosotros para ser sus brazos y sus manos, para ser su vida y poner esperanza en medio de tanto dolor, en tantos “ joses antonios “con los que me encuentro y nos encontramos a diario.
Llegué a la cárcel y fui a ver al director, que le encontré un poco más humano que de costumbre, me dijo que procurara estar cerca de él porque no tenía a nadie y me necesitaba… fui también a ver a Manolo al modulo que se me abrazó diciendo “se nos ha ido, se nos ha ido…”. Y comenzamos a ver cómo podríamos a hacer para que él saliera a ver a su hermano y para hacer una despedida digna. Pregunté al director si podríamos velarlo por la noche en el hospital, pero me dijo que “por medidas judiciales” no se le podía velar, que estaría en la cámara hasta que mañana se le icinerara. No lo entendí, me puse a decir de todo… ni siquiera en ese momento podríamos estar un rato con él, ni siquiera en el final de su vida podríamos acompañarlo como a cualquier persona, iba a estar solo en aquella cámara frigorífica… pero me vino de nuevo la canción al corazón y pensé que “El Señor de la casa le había abierto ya su corazón”.
Al salir comuniqué a Jorge lo que me habían dicho y quedamos en acompañarlos hoy, a los dos hermanos, en el momento final; Manolo saldría desde la cárcel para poder despedir a su hermano y nosotros le acompañaríamos en ese momento de dolor y de sufrimiento, iba a ser en Colmenar Viejo.
Esta tarde hemos llegado al tanatorio de Colmenar Viejo, hacia una tarde muy desapacible, de agua nieve, y cuando hemos llegado estaba ya allí la guardia civil con Manolo, y luego ha llegado el cuerpo sin vida de José Antonio. Hemos entrado a la capilla, un lugar frio e inhóspito. Pero sin duda especialmente tierno ha sido el abrazo del Padre Santiago al hijo Manolo, ha sido de nuevo “un abrazo de Dios”, cargado de expresión y de mezcla entrañable de Dios. Después le ha abrazado Jorge y todos los que estábamos allí, voluntarios de la cárcel, un muchacho africano, compañeros de la parroquia… su famiia… ha sido un momento duro pero emotivo y tierno, ha sido de nuevo poder volver a tocar a Dios. En todo el momento ha estado Santiago abrazado a Manolo, y Jorge nos ha hecho una bonita oración…un silencio nos envolvía y a la vez una voz profunda de un Dios grande y misericordioso que se hacia presente en todos nosotros… apenas media hora para despedir a José Antonio, mientras todo ya estaba preparado en su nueva casa, mientras él “participaba de la fiesta hecha en su honor”.
Jorge ha hecho alusión a que falleció en el día de la Candelaria, que yo también pensé el dia anterior. Y en ese momento he dado gracias a Dios de nuevo como tantas veces en mi vida por aquella comunidad, por aquel barrio, por tantas personas que allí me enseñaron a ser cura, por el seminario… me he sentido de nuevo muy agraciado por todo ello, por haber descubierto en aquel San Blas que la vida está para entregarla, que solo el que pierde su vida la salvará y que solo se puede ser cura cuando e vive en medio del mundo, cuando se comparte todo codo a codo…
Un día de lleno de Dios, un día lleno de esperanza, un día lleno de vida… un día donde José Antonio ya está en su nueva casa, donde esta noche ya duerme en sábanas límpias… Y recuerdo de nuevo las palabras de Monseñor Romero “el hombre es más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres y es menos hijo cuanto menos hermano se siente del prójimo”. Y le pido a Dios a Monseñor que me lo crea así cada día, que me sienta hijo porque me siento hermano de los demás. Que sienta que Dios cuenta en cada momento conmigo para abrazar a aquellos a los que probablemente nadie abraza pero a los que Dios me pide especialmente que abrace. Que nunca olvide que solo puedo ser cura cuando abrazo desde Dios a aquellos a los que nadie abraza.
Que disfrutes de la fiesta José Antonio, descansa en paz junto al Padre, y que El te de en plenitud todo el amor que “tus padres” aquí también te han dado. Ya comienza la fiesta en tu honor…
3 de Febrero de 2015