La noticia, difundida el pasado martes en un comunicado de prensa del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y del que lupa protestante se hizo eco al punto, no puede ser más esperanzadora no sólo para el movimiento ecuménico en el largo y azaroso camino hacia la unidad visible de la Iglesia por la que Jesús de Nazaret oró al Padre en el pasaje de Juan 17, sino también para la cada vez más necesaria pax religiosa de la que tan perentoriamente necesitada está no sólo la sociedad civil ?esto es, la sociedad, nosotros los ciudadanos? sino antes de nada las propias confesiones/tradiciones que, por activa o por pasiva, se hallan involucradas en el fenómeno de la hiperevangelización.
La Alianza Evangélica Mundial (AEM, WEA por sus siglas en inglés) ha dicho ?Sí?? al Consejo Mundial de Iglesias y al Vaticano para apoyar un código de conducta común ?que rija las actividades de búsqueda de conversos al cristianismo??. Bendita sea. Una decisión sin duda histórica. Desde aquí, nuestra más cordial y fraternal felicitación.
Sed trata de buscar ?ahora, también con el apoyo de la AEM, aleluya? un consenso razonable, desde una antropología teológica serena, respetuosa de la bendita pluralidad de culturas y sensibilidades, también religiosas, que pueda propiciar una desaceleración de la práctica indiscriminada del ?robo de ovejas?? de la que no pocos grupos han hecho eje y motor de su existencia utilizando para su febril proselitismo medios agresivos. En este sentido, merece todos nuestros parabienes y apoyo sin reservas la iniciativa del Consejo Mundial de Iglesias, de la que, todo hay que decirlo, no consta que sus iglesias miembros por España, la Iglesia Evangélica Española (IEE) y la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE) se hayan hecho eco. La asignatura pendiente de la comunicación, ay.
Si en algún asunto no tienen sentido las exclusivas es en un tema tan crucial como la salvación. Tan crucial?? y tan personal. En el pasaje del Juicio de las Naciones de Mateo 25 no aparecen para nada las instituciones; tan sólo los creyentes individualmente. Y no son juzgados por su tesón en salvaguardar la sana doctrina o su ardor evangelizador, sino sencillamente por su testimonio personal a diario. La parroquia universal de millones de creyentes cristianos de a pie no entiende, a Dios gracias, de oscuros intereses institucionales de la retahíla de confesiones / tradiciones / denominaciones / misiones / etc.
El anhelo de que ?todos sean uno?? de la oración de Jesús está menos lejano de materializarse tras esta decisión de la Alianza Evangélica Mundial de volver al redil ecuménico?? en el que nació y del que de hecho nunca llegó a distanciarse del todo. El hecho de que se hayan producido puntuales distanciamientos del barco ecuménico común a escalas regionales, o esporádicos prontos de actuar en nombre de los evangélicos saltándose las instituciones representativas legales quedará seguro en meras anécdotas. Lo que cuenta es que al fin está tomando cuerpo la Iglesia en estos días en que los fundamentalismos religiosos tienen cada vez más arrinconada a la sociedad laica y cada día es más delgada la línea fronteriza que separa el derecho de las confesiones cristianas a evangelizar ?léase conseguir nuevos adeptos? de lo que no cabe definir sino como fiebre sectaria proselitista. A la Iglesia real, la que formamos los creyentes, se nos une también la Iglesia institucional, integrada por tantas y tantas confesiones, denominaciones, agencias y entidades colaboradoras ?de Juan 17?, como es el caso de la Alianza Evangélica, sabedoras de que ninguna iglesia, ningún grupo es poseedor de la verdad ni tiene la exclusiva de la salvación. Ambas cosas son patrimonio de?? Jesús de Nazaret.