En el umbral del tercer año de su papado, Benedicto XVI está endureciendo su posición para afianzarse como el pontífice que temían los liberales y esperaban los conservadores. Elegido el 19 de abril de 2005 para suceder a su querido amigo Juan Pablo II, el líder de la Iglesia católica inició con soltura su cargo de pastor de una enorme grey. Extendió su mano a disidentes, los representantes de otras religiones y a países tradicionalmente hostiles a su Iglesia.
Pero recientemente, a medida que se aproximaba a sus 80 años, el ex cardenal Joseph Ratzinger ha trazado una posición más enérgica.
Ha rechazado los llamados, incluyendo de obispos de su Alemania natal, para permitir que los católicos divorciados que vuelven a casarse participen plenamente en la iglesia.
Ha advertido a los políticos católicos que deben decidir en cuestiones como el aborto, la eutanasia y el matrimonio que los valores de la fe «no son negociables». Y ha cerrado las puertas a toda flexibilización del requisito del celibato para los sacerdotes.
Su persistente defensa de la «familia tradicional» basada en el matrimonio de un hombre y una mujer ha envalentonado a los obispos italianos, que libran una intensa batalla contra una propuesta del gobierno de extender algunos derechos a parejas no casadas, incluyendo uniones del mismo sexo.
Y también está el viaje que hizo Benedicto en septiembre a Alemania, cuando sus referencias al Islam y la guerra santa indignaron al mundo musulmán. Desde entonces el pontífice se ha retractado en parte, y si bien insiste en condenar la violencia en nombre de la religión se ha abstenido de acusar al Islam.
Marco Politi, corresponsal en el Vaticano del periódico italiano La Repubblica y biógrafo de Juan Pablo II, considera que el papado de Benedicto se enfoca principalmente en el interior de la Iglesia. El Papa se ha interesado sobre todo en enseñar el catolicismo a los católicos.
«Ratzinger es una gran figura cultural, espiritual e intelectual, pero en el Vaticano ha sido un predicador. Históricamente, un gran profesor no siempre es un gran jefe de Estado», dijo Politi. «No ha habido reformas internas —como para dar suficientes clérigos a los fieles— ni nuevas iniciativas en el escenario internacional para el diálogo entre las grandes religiones. Hay mucho catecismo y poca política».
Uno de los principales escenarios del pontífice para reavivar la fe es Europa, que recientemente dijo estaba encaminada en una dirección «que podría dejarla al margen de la historia».
Pero Benedicto ha luchado por contener la ola secular. Perdió terreno en la España católica, que aprobó el matrimonio homosexual, y ahora ha puesto la mira en su propio terreno.
El debate ha sido particularmente estridente en Italia, donde las palabras del Papa —también es obispo de Roma— tienen una repercusión inmediata en los medios de comunicación. Después que los italianos rechazaron en una votación un intento respaldado por el Vaticano de revocar la ley liberal sobre el aborto en 1981, Juan Pablo II básicamente se mantuvo al margen de la política italiana.
Benedicto parece dispuesto a revisar cuestiones sociales.
Su elegido como presidente de la conferencia de obispos ha asumido una línea particularmente dura, y la policía italiana le ha asignado una protección especial debido a amenazas contra su vida.
La posición del Papa empieza a tener repercusiones en el exterior. Los obispos estadounidenses criticaron recientemente los panfletos de un teólogo de la Universidad de Marquette por considerarlos incompatibles con las enseñanzas de la Iglesia, mientras que a una pareja de lesbianas en Wyoming se le comunicó que no podían recibir la comunión.
Las designaciones en diócesis clave en Estados Unidos y otros países en donde los obispos llegan a la edad de retiro darán indicio de la Iglesia que Benedicto está moldeando.
Enrique Miret Magdalena, un respetado teólogo español moderado de 93 años, dijo que Benedicto, que cumplió 80 años el lunes, es «un anciano y el papado depende firmemente de él. Le teme al cambio».
A medida que Benedicto se aproxima al aniversario de su asunción [hoy], la Santa Sede tomó la medida de formular los principios básicos de su papado.
Un discurso pronunciado por el segundo en la jerarquía del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, a un público de industriales en Milán, resaltó la lucha contra el relativismo y la visión de Benedicto de una Europa «que no solamente sea una realidad económica y política sino que también se nutra de sus fundamentos espirituales». Citó la necesidad de una «identidad cristiana» que contraste con el «secularismo generalizado».
La actitud serena aunque algo tímida del pontífice entre en público, proyectando la imagen de un profesor universitario sorprendido por la multitud que acude a sus disertaciones, contrasta con la de un teólogo adusto en un despacho del Vaticano.
Entre sus primeros visitantes se encontraba un conocido disidente y ex colega universitario, el teólogo liberal Hans Kung, que cayó en desgracia durante el papado de Juan Pablo.
Benedicto también disciplinó al fundador del movimiento conservador Legionarios de Cristo, protegido de Juan Pablo que durante décadas fue objeto de denuncias de abuso sexual. Antes de asumir como pontífice, Benedicto se había quejado de la «suciedad» en la Iglesia, supuesta referencia al abuso sexual perpetrado por sacerdotes.
Antes de su viaje a Alemania en septiembre, Benedicto dijo a un entrevistador en la televisión alemana que «el cristianismo, el catolicismo, no es una colección de prohibiciones». Pero en marzo emitió una «exhortación» de 131 páginas para asegurarse de que los obispos, los sacerdotes y los 1,200 millones de católicos en el mundo cumplan estrictamente las enseñanzas de la Iglesia.
La exhortación incluyó una mención nostálgica del latín, que ha estado en declinación desde las reformas liberalizadoras del Concilio Vaticano II de 1962-65. Sugirió que se enseñara a los fieles a recitar las plegarias más comunes en latín.
El Papa visitará Brasil en mayo para pronunciar un discurso importante a los obispos latinoamericanos. El Vaticano sentó las bases de su viaje con una censura a un prominente paladín de la Teología de la Liberación, el religioso Jon Sobrino, condenando algunas de sus obras por «erróneas o peligrosas».
Fue la primera acción papal de Benedicto en ese sentido. Pero como principal guardián de la ortodoxia doctrinal durante más de dos décadas disciplinó a varios teólogos.
En septiembre reanudará sus viajes por Europa con una peregrinación a Austria, donde los católicos tradicionalmente se han mostrado reticentes ante las directivas de Roma.