[Social.cat/Todo es posible] Entre el barrio de Pedralbes y el de Ciutat Meridiana distan poco más de 13 kilómetros de distancia que, según el google maps, podríamos hacer en escasos 15 minutos de tiempo si fuéramos en coche. Sin embargo, entre estos dos barrios, ubicados en la misma ciudad, existe un abismo social que se está haciendo, año tras año, insoportable. Según los datos de 2012 del Departamento de Estadística del Ayuntamiento de Barcelona, un habitante de Pedralbes tiene una renta 6,5 veces superior a la de uno de Ciudad Meridiana, o bien 6 veces superior a la de uno de Trinitat Nova o de la Zona Franca, por poner otros dos ejemplos.
Existen muchos datos que indican la preocupante consolidación de esta Barcelona dual. Hace algunos meses, por ejemplo, investigadores del proyecto europeo Sophie advertían de que la diferencia de esperanza de vida entre los residentes del barrio de Sant Gervasi y el del Raval es actualmente de 8 años: mientras que en el primero sus habitantes viven de media unos 81 años (una cifra algo por encima de la media europea), en el Raval esta cifra se situaba en los 73 años (dato comparable a países como Nicaragua, República Dominicana o Irán).
Pero más allá de las frías cifras, esta brecha social se traduce en personas que afrontan un día a día concreto y totalmente dispar y que en el caso de los barrios más empobrecidos tiene que ver con una vida marcada por los desahucios (recordemos que Ciutat Meridiana es el barrio de España donde más ejecuciones hipotecarias se han producido), la creciente pobreza y la auténtica supervivencia. Una realidad, cabe destacar, que afecta con especial virulencia a determinados colectivos: jóvenes, mujeres y personas inmigradas. Es un paisaje social que percibimos de primera mano y de mil maneras en nuestras calles, y que es corroborado por tantos profesionales de los servicios sociales que no hacen más que repetir que se encuentran literalmente ?desbordados??. Lo que está claro es que, hoy en día, nacer en distintos barrios de una misma ciudad como Barcelona puede implicar tener trayectorias vitales totalmente diferentes.
Las causas de cómo hemos llegado a esta fractura social tienen que ver con la crisis, pero van mucho más allá. Por un lado, es obvio que el paro, la precariedad laboral o el impacto de los recortes en servicios públicos son especialmente significativos en determinados lugares. Por poner sólo un ejemplo: en barrios como la Zona Franca el paro afecta a casi el 20% de la población, mientras que en otros, como en Vallvidrera, esta cifra es cinco veces inferior. Por otra parte, existen elementos mucho más de fondo, y que tienen que ver con la falta de políticas verdaderamente orientadas a la inclusión social ya la redistribución de la riqueza.
El resultado de todo este escenario es muy preocupante: Barcelona, escaparate para turistas de todo el mundo, camina progresivamente hacia la creación de guetos en los que el conflicto social está más que servido y en el que multitud de personas no tienen garantizada su existencia diaria. Cuando a poco más de un año se empieza a hablar de las elecciones municipales de 2015, no parece existir otro debate más urgente que el de encontrar medidas y políticas concretas que pongan freno a esta Barcelona cada día más polarizada.
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