BABEL. Jaime Atienza

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Alandar

El accidente de dos norteamericanos en medio de un país de una cultura lejana ?Marruecos- abre la trama de la película de González Iñárritu, Babel. En medio del dramatismo de su situación la película transmite la ternura de los cuidados que la mujer herida recibió de los lugareños en una alejada aldea, y sus intentos instintivos por salvar su vida y acompañar su sufrimiento. Ese pasaje de la película consigue reconfortarnos con el espíritu y la esencia humana, por la preocupación directa y cercana por el otro en una situación de urgente necesidad, aun siendo el otro alguien en una posición de poder, de mayor riqueza.

Hace algunas semanas pude sentirme, junto con otras personas en el lugar de la víctima auxiliada, y conocer de primera mano la atención, la ternura y también el sentimiento de gratitud, en un lugar lejano y en medio de una cultura aparentemente ajena. En mi caso era además un blanco herido en el África negra que tanto sufrió por la dominación europea ?muy recomendable al respecto el reciente libro de Luis de Sebastián ?África, pecado de Europa??.

Dentro de nuestro viaje visitando proyectos en Senegal tuvimos un grave accidente de coche, y varios de los ocupantes sufrimos heridas muy fuertes. Desde el momento en que ocurrió el accidente el tiempo se detuvo y se llenó de angustia; Mucho dolor físico, heridas graves y una vivencia de una violencia brutal, como tantos accidentes. Dos compañeros despedidos por la luna del coche, inconscientes y sin poder moverse.
Y en medio de toda esa situación, recibimos lo mejor del espíritu humano. Muchos coches y personas parados, todos ayudando, nadie curioseando. Muchos brazos haciendo fuerza juntos para romper la puerta y sacarme del coche en que había quedado herido y atrapado. Los bomberos trabajando con mucha seriedad y una profunda sensibilidad para nuestra angustia y nuestras heridas.

Nos llevaron a un hospital pobre en medios pero en el que la atención humana fue excelente. No había anestesia pero nos cosieron las heridas, no había medios pero sí excelentes profesionales que nos empezaron a curar y nos ayudaron también a salir de nuestra situación de angustia. Nadie nos cobró nada, ni hubo quien buscara algo en provecho propio a cambio de ayudarnos. En los días posteriores recibimos atenciones, visitas al hospital de algunas personas representando a organizaciones que habíamos visitado, llegadas de muy lejos.

Fue una lección el recibir un trato humano de tanta categoría y conocer además a profesionales tan comprometidos y tan capaces; la gente tiene un gran potencial pero pocas oportunidades. Al hospital le faltaban medios, no médicos ni enfermeros. Toda una parábola de la realidad y del desarrollo africano.

Al llegar a España me sorprendió que en los primeros días ?con los golpes muy visibles- varias veces personas desconocidas se acercaron a preguntarme que me había pasado y se alegraron por las limitadas consecuencias del choque. Fue como si el espíritu africano que vivimos hubiera llegado también a nosotros. O, simplemente que en el fondo y cuando el tiempo nos lo permite ?con calma, sin estrés- asoma nuestra cara más humana.

La brutal experiencia de un accidente muy lejos me permitió, nos permitió encontrar en mucha gente su mejor cara, y recuperar mucha confianza en el espíritu y la esencia buena del ser humano. También deja como poso nuevas energías y motivaciones para trabajar más por el desarrollo de África, ahora incluyendo una especial gratitud, una deuda por pagar.