Asuntos de familia -- Ladislao García Pardo, escritor y columnista del Diario Montañés

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El Plural

La reunión en defensa de la familia católica no está mal; y hasta tiene su interés informativo. Más o menos como las que organizan merengues y culés en La Cibeles o Canaletas. Sin darle más importancia Por desgracia los colchoneros hace tiempo que no podemos rendir tributo al dios Neptuno.
Hay diferencias, pero también afinidades.

Entre las segundas está la reafirmación de que son los mejores. Lógico; si no se consideraran así, sus seguidores se quedarían en casa. Además ya se sabe que no hay peor juez de sí mismo que el interesado; sobre todo en momentos de exaltación partidista. Una diferencia es que los Rouco´ Boys se creen los únicos poseedores de la verdad absoluta. Exactamente igual que muchos clérigos musulmanes.

Ellos también piensan que su religión es la única verdadera. Pero si todos nos ponemos en la misma tesitura va a resultar muy difícil ponerse de acuerdo.
Más diferencias: imaginemos que un club pretenda que todo ciudadano de este país tenga el carnet de su club por decreto ley. Es lo que pretenden las huestes de don Rouco; todos con el carnet en la boca al paso alegre de la paz.

Otra. Los directivos y jugadores van con frecuencia a los campos a aplaudir o a jugar. Sin embargo los de los defensores de la familia reniegan de la familia al formar el más grande y exclusivo club de solterones misóginos. ¿Cómo se puede recomendar al respetable que se case y forme una familia si ellos son, vocacionalmente, solteros?

Tampoco se le ha ocurrido jamás a las otras aficiones exigir al gobierno que publique leyes que favorezcan al club de sus amores. Por ejemplo pedir una ley del fútbol que impida a otros equipos fichar jugadores y los que lo hagan reos sean de delito. O una ley que impida al árbitro, el gobierno en este caso, pitarle faltas a ellos, pero que lo hagan a los demás.

Y ya dejando a un lado el símil futbolístico, no estaría demás que don Ratzinger, don Rouco y compañía vayan entendiendo de una vez por todas que ya no se sientan a la mesa de los poderosos ayudándoles a mantener la poltrona a cambio de privilegios, como que el pueblo haya de marchar a su paso y, aunque pudieran sentarse, nada podrían hacer los mandamases ya no son tan poderosos como para someter al pueblo. Ahora el soberano es el pueblo.

Repito, magnífico que se reúnan y den consignas a los suyos, pero que no pretendan que las adopte todo el mundo. Las dictan para su afición y aquí Paz y a Dios gloria. Y si no las cumple es o que no son muy lógicas o que la afición no les es muy fiel.

Y ahí es donde quería llegar. El lema, al menos este año, era ?por la defensa de la familia católica??. Para que haya una defensa tiene que haber un ataque previo. ¿De dónde viene ese ataque si aquí estamos todos muy tranquilos? Parece ser que de leyes que permiten el matrimonio homosexual, el divorcio y el aborto. Eso, a primera vista, no habría de preocupar a los solterones y mucho menos a sus huestes. Son permisivas, no conminatorias.

Si sus fieles quieren seguir sus mandatos nadie les obligará a casarse con un individuo de su mismo sexo, ni a abortar, ni a divorciarse, ni siquiera a tomar anticonceptivos o la píldora postcoital. ¿Dónde está el problema? Que van perdiendo clientela a marchas forzadas y que los que creen sus milongas, no se las tragan del todo.

Quizá será importante que hagan eso que ellos llaman examen de conciencia porque cada año tienen menos público en la Plaza de Lima. Este año la política de bocadillo y autobús la han extendido por todo el continente europeo llegando hasta Polonia. Y aún así les ha disminuido la parroquia. Tal vez ha llegado el momento de que vuelvan la mirada hacia el Cristo. Aunque lo tienen muy difícil, no vaya a ser que se agarre otro rebote y eche a fariseos y vendedores del templo. Y a la Conferencia Episcopal en primer lugar.