Asamblea ciudadana -- Jacques Gaillot, obispo de Partenia

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Partenia

Cuando una mañana dije que iba a Fleury-Mérogis, en el sur de París, alguien me respondió: « ¿vas a la cárcel? » Fleury-Mérogis es el nombre por la que se conoce, en efecto, como la mayor cárcel de Francia y también, según parece, de Europa. ¡4.000 personas, ya es una gran aldea!
Yo no iba a la cárcel sino al Ayuntamiento. El alcalde comunista y el teniente de alcalde me habían invitado para hablar conmigo de la Asamblea ciudadana que deben celebrarse un sábado de septiembre y que tratarían de la vivienda, la educación y la salud.

La palabra « ciudadano » está hoy día cargada de sentido. Indica que cada uno/a es responsable, actor en la ciudad. No meramente cuanto tocan elecciones sino en todo lo que tenga que ver con la convivencia.

¿Acaso no estamos llamados a traspasar las fronteras geográficas, religiosas, culturales… para convertirnos en ciudadanos del mundo? ¡Qué difícil es ver en el rostro del otro lo que hay de universal en él, antes de ver de inmediato su diferencia!

El alcalde insiste para que la Asamblea se termine con un aperitivo y una comida de buffet. Tiene razón. ¿Pero por qué reservar la fiesta para el final? ¿La Asamblea ciudadana no puede ser festiva de principio a fin? En lugar de dejarlo en manos de especialistas que hagan discursos sobre lo que conviene pensar, los ciudadanos han de tomar la palabra y que se dé un debate ciudadano.

El señor alcalde lo aprueba y piensa que ya es hora de irse a comer.