Les acercamos estas dos cartas, que nacieron del seno de las reflexiones de las Comunidades
Eclesiales de Base, a la comunidad grande de la Parroquia de Santa Cruz.
Queridos Hermanos: Nos sentimos felices de poder compartir esta mesa con ustedes y transmitirle nuestras vivencias como Comunidades Eclesiales de base.
Tratamos de seguir la vida al estilo de Jesús; lo hacemos por opción y no por circunstancias impuestas.
Nuestras raíces se unen y se juntan en los Pasionistas de la Santa Cruz, que nos apuntalaron, nos alientan y que construyen con nosotros desde la libertad, con el protagonismo laical, otros acontecimientos y documentos de esos tiempos que nos provocó una fuerza transformadora.
Nos reunimos en las casas y unimos la vida con la Palabra, adquiriendo una nueva sabiduría desde el
mensaje y la propuesta.
Empezamos reconociéndonos y afirmándonos como sujeto colectivo, sin perder nuestra individualidad.
Allí nos despojamos, expresamos nuestras vivencias y nuestros conflictos, oportunidades y logros; tratando de sembrar en nuestros corazones la escucha, la tolerancia, la corrección, la confianza y la lealtad; y nos hacemos de una intimidad compartida.
Allí nos ponernos de pie a partir de nuestras capacidades y dones, sacando fuerza para enfrentar y articular la humanidad y la realidad.
Tratamos de proyectarnos social, política y espiritualmente; trabajando para no quedarnos sólo en el clamor de la queja.
Somos todavía adolescentes, algo nuevo, un proceso que nos encamina el crecimiento, para alcanzar una fe adulta; con algo de estructura con mucho de vida en fraternidad y con las dificultades propias de todo caminar juntos.
También somos alegría, música, baile y canto, junto al pan compartido ¡¡Somos Fiesta!!
Cada comunidad tiene su modo de compartir y celebrar, de vivir la experiencia eclesial, de sentir la espiritualidad incorporando los valores evangélicos. Cada comunidad y todas juntas tenemos nuestras jornadas, nuestros escritos, nuestros paseos, encuentros y celebraciones.
También tenemos nuestras tensiones hermanos: a veces nos resulta difícil ser puente en esta Iglesia que queremos construir; algunos sentimos como desafió encontrar juntos una misión evangelizadora para llevar la ternura de Dios hacia el pueblo; a otros nos falta espacio y tiempo como comunidad para profundizar nuestra relación con los crucificados de hoy, pero sabemos que avanzamos en la formación de una Red y que aún nos quedan proyectos a realizar ¡estamos en marcha!
Y nos surgen algunos interrogantes: ¿Estaremos contagiando esta manera de ser iglesia en
las casas? ¿Estaremos siendo abiertos como comunidad? ¿Somos capaces de hacernos cargo de nuestra libertad, de esta autonomía que tanto ansiamos?
Estas son nuestras fortalezas, nuestras fragilidades e interrogantes, lo importante, ¡la buena noticia! es que a partir del encuentro con nuestros hermanos, con el amor de ellos y de Dios, en nuestras familias, amigos, trabajo, vecinos y en todas las formas de convivencia, damos testimonios de querer un nuevo pueblo, un Reino creíble como horizonte y que caminamos de la mano de Jesús.
En ?l los saludamos y bendecimos con todo nuestro amor.
(Revista Santa Cruz, Noviembre de 2.008)