Las manifestaciones de apoyo al pueblo libanés se multiplican en París. Los medios se mantienen muy discretos.
Cada tarde hay una, en el Trocadero en el atrio de los Derechos Humanos. Los turistas van y vienen, atraídos por la música y los cantos árabes.
En este famoso atrio es donde yo me reúno con los libaneses que, después de su trabajo, vienen a levantar sus pancartas, a mostrar grandes fotos sobre las violencias de la guerra en su país, y estar disponibles para hablar con los viandantes. Espero mi turno para inscribir en una gran hoja de papel un mensaje de paz con mi firma.
Los libaneses se alegran de que yo vaya a pasar una hora en medio de ellos. Ante la tragedia de su pueblo, los encuentro en estado de shock. Tienen el alma herida. Escucho el relato de los padecimientos de su corazón lastimado: un millón de desplazados, la masacre de Cana, la destrucción de su país…
Valoran el hecho de que una movilización internacional se esté desarrollando en diferentes puntos del mundo, inclusive en Tel Aviv, contra la guerra en el Líbano.
Decepcionados por la comunidad internacional, reclaman el cese inmediato de la agresión israelí y su retirada del territorio libanés.