Mientras Naciones Unidas da la bienvenida a Ban Ki-moon como octavo secretario general, África Subsahariana y Ghana asisten a la marcha de su primer, y por diez años, dirigente del organismo internacional, alabado por sus esfuerzos para hacer avanzar al continente africano. Kofi Annan situó el desarrollo africano en la agenda política internacional como ningún otro líder lo hizo antes, pero también dio muestras de flaqueza en algunos momentos transcendentales.
Ban ha subrayado ya sus prioridades para cuando ocupe oficialmente, el próximo 1 de enero, el cargo de Annan. Su principal objetivo es el de «recuperar la confianza» en la organización y entre los distintos miembros de la ONU. Pero el nuevo dirigente ha revelado también sus preferencias geográficas. Oriente Próximo ha sido resaltado como la primera prioridad. Con respecto a otras regiones, Ban mencionó especialmente los conflictos activos como el de Darfur, al tiempo que expresaba un compromiso más fuerte con las políticas internacionales de EEUU.
Por su parte Annan, el secretario general saliente, había hecho de la erradicación de la pobreza el eje de su actuación. La pobreza ocupó siempre el centro de los pensamientos de Annan. Las importantes cuestiones de paz, salud y medio ambiente eran consideradas por él bajo esa perspectiva. Y esta era en gran medida la perspectiva africana, algo que el secretario general de la ONU nunca intentó ocultar.
Durante el mandato de 10 años de Annan, el organismo internacional se vio, por lo dicho anteriormente, muy comprometido en la ayuda a África y a otras naciones para que pudieran solucionar sus conflictos, asegurar la paz y la democracia, combatir las epidemias, asegurar un buen medio ambiente y encontrar a los donantes para financiar el desarrollo – todo en una perspectiva de lucha contra la pobreza. Ban, a primera vista, parece apuntar a que se centrara más en la prevención y la mediación de conflictos, sólo por la paz.
Pero, ¿Qué ha conseguido Annan para África durante estos diez años? La mayor victoria ha sido el fin de las guerras regionales en la zona de los Grandes Lagos y en África Occidental, desplegando una tras otra las mayores fuerzas de paz internacionales vistas hasta ese momento, para garantizar la paz en Sierra Leona, Congo Kinshasa, Liberia y Burundi.
Era necesaria la firme dedicación de Annan para ser capaz de enviar misiones tan caras y efectivas a África – una región que había sido previamente ignorada siempre en lo que se refería a la construcción de la paz. Annan no aceptó que sólo los puntos calientes con gran atención de los medios en los países donantes – como el Oriente Próximo, Corea y Chipre – fueran los únicos que recibieran ayuda pacificadora efectiva, mientras que el mundo consideraba a África como una región «sin esperanza», donde de todas formas había que esperar que hubiera guerras.
Su insistencia en tomar los conflictos africanos en serio – incluso si no tenían apenas repercusiones sobre el comercio o la seguridad mundial – no era una tarea fácil. El envío de enormes contingentes de tropas a Sierra Leona se produjo justo después de la desastrosa intervención ONU-EEUU en Somalia – que minó el interés occidental de involucrarse en África – y el mayor fracaso que jamás tuvo la ONU: no poder evitar el genocidio de Ruanda en 1994.
El genocidio de Ruanda marcó muy intensamente también a Annan. Aún no era secretario general, pero ocupaba un cargo en la organización en el que podía haber hecho más y más rápido. Muchos observadores han juzgado la actuación de Annan como un intento de superar su error fatal de 1994 mediante la lucha fuerte y efectiva de las misiones de paz de la ONU en otros países africanos.
Pero sus mayores fracasos están relacionados también con los conflictos africanos. Los conflictos de Darfur y del Sáhara Occidental demostraron su falta de habilidad a la hora de mostrar su fuerza o de disimular su escasa base de poder. Fuera de África, la guerra de Irak demostró lo anterior en un mayor grado.
Sin el apoyo de ningún país poderoso, el ghanés fue, durante sus diez años en Nueva York, tomado como rehén por los intereses de las políticas exteriores de EEUU y – con menor frecuencia – de los de otras grandes potencias. En Darfur, Annan estuvo muy asociado con la visión radical sobre Sudán de la administración de Washington, algo que le hacía perder confianza ante Jartum.
En Sáhara Occidental, Annan no dudó a la hora de desentenderse de las resoluciones de la ONU y la ley internacional al dejar a la parte más fuerte – Marruecos – establecer el ritmo de la agenda. Cuando una iniciativa apoyada por EEUU y dirigida por James Baker bajó los brazos ante el conflicto, Annan perdió también su interés en el mismo.
Pero Annan ha hecho mucho más por África que intentar resolver conflictos. Combatir la pobreza figuraba como primer punto de su agenda y el ya ex secretario general será siempre recordado por la Cumbre del Milenio, que consiguió la decisión de reducir a la mitad la pobreza en el mundo antes de 2015, detener la extensión del SIDA y proveer educación primaria universal. La Agenda de los Objetivos de Desarrollo del Milenio ha «galvanizado esfuerzos nunca antes vistos para satisfacer las necesidades de los más pobres del mundo», en palabras del propio Annan.
El otro hito que Annan ha dejado en la historia de África es la guerra que declaró contra la pandemia del SIDA. Él mismo se dedicó a establecer un fondo global de varios miles de millones de dólares para luchar contra el SIDA y la tuberculosis en África y ha realizado incontables llamamientos a los donantes para financiar su cruzada contra la enfermedad y para conseguir fármacos asequibles. Gracias a su trabajo, la concienciación ante la enfermedad ha aumentado de forma importante en África, al igual que lo ha hecho la conciencia sobre el problema de la enfermedad en África para el resto del mundo.
Por lo tanto, el mayor legado de Annan ha sido el de situar las cuestiones africanas en la agenda mundial, a pesar del desinterés inicial de, entre otros, las regiones más poderosas. Su otro legado principal ha sido el fortalecimiento de la posición de la ONU en la política internacional que garantizaba que las cuestiones africanas permanecieran en la agenda mundial.
África tendrá que esperar años para contar con otro secretario general. Mientras tanto, Annan será recordado como uno de los grandes hijos de África. ¡Feliz jubilación, señor Annan!