« Animar a los pastores que tan bien saben evangelizar. » Es la bonita fórmula de una mujer de Québec que me envía la carta de un cura, Claude Lacaille, publicada en un periódico de gran tirada. Este cura fue misionario durante 45 años en diferentes países de América Latina. Vivió bajo la dictadura de Pinochet en Chile. Hizo opción por los pobres durante toda su vida y se sintió herido por las palabras del Papa pronunciadas en el avión que le llevaba a Brasil. Ese fue el motivo de su carta al Papa.
Un jesuita francés, el P. Sylvain Urfer tuvo que dejar precipitadamente Madagascar por decisión del gobierno malgache. Sin explicaciones. Había pasado 33 años en la gran isla en medio de los pobres, luchando contra la injusticia. Su salida tuvo un enorme eco en Madagascar.
Un dominico francés Claude Geffré, que es un teólogo conocido y valorado, tenía que acudir a la facultad de teología de Kinshasa en Congo para ser nombrado « doctor honoris causa ».
Dos días antes de la ceremonia, el Vaticano se opuso. ¡El P. Geffré tiene más de 80 años!
El teólogo Jon Sobrino, compañero de los jesuitas mártires del Salvador y de Mons. Romero, sirvió con valentía la Iglesia en América Latina. Acaba de ser sancionado y reducido al silencio.
Escribí de inmediato a estos pastores y teólogos « que tan bien han sabido evangelizar ». Han sufrido por parte del poder civil o religioso. Fieles a su Iglesia, sus heridas manifiestan más si cabe su amor por Jesús y el Evangelio, por el pueblo pobre. Son testigos para nuestro tiempo.