AM?RICA LATINA Y LA IGLESIA DE LOS POBRES

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Reflexión y LIberación

Al viajar por primera vez a Brasil, del 9 al 14 de mayo, el Papa Benedicto XVI va a descubrir un continente que para la Iglesia Católica siempre ha sido lugar de contradicciones y pasiones.
De esto son testimonio los dieciocho viajes que hizo ahí Juan Pablo II.

El Papa alemán, que llegará a Aparecida, cerca de Sao Paulo, para inaugurar la V Asamblea de la Conferencia Episcopal de América Latina (Celam), esperó más de dos años para visitar a su congregación más numerosa, pero enfrentada a situaciones inéditas, como el incremento de la competencia evangélica y la clara inclinación política del subcontinente hacia la izquierda.

América Latina -que alberga al 40% de la población católica mundial- fue por mucho tiempo el laboratorio de una iglesia popular, comprometida, cercana a los pobres y los desheredados. Gracias a su teología de la liberación, a sus redes militantes y a sus comunidades de base -centros de enseñanza y resistencia-, a su acción en favor de los campesinos sin tierras y de la población indígena, esta Iglesia apareció para los católicos y las fuerzas progresistas del mundo como una nueva y necesaria reserva de hombres y de ideas.

Durante decenios, a imagen de un Dom Helder Camara, ?el obispo de las favelas??, esa iglesia estuvo en la brecha y se conserva el recuerdo de esos sacerdotes, religiosas y laicos que pagaron con su sangre el precio de su compromiso contra los regímenes militares (Chile, Brasil, Argentina, etc.) y, los ?escuadrones de la muerte?? como signo de tortura y muerte.

¿Qué queda de ese modelo de Iglesia Católica? Un poco en todas partes, en Brasil, Colombia, Perú, episcopados timoratos han tomado el relevo. Las fuerzas conservadoras -como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo- han impuesto el regreso al formalismo estricto en la formación de sacerdotes y el combate por la vida (en sus posturas contra la liberalización del aborto y de las medidas anticonceptivas).

Los teólogos de la liberación, como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff y Jon Sobrino, entre otros pensadores, han sido objeto de sospechas, difamaciones y de condenas al silencio. La ?Iglesia de los Pobres?? fue acusada de predicar un evangelio político y de desviar a los fieles hacia sectas y movimientos de corte pentecostal.

Un bonito desastre. Otrora potente y casi monopólica, la Iglesia Católica de América Latina ahora está en crisis. Pierde fieles y, sobre todo, lucha por encontrar su lugar ante la explosión numérica de las iglesias evangélicas, ante el hecho de que los poderes públicos de todos esos países toman en cuenta el pluralismo confesional y ante las nuevas aspiraciones.

Durante todo este tiempo, en virtud de la mundialización y del neoliberalismo económico triunfante, se ha agrandado vergonzosamente la brecha entre las categorías más ricas y más pobres. ¿Sabrá suscitar Benedicto XVI nuevos ?profetas?? para América Latina?

Le Monde, (París).