Algo le falla al Papa -- Josep María Espinás

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El Periódico

Cuando yo era joven, al Papa no se le veía nunca si no es que ibas a Roma. Y de lejos. Era una figura que aparecía de vez en cuando en un balcón, que no daba sermones públicos –al menos no tantos como ahora o no tenían tanto eco–. Roma estaba lejos y el Papa, también. Y no había televisión.
Aquella sensación intangible de estar por encima de las cosas de este mundo, la visión de una persona humana a quien no se le conocía el latido humano, todo esto un día empezó a cambiar.

La figura del Papa fue cogiendo cuerpo y voz, se materializaba. Juan XXIII marcó la inflexión. Se encarnaba en el mundo. De esos tres grandes peligros tradicionales para el cristiano, mundo, demonio y carne, el mundo, con todos sus riesgos para el creyente, ya era frecuentado por el Papa. Quizá por primera vez en la historia había gente de fe que podía pensar, sin dejar de respetarlo, que el Papa era, a su manera, «uno de los nuestros».

La popularización de la figura papal no ha evolucionado mucho. Porque al Papa de hoy, Benedicto XVI, no se le aceptan los moldes comunicativos que había impuesto Juan Pablo II. Si ese Papa tan viajero era simpático, Benedicto XVI no lo es, y los multitudinarios recibimientos que le organizan –como ahora en su primer viaje a África– son examinados más críticamente. El gran espectáculo de la comitiva, el multitudinario público negro en una explanada o un estadio, todos los niños a los que han regalado camisas blancas, que se acercan al Papa blanco para que les toque la cabeza… Todo esto, toda esta carísima operación, a bastantes europeos nos da grima.

Esta misma figura, irreal para millones de negros pobres, enfermos y prematuramente moribundos, proclama la necesaria lucha contra la brujería y los espíritus. La inmensa mayoría de misioneros han procurado entender estas tradiciones. ¿No dicen que no se mueve una hoja sin que Dios no lo quiera? La vieja humanidad tiene muchas hojas que no se han secado y siguen moviéndose. ¿Por qué perviven? Este sí es un tema de análisis interesante.

Sospecho que Benedicto XVI tiene una curia que no lo lleva por buen camino. ¿Qué le lleva a aceptar unos obispos rebeldes que no reconocen el Concilio Vaticano II? ¿Quién le propone que nombre a un obispo ultra que afirma que el huracán Katrina es un castigo que Dios envió a las clínicas abortistas de Nueva Orleans? ¿Se puede condenar a los brujos tras creer esto? Debería aclararse: ¿el problema es la curia, o el Papa o que están de acuerdo?