Hijo y sobrino de grandes estudiosos hispano-hindúes de las religiones, Agustín Pániker es uno de los pensadores hispanos más influyentes de la actualidad, tanto por sus libros como por su trabajo como director de la Editorial Kairós. Siguiendo esa estela familiar e intelectual, en ‘El sueño de Shitala’ nos presenta un «viaje al corazón de lo sagrado». Desde su visión «ateísta», reconoce que «la religiosidad es connatural al ser humano», cree que la Iglesia católica debería abandonar su imagen de poder y buscar «un nuevo lenguaje con el que comunicar» y reivindica la memoria de su tío, Raimon Panikkar, un personaje «incómodo para la Iglesia en vida y que, ahora, intenta reapropiarse de su carisma».
«El sueño de Shitala», un título evocador para un libro que se subtitula «viaje al mundo de las religiones»
El título tiene, en efecto, un eco poético y literario (Shitala es una metáfora de la Divinidad en la India), pero la clave del contenido del libro la aporta el subtítulo: un viaje -entre personal, periodístico y antropológico- al denso y rico mundo de las religiones.
¿Qué pretende con el libro?
Mi intención consiste tanto en entretener y dar información sobre distintos aspectos de la religiosidad -en todos los continentes y en un espectro muy amplio de tradiciones- como abrir interrogantes acerca de los fenómenos religiosos: ¿qué es una religión? ¿qué significa convertirse? ¿cuál podría ser el origen de lo religioso? ¿qué es la ortodoxia? ¿y el sincretismo? Etcétera. No ofrezco ninguna gran teoría de lo religioso sino que, a partir de planteamientos que creo son originales, dejo que los lectores saquen sus propias conclusiones.
Usted se declara ateo y, sin embargo, escribe de religiones. ¿Se casa el ateísmo con a espiritualidad religiosa?
Me declaro ateísta o trans-teísta (alguien que no necesita identificar un Dios como Causa ?ltima) más que ateo, que en su acepción popular es alguien que no solo no cree en Dios sino que tiende a devaluar las religiones y el sentimiento religioso. Yo, en cambio, me considero espiritual (próximo a una espiritualidad que podríamos llamar secular o a un agnosticismo místico) y reivindico que existen muchas religiones abiertamente ateístas. Estoy pensando en corrientes de China como el confucianismo, el taoísmo o el maoísmo; también en el budismo, el bön y el jainismo; o en secciones del hinduismo; y en muchas de las religiones que designamos primales, esas que han cristalizado en sociedades de pequeña escala. Desde mi punto de vista, el concepto «Dios» no es universal. Y, desde luego, no es necesario para llevar una vida espiritual e incluso religiosa. Muchos místicos suscribirían este enunciado. Este talante me permite desmarcarme tanto de los estudios confesionales (normalmente muy sesgados) como de los académicos (que pretenden una objetividad que luego resulta no ser tal), y, por contra, me posibilita ofrecer una visión empática de las distintas y muy variadas religiosidades del mundo.
¿Una visión oriental de un occidental?
Algo de ello hay. Porque si bien mi bagaje es claramente occidental, tengo un conocimiento seguramente más amplio y profundo de las tradiciones de Oriente (he escrito extensas monografías sobre el jainismo o el sikhismo, por ejemplo), lo que me permite situarme con relativa facilidad en la posición de alguien que contempla la realidad de las religiones del mundo desde un ángulo distinto al habitual en lengua castellana; en otras palabras, desde una perspectiva quizá menos eurocéntrica o menos tamizada por filtros judeocristianos. El panorama religioso es muy distinto si lo contemplamos desde un pueblito de Thailandia, desde el altiplano mexicano o desde la ribera sur del Mediterráneo.
¿Cuáles han sido y son las religiones más beneficiosas para la Humanidad?
No creo que podamos enjuiciarlas en términos de más o menos beneficiosas. Las ha habido de más influyentes, sin duda. Todas han aportado aspectos sublimes (estoy pensando en obras de sabiduría, de arte, en valores y prácticas) lo mismo que aspectos muy negativos (guerras, inquisiciones, torturas, que normalmente dimanan de su asociación al poder). Pero más allá de cómo queramos ver la balanza, todavía falta por encontrar una sociedad sobre la Tierra que no posea sus formas de religiosidad. Por ello, sostengo que es un aspecto connatural al ser humano.
¿Y las más místicas?
Se tiende a pensar que las tradiciones índicas son más proclives al misticismo (dada su vocación eminentemente práctica y soteriológica), pero lo cierto es que si dejamos a una tradición cualquiera el tiempo y el espacio suficientes, albergará en sus seno todas las formas posibles de religiosidad y religazón. El caso del cristianismo es elocuente. Dicho esto, hay que admitir que eso que llamamos hinduismo (en realidad, una familia de religiones) contiene en su seno las más variadas formas de mística. No sé si será la más mística de las religiones (¿cómo podría ello medirse?) pero sin duda es una de las que puede admitir -dada su legendaria ausencia de dogmas-
¿Fuera de la religión hay salvación?
Primero habría que definir lo que significa «salvación» para cada uno. Si entendemos eso como la liberación de la ignorancia o el sufrimiento, entonces claro está que existe salvación fuera de la religión. Si lo interpretamos en el restringido sentido agustiniano de salvación de un pecado original, entonces tiende a regir la vieja bula extra ecclesiam nulla salus.
¿»Dios no ha muerto» e incluso vuelve con más fuerza que nunca?
No pienso que Dios vuelva con más fuerza. Simplemente, la religiosidad se transforma, se reubica en nuevos y variados contextos. Algunos hablan de una «revolución espiritual» (en los nuevos movimientos espirituales, la nueva era…), pero yo entiendo estos fenómenos más como una «reconfiguración». En último término, esas proclamas dicen más acerca de quien las enuncia que no acerca de la realidad social que nos configura o nos rodea.
¿Sin paz entre las religiones no habrá paz, como dice Hans Küng?
Indudablemente. Sin un lenguaje y una práctica de paz entre quienes lideran las religiones ¿cómo va a haber paz en el mundo? No deja de ser irónico que muchos de los que más fervorosamente dicen proclamar la paz hayan declarado o legitimado tantas guerras y conquistas o tengan visiones tan dualistas y exclusivistas del mundo.
¿Qué imagen suscitan en usted el Vaticano y el Papa?
Me viene a la mente la imagen de poder. La asociación entre la religión y el poder ha sido muy recurrente en la historia de muchas civilizaciones. Puede que en estos tiempos semi-secularizados el Vaticano y la Iglesia Católica necesiten de un nuevo lenguaje con el que comunicar con los creyentes y practicantes. En este contexto, la imagen que me suscitan estas instituciones es que no han encontrado todavía ese nuevo lenguaje. Las inercias son bien poderosas. ¿Para cuándo un Papa brasileño, filipino o camerunés?
¿Tiene resuelta España la «cuestión religiosa»?
Me temo que muy pocos países tienen resuelta su particular «cuestión religiosa». Y la de España (esto es, la relación entre la sociedad española y la Iglesia Católica) es particularmente compleja y, para más inri, lastrada con una enorme carga emocional. Yo pienso que solo en el marco de una verdadera secularización puede hoy una sociedad moderna desarrollar sus capacidades y su creatividad religiosa. Mientras los estamentos clericales sigan tan pendientes de conservar sus cuotas de poder (ideológico, espiritual, económico, ritual, político, moral…) van a seguir generando ateos tan militantes y anti-clericales como los españoles. Algo tendrá que ver en la paulatina desertización de las iglesias de España la histórica asociación de la Iglesia con regímenes opresivos o su alejamiento de las necesidades de inmanencia y sacralidad de lo cotidiano de los practicantes.
¿Pesa el apellido Pániker, sobre todo al abordar estos temas «religiosos»?
El apellido es parte de mi karma; es decir, de mi historia, mi condición y contexto. Es un lastre a veces enrevesado de llevar pero plenamente asumido e interiorizado. Como escritor, voy destilando mi propio lenguaje, discurso y punto de vista. Aunque próximo en ciertos aspectos al de Raimon o al de Salvador, mi formación, mi realidad y mi intención es bien distinta. No soy ni un teólogo, filósofo o preceptor espiritual, aunque por defecto se tiende a ubicarme en ese espectro.
¿La Iglesia Católica le hizo justicia a la figura y a la obra de su tío, Raimon Panikkar?
No conozco en profundidad el tema, pero uno tiene la sensación de que, una vez fallecido, la Iglesia intenta reapropiarse de su carisma. Pero está claro de que, en vida, Panikkar fue una pieza incómoda para muchas secciones y estamentos de la Iglesia. Cuando lo cierto es que -sin ánimo de exagerar- su obra constituye uno de los hitos del pensamiento filosófico del siglo XX.
Volviendo al libro, ¿qué pretende demostrar con el capítulo dedicado al mito de la Virgen?
Es un capítulo con múltiples lecturas. Por un lado, destapo la importancia y la vigencia del mythos, incluso entre aquellos que dicen sentirse menos proclives al mismo. Por otro lado, indago en la construcción del arquetipo de la Virgen; una imagen muy poderosa que se fundamenta tanto en las diosas del Mediterráneo Antiguo como en el nuevo discurso de la feminidad promovido por la incipiente Iglesia. Al margen de estas interesantes cuestiones de historia de las religiones, en otro nivel de lectura reivindico una visión más émic (la del creyente) de la figura de María: la Virgen como símbolo de la presencia Divina en la Tierra. Esta es una lectura solo asequible al creyente, que no necesita de más pruebas que la fe o devoción que en él o ella despierta. Me he preocupado en todo el libro de ofrecer la perspectiva del practicante de una u otra religión. De ahí mi proclividad a hablar de prácticas y símbolos más que de dogmas o metafísicas.
¿Qué hay que hacer para «respetar la diferencia y reconocer la semejanza»?
No creo que existan fórmulas universales e infalibles, pero, sin duda, algunos ejercicios hermenéuticos facilitan la cuestión, que para mí es cardinal. Por un lado, recomiendo esforzarse en no sucumbir a la ansiedad perennialista o universalista de que si las religiones en último término no apuntan a lo mismo (Cielo, salvación, libertad…) o provienen de una misma fuente (Dios, Tradición, vacío…), entonces quedan invalidadas -porque no pueden coexistir formulaciones de la Verdad diferentes y contradictorias-. Esto es una falacia cartesiana que estimo recomendable trascender. Considero que no solo es sano «respetar» la diferencia sino que es necesario reconocerla y saborearla. Pero por otro lado, recomiendo con la misma vehemencia no sucumbir a aquel credo culturalista que es incapaz de reconocer la semejanza y la universalidad de valores, símbolos, prácticas, ideas o metas. Existe lo particular, pero asimismo una común naturaleza humana y religiosa. Mantener esta doble orientación, hacia lo particular y lo universal, de forma simultánea, es lo que llamo pluralismo.
Algunos titulares
«Más que ateo, me declaro ateísta o trans-teísta, alguien que no necesita identificar un Dios como Causa ?ltima»
«Me considero espiritual, próximo a una espiritualidad que podríamos llamar secular o a un agnosticismo místico»
«La religiosidad es un aspecto connatural al ser humano»
«Todavía falta por encontrar una sociedad sobre la Tierra que no posea sus formas de religiosidad»
«El hinduismo es la religión que puede admitir un espectro más amplio de vías místicas»
«No pienso que Dios vuelva con más fuerza, simplemente, la religiosidad se transforma, se reubica»
«El Vaticano y el Papa suscitan en mi mente la imagen de poder»
«La Iglesia Católica necesita un nuevo lenguaje con el que comunicar»
«¿Para cuándo un Papa brasileño, filipino o camerunés?»
«Mientras los estamentos clericales sigan tan pendientes de conservar sus cuotas de poder van a seguir generando ateos»
«Panikkar fue una pieza incómoda para la iglesia en vida y, ahora, intenta reapropiarse de su carisma»
«La obra de Panikkar constituye uno de los hitos del pensamiento filosófico del siglo XX»
«El pluralismo consiste en respetar la diferencia y reconocer la semejanza»