Adiós, muchachos; adiós, alumnos míos -- Arístides Mínguez Baños

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Zenda

La clase queda vacía. Abro de par en par puertas y ventanas para que se disipe el olor a humanidad. Huele a tigre en celo, diría mi padre, que también se curtió casi por cuarenta años en escuelas públicas. Es lo que tiene trabajar en salas abarrotadas de humanos que oscilan entre la pubertad y adolescencia, con la revolución hormonal y psicológica que conlleva.··· Ver noticia ···