Acerca tu dedo y comprueba mis llagas -- Francisco Javier Sánchez González, capellán cárcel de Navalcarnero y párroco Sagrada Familia de Fuenlabrada

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Estas eran las palabras que hoy domingo leíamos en el Evangelio en la celebración de la Eucaristía del segundo domingo de Pascua (Jn20,27), eran las palabras que Jesús resucitado le decía al incrédulo Tomás para que efectivamente pudiera comprobar él mismo que el crucificado era ahora el resucitado. La reacción de Tomás fue inmediata: cuando mete los dedos en las llagas de los clavos y en el costado abierto es cuando descubre a Jesús resucitado, es cuando descubre al maestro de Galilea que habían asesinado y que ahora estaba delante de él vivo, resucitado, lleno de amor y de misericordia para todos. Era la experiencia de poder encontrar a Jesús entre las llagas, entre los dolores, entre los clavos, entre tantas dificultades que a veces la vida nos presenta y era decirnos el mismo Jesús que solo cuando metemos las manos en las llagas de los llagados es cuando realmente le descubrimos, que el Resucitado está presente en cada crucificado, en cada llagado de la vida.

Y esta era también la experiencia que teníamos después esta tarde cuando nos hemos encontrado con Orlando, un hombre lleno de llagas pero también lleno de vida, un hombre crucificado pero también resucitado, en el fondo, en Orlando hemos descubierto esta tarde al Cristo pascual que en estos días estamos contemplando. Orlando es un hombre de 38 años que este fin de semana ha disfrutado de su primer permiso penitenciario después de 8 años de cárcel, 8 años sin saber lo que es la calle, 8 años sin salir de un patio, 8 años en los que tanto en la vida de la calle han pasado muchas cosas como también en su vida personal. En estos 8 años ha perdido lo que más quería: su madre, ha perdido lo que para él fue durante mucho tiempo el sentido de su existir, y la ha perdido sin poder despedirse de ella, sin poder decir lo que todo hijo tiene que decir a su madre en el momento de morir, sin poder darle el beso agradecido de un hijo a su madre. Y esa experiencia le llevó al borde de la muerte, le llevo a no entender nada de lo que estaba pasando, si su cabeza ya estaba dañada con estos años de cárcel y de dolor todavía está ahora aún más. En la vida llagada de Orlando hemos descubierto las llagas del crucificado pero a la vez también la esperanza, la pascua, la nueva vida, porque en la vida de Orlando en estos años también hay muchos gestos y mucha experiencia de vida y de resurrección.

Cuando el viernes fui a la cárcel y me dijo que se marchaba esa tarde de permiso estaba como confundido, nervioso, sin saber qué hacer, 8 años en prisión son muchos y su vida estaba y está marcada por los patios, por las rejas, por la falta de libertad. Le animé a que fueran días especiales pero estaba muy aturdido. Durante estos años que le conozco (cinco, que lleva en Navalcarnero) hemos tenido muchos encuentros; recuerdo que le conocí cuando me dijeron que fuera a ver a un muchacho que había intentado suicidarse porque su madre estaba enferma, que estaba en el módulo de enfermería y que quizás necesitaba de mi ayuda. Fui enseguida a visitarlo y me encontré a un muchacho machacado, sin ganas de vivir, con la angustia de haber perdido a su madre y sin haber podido despedirse de ella, y lo que es peor: con un terrible complejo de culpabilidad por todo, y el peso de la culpa le impedía vivir.

En aquel primer encuentro recuerdo que intente estar a su lado, consolarle, acariciarle, y simplemente ?estar??, eso que a veces todos necesitamos, que alguien esté con nosotros y nos pase sus manos por encima de los hombros o nos acaricie, intente hacerle ver que detrás de mi cariño, como en otras ocasiones, estaba también el cariño de Dios; tenia la cicatriz de su intento de suicidio en el cuello y no paraba de llorar y de lamentarse, ?mi mamá ha muerto??, decía insistentemente y yo no he estado a su lado, no había estado a su lado porque mientras que él estaba en el hospital su madre fallecía en su casa, y cuando volvió a la cárcel se enteró del desenlace. Fue un encuentro sencillo, de acompañamiento y yo creo que a partir de ahí también se trabó una profunda amistad y por parte de él especialmente una confianza hacia mi especial, porque luego siempre que me ha visto o nos hemos encontrado me ha dicho que ?le daba vida??.

Estuvo Orlando varios meses en el modulo de enfermería hasta que por fin paso a un modulo de respeto, donde no aguanto porque decía que había allí muchas normas y entonces él también estaba demasiado agresivo con todo. Hasta que después pasó a módulo 1 donde ha estado todo este tiempo, un módulo tranquilo donde también ha ido tranquilizándose poco a poco. Ha estado también en el grupo de salud mental dentro de la cárcel y eso también le ha hecho ir tranquilizando su vida y su cabeza, pero quizás sobre todo le ha ido tranquilizando los encuentros cariñosos y cercanos con cada uno de nosotros.

Quizás como a tantas personas a Orlando le ha ido salvando el descubrir que no era un desecho humano, sino que era importante, que Alguien le quería, que Dios no lo abandonaba y que se hacía presente en las personas que estábamos con él. Muchos días he ido a verle al módulo y estaba desanimado, y con lágrimas en los ojos me decía que cuando me veía se encontraba mejor, o a veces era él mismo el que me buscaba y cuando no sabía de mí también se preocupaba. Siempre diciendo que estaba ?con su Señor?? y que ese ?Señor?? le estaba sacando hacia adelante, que leía la Biblia y que se quedaba más tranquilo, y que yo a la vez le llevaba a ese Dios con mi cercanía y con mi cariño. Cada vez que lo veía confieso que me sentía como en cada encuentro lleno del Dios de la vida que El mismo me transmitía

Y junto al crucificado la Verónica: la Verónica que enjuga el rostro de Jesús camino del calvario, y en el pañuelo se queda marcada la imagen del que va a morir, del que lleva la cruz, pero esa mujer que probablemente no conoce a Jesús suficientemente pero que se acerca a limpiar su rostro; y al lado del crucificado el Cireneo que le ayuda a llevar su cruz, a hacer el peso de la cruz menos pesado, el Cireneo que es capaz de soportar con Jesús todo lo que está pasando aquel crucificado injustamente. Ambos, la Verónica y el Cireneo, están en la persona de Jose, el hombre que durante estos años de prisión ha hecho camino con Orlando y ha estado a su lado, el hombre que ha sido capaz de acompañar al crucificado en todo momento. Jose es un amigo de la familia, que vive al lado de la casa de Orlando y que estuvo siempre cerca de su madre enferma; cuenta que en los últimos días de ella, cuando estaba agonizando, ella le pidió que estuviera siempre cerca de su hijo, que cuidara a Orlando, que no le dejara, que necesitaba de alguien; y Jose igual que estuvo al pie del lecho agonizante de la madre de Orlando, ha estado durante estos años al pie de la cruz de Orlando; Jose ha sido ese amigo fiel que lo ha visitado, lo ha dado ánimos, y ahora lo ha acogido en su casa en estos días de permiso.

En el rostro de Jose ayer cuando nos veíamos con él había mucha felicidad, había mucha alegría, en el rostro de José había también mucha vida del resucitado que ha sido capaz de caminar con el crucificado; la sonrisa de Jose y sus abrazos eran abrazos de Pascua, eran abrazos del que ha descubierto la vida desde la muerte, del que ha pasado de la muerte a la vida, como dice San Pablo. Jose ha entendido que sólo se puede llegar al resucitado desde el acompañamiento del crucificado, y que solo se le puede descubrir desde las llagas del Señor, y desde luego que él ha metido sus manos en el costado y en las llagas abiertas de Orlando, durante todos estos años.

Pero también dos personas importantes en la vida de Orlando durante estos años. Dos personas voluntarias de la parroquia que han ido a comunicar entre cristales con él, y que en esos cuarenta minutos que tenían de visita cada mes eran capaces de transmitirle todo su cariño y toda su cercanía; al principio parecía que no iban a tener de qué hablar con él luego se fue sincerando con ellas, y Orlando hablaba siempre de ?sus ángeles??, tanto que cuando también una de ellas ha tenido un problema fuerte personal no ha dudado en escribirla y cuando me veía siempre me decía que la diera recuerdos y que la dijera que rezaba por ella. Esos ?ángeles?? también lo han acompañado y ellas dos también hoy han disfrutado cuando veían que Orlando estaba en la calle y podían juntos disfrutar de ese encuentro.

Este primer permiso después de ocho años sin salir a la calle no ha sido fácil para él, primero porque tenía que arreglar muchas cosas que tenia sin arreglar a nivel personal, tenía que cerrar etapas de su vida que tenía que encerrar y sobre todo tenía que intentar la reconciliación con su hermana, pero además ha sido difícil porque ayer nos decía ?que se encontraba muy raro, que no sabía cómo actuar, que todo le parecía demasiado extraño??. El paso por la cárcel durante tanto tiempo, la pérdida de la libertad sin duda que pasa factura, la cárcel deteriora y deja mella en la mente y en el corazón de cada ser humano; la cárcel es destructora, es deshumanizante, sin duda es lo peor que le puede suceder a un ser humano porque supone como enterrarse en vida, te quitan lo mejor que tenemos todas las personas: nuestra libertad, nuestros seres queridos, nos impide la posibilidad de decidir, de dirigir nuestra vida, nos infantiliza?? por eso es necesario que existan muchos ?ángeles?? a nuestro alrededor, muchas Verónicas que enjuguen nuestras lágrimas y muchos Cireneos que nos ayuden a llevar y soportar el peso de tanta cruz y de tanto dolor.

Pero por fin, después de tantos años, se ha reconciliado con su hermana, menor que él; no la ha visto pero ha tenido una conversación con ella por teléfono, y cuando hoy nos lo contaba, con lágrimas en los ojos, nos decía que después de un momento de reproche fuerte donde le había recriminado ?todo lo malo que había sido??, terminó diciendo que lo quería porque era su hermano. Antes de salir de permiso, habían avisado desde la cárcel a su hermana para decirla que Orlando iba a salir a la calle, porque tenía antaño una orden de alejamiento y por si ella quería salir de Madrid; esto a Orlando le ha dolido mucho porque ?yo no la iba a hacer nada, no sé por qué han tenido que llamarla??, pero entre lágrimas nos confesaba aquel encuentro y por encima del dolor había una puerta abierta a la esperanza y a la reconciliación, ?me ha dicho que me quería??, y al decirlo se le han llenado los ojos de agua, y en él de nuevo hemos visto los que estábamos allí de nuevo las llagas del crucificado, hemos visto a Jesús de Nazaret crucificado en Orlando y en su dolor, eso sí teñido de Pascua de Resurrección, porque ?me ha dicho que me quería??.

Hemos pasado una tarde agradable, teñida de emoción, abierta a un futuro; incluso hemos descubierto a un Orlando resucitado hasta en lo físico: se había dejado el pelo largo y tenía una coleta, prometió no cortarse el pelo hasta que saliera a la calle por primera vez, y así lo ha hecho, esa coleta ya es parte del pasado, esa coleta es parte de la muerte pero Orlando, con su nuevo aspecto, quiere resucitar a una nueva vida. Nos decía que se sentía muy extraño, que además temía siempre hacer daño a alguien porque en la cárcel ?hay que pedir permiso para todo y por cualquier cosa de la puedes jugar??; sus ojos sin embargo siguen irradiando tristeza, es un hombre además que enseguida llena sus ojos de lágrimas, es de emociones rápidas, pero el nuevo Orlando parecía que iba poco a poco emergiendo de las cenizas y del dolor, iba dejando atrás una vida y se abría a la esperanza que la vida todavía le prometía.

De camino hacia el coche hemos ido los dos hablando, me ha ido diciendo que respiraba libertad, que la vida era bonita, ha ido diciendo lo mucho que le hemos ayudado y cómo también en todo su proceso le ha ayudado Dios; decía que miraba alrededor y se llenaba de vida al descubrir que estaba libre, que podía pasear y caminar por algo más que un patio de hormigón, que podía estar tranquilamente sin que nadie le observara, pero que hasta a veces le costaba andar porque temía que se iba a encontrar con los muros de hormigón de la cárcel de estos ocho años. Ha querido que Jose, su Cireneo le contara los últimos momentos de ?su mamá??, quería saber cómo fue todo, y a pesar de haberle causado dolor era como si quisiera al saber todo lo ocurrido, cerrar una parte de su vida que aún tenía sin cerrar; su madre alcohólica, murió de un cáncer de hígado, su padre maltrataba a su madre desde que casi él tenía uso de razón, ?cuando yo tenía cinco años la clavó un cuchillo en la espalda??, y todavía recuerdo aquel momento, confesaba llorando, mientras caminábamos; todo esto que él vivió de pequeño y de joven, y el enganche a la droga después ha ido haciendo de Orlando un hombre llagado por la vida y necesitado de resurrección y de vida. ?Necesitaba ir a la casa de mamá, lo he pasado muy mal pero necesitaba estar donde había estado ella en los últimos momentos, necesitaba reecontrarme con ella y despedirme de ella, en el sitio donde habíamos vivido tantos años??. Orlando estaba en el hospital cuando su madre murió, le habían llevado allí por un intento de suicidio mientras estaba en la cárcel, y cuando volvió de nuevo a la cárcel le comunicaron que su madre había muerto, y en ese momento es cuando yo lo conocí, machado por la noticia y sin ?poder despedirme de mamá??.

Ha sido una tarde bonita y a la vez dura, ha sido una tarde de Pascua, una tarde de resurrección y de vida, una tarde donde el resucitado se nos ha aparecido a nosotros, a sus discípulos, a los que estábamos reunidos con él, todos voluntarios de la cárcel y de la parroquia. Y al aparecerse entre nosotros nos ha dicho que metiéramos nuestras manos y nuestros dedos en las llagas y en el costado abierto de Orlando, nos da dicho que El estaba allí con nosotros, nos ha dicho que contaba con cada uno de nosotros para poder curar heridas y llagas. Y nosotros también al descubrirle hemos dicho como Tomás ?Señor mío y Dios mío??, lo hemos dicho porque no entendíamos nada de lo que estaba pasando, pero lo hemos dicho también porque hemos visto que se puede resucitar, que se pueden abrir puertas de esperanza en situaciones tan difíciles y de tanto dolor. Y en el rostro lloroso y a la vez alegre de Orlando hemos tenido la experiencia que tuvo María Magdalena y que les contó a los discípulos ?Hemos visto al Señor, ha resucitado y nos ha dicho que vayáis a Galilea, que allí os espera

Mañana día 28 de abril hace 24 años que me ordené cura, y quizás también ha sido un bonito regalo el de esta tarde, ha sido reconocer un día más que Dios sigue contando conmigo como contó hace 24 años y como contó desde siempre, ha sido un encuentro profundo con ese Dios que me llama cada día a seguirle y a estar con El. Yo también recuerdo en esta noche a mi madre, la recuerdo como la he recordado siempre, la recuerdo y la pido como cada día que cada día ponga en práctica todo lo que de ella aprendí, y sobre todo la pido cada día que ?pueda ser un buen cura??, como me decía ella siempre; la recuerdo con todo el cariño de mi corazón y la digo lo que la digo muchas veces que unas veces soy buen cura y otras no, pero que ella como madre sabe perdonarme y aceptarme como lo hace el mismo Dios cada día y cada momento de mi vida.

Termino con las palabras de la carta de Timoteo que intento hacer mías en cada momento y que fueron como el leiv motiv de mi ordenación y de mi ser cura, las palabras de San Pablo ?Sé de quién me he fiado?? (II Timoteo 1, 12), y le pido a Dios en cada momento que sea esa confianza la que me ayude a descubrir su presencia entre los llagados y crucificados de este mundo; y por supuesto, doy gracias especialmente en esta noche por la vida de Orlando, porque gracias a sus llagas he podido descubrir una vez más al resucitado y porque también en palabras de San Pablo ?donde abundó el pecado sobreabundó la gracia??, y en ese Orlando resucitado, desde su cruz, ha brotado la gracia de Dios a borbotones y con toda intensidad.

27 de Abril de 2014