Todo país tiene derecho a revisar el gran escándalo de abusos sexuales de menores cometidos por curas y otros religiosos. Es triste y lamentable que ciertas personas acostumbren a desahogar su libido reprimida con criaturas indefensas.
Rouco Varela dijo a los obispos españoles que había que poner medios y corregir los casos de pederastia cometidos por sacerdotes, y pidió penas de prisión para los culpables. ¿Qué es lo que ha pasado? Pues, sencillamente, que de una sociedad católica hemos pasado a una sociedad laica. En una sociedad católica, la Iglesia era intocable; los curas y otros religiosos estaban considerados como sagrados, y el objetivo principal de la jerarquía eclesiástica era evitar cualquier escándalo; que nadie supiera nada.
Ahora, sin embargo, la sociedad es plural, y el Estado es laico o aconfesional. Actualmente, es necesario que la Iglesia católica reconozca lo ocurrido –como ya ha empezado a hacerlo, forzada por la profusión de episodios de pederastia y su gran eco social–, y acabe con estos casos indignos y expulse a quienes los han cometido y los ponga en manos de la justicia laica por su gravísima falta de moral. En las iglesias se confiesan los pecados y se hace propósito de enmienda.
Cuando somos pequeños, nuestros padres nos enseñan a comportarnos; si nos equivocamos, nos dicen que no iremos al cielo, sino al infierno, donde nos quemaremos. Los humanos tenemos debilidades, y eso incluye a los religiosos, pero no es admisible que estos salgan indemnes de los delitos a causa de su estatus eclesial. No basta con que pidan perdón. Al mismo tiempo, también es verdad que hay infinidad de religiosos que siguen el ejemplo de Cristo.