La Semana Santa que estos días anuncian los carteles es una jornada de representaciones, es decir, algo que pertenece al género teatral, y se da en medio de una celebración popular. «Representar» la Pasión de Jesús ha sido y sigue siendo objeto de manifestaciones artísticas, como son: la pintura, la escultura, la poesía, el teatro o el cine; pero a una representación, lo único que puede exigírsele es que posea calidad y dignidad.
La calidad le convierte en obra de arte; la dignidad hace que los sentimientos de los creyentes no se sientan dañados, derecho fundamental que puede exigir cualquier ciudadano.
Aunque una representación tenga un tema religioso, como en este caso, nunca es un acto de culto. Incluso puede estar, y lo está con frecuencia, en contradicción con los verdaderos sentimientos religiosos. Vamos a concretar haciéndonos unas cuantas reflexiones: se anuncian la Semana Santa de Málaga, de Sevilla, de Murcia… como algo que mueve a mucha gente a viajar competitivamente a tales sitios.
Ante este hecho, nos hacemos una pregunta inevitable: ¿Quiénes la anuncian? Sobre todo las entidades promotoras del turismo, los ayuntamientos, las entidades bancarias, las firmas comerciales. Incluso con más interés que las mismas cofradías, que ya es decir.
¿Son éstos grupos tan cristianos que tienen un verdadero interés por lo que la Pasión de Cristo significa? Tenemos que responder que no, claro esta. ¿De dónde les viene entonces el interés? Todos lo sabemos: del negocio que para todos estos grupos significa.
¿Y quién da colorido a las procesiones de muchas ciudades? Unos factores totalmente ajenos al espíritu de Jesús: los grupos militares en desfile, la riqueza de los tronos, la presencia de autoridades, los artistas que se lucirán con una buena saeta… Es decir, el poder, la fuerza y el dinero, la fama, la manifestación, por tanto de todo lo que esta en otra onda que el Evangelio, encarnación muchas veces de cuanto condenó a Jesús.
Sin embargo, no es menos cierrto que muchos van a convertir estas representaciones en actos de culto. Y de nuevo nos preguntamos: Si tenemos que saber distinguir entre representación y acto de culto, ¿cuánto más si esas representaciones, por los aditamentos que hemos mencionado, son carnavalescas?
Un sentimiento religioso vago y unas emociones van ligadas a estos actos callejeros; pero las emociones y sentimientos que con las procesiones se provocan son muy parecidos a los que se desatan bajo el efecto de muchos de esos dramas sentimentales que abundan en las novelas por entregas de la televisión y de no pocas películas.
Los sentimientos provocados en los espectadores son muy variados, desde las emociones irracionales que provocan las procesiones de los dioses en el paganismo hasta la simple curiosidad del turista, pasando por esas convocatorias a la congoja o el llanto, propias de los melodramas; el fervor que incita a rezar o a hacer promesas para lograr salir de una desgracia familiar; la satisfacción de ver que la propia cofradía está a la altura que debe y la necesidad de defenderla con el mismo fanatismo que un equipo de fútbol. Un exponente de lo que estamos comentando: en muchos bares y peluquerías de caballeros es frecuente esta decoración: Unas fotos del Cristo y la Virgen de su cofradía, otra del Real Madrid o del Barcelona y otra u otras de chicas desnudas o en topless.
Nadie es más bueno por llorar ante los melodramas de la televisión. Los buenos sentimientos se demuestran en la vida. Incluso hay otro tipo de emociones provocadas por las procesiones que andan muy cerca del fanatismo y la idolatría.
Estaríamos en un error si afirmásemos que este culto tiene algo que ver con el que Jesús proclama como culto auténtico a Dios. Los cristianos damos culto a Dios en todo cuanto hacemos en la vida, porque nuestra fe nos enfoca a hacer una sociedad más humana y fraterna, sin opresores ni oprimidos. Y lo que constituye el por qué de nuestras vidas lo celebramos cada domingo en nuestras sencillas reuniones, en la Eucaristía. Concretamente, en la Semana Santa, consideramos qué significan para nuestra vida presente los misterios de Cristo que ponemos ante nuestros ojos.
Ciertamente, una buena representación puede llegar a ser una buena catequesis. Pero en nuestras semanas santas se ha llegado a unos extremos difícilmente aceptables desde un cristiano con un mínimo de coherencia y sensibilidad, y esto por las siguientes razones:
+ Se exalta, por un lado, el heroísmo que se demuestra con el dolor y, por otro, los sentimientos de lástima y de culpa.
+ Se fomenta la competitividad en el lujo y riqueza de tronos, mantos, baldaquinos, candelabros, joyas, etc.
+ Se establece una especie de comercio de lástimas: intercambio mi lástima hacia Jesús o María sufrientes por la lástima de ellos hacia mis problemas personales o familiares.
+ Se hace consistir la manifestación de la fe, no en incidir en la sociedad para hacer un mundo más humano, sino en tomar la vía pública para pasear un folklore de primavera.
+ Se aíslan estos sentimientos del resto de la vida. Una vez que han pasado, no han transformado a la persona en alguien que dio un paso más hacia la construcción del hombre nuevo.
+ Multitud de imágenes procesionales están colocadas por toda la iglesia, con lo que, no sólo se convierte el recinto en un signo de sentimientos lúgubres para el que la visita, sino que la Semana Santa procesionera queda indisolublemente maridada con la Iglesia oficial.
+ Se escandaliza, tanto a no creyentes de fina sensibilidad, cerrándoles el camino a lo cristiano, como a los niños, que crecen viéndolo como una importante manifestación cristiana, ya que, por los signos externos, piensan que consiste en esto.
+ Sirve para que algunos miembros del clero llegue a creerse que es un camino válido para evangelizar y ofrece «retiros espirituales» y la oportunidad de que dediquen un dinero a «obras de caridad» a personas que con esto van a pretender justificar todo lo demás. No olvidemos que las cofradías delpaganismo romano tenían obras benéficas entre sus cometidos, y no por eso buscaban una sociedad más justa.
Por éstos y por otros motivos (no nombramos los más espurios, como los desfiles militares), la Semana Santa callejera no es cristiana, y debía divorciarse de la Iglesia, llevándose sus imágenes a lugares más adecuados. Esto se está realizando ya en parte, pero, no sabemos si a causa del clero, de los cofrades o de ambos a la vez, muchos de esos espacios propiedad de la cofradía son o contienen una capilla, donde incluso se celebra misa; es más, algunos tienen hasta sagrario?? cuando, en realidad, lo más que se podría pedir es que fuese un poco más respetuosa con lo que representa por las calles.
Hoy existen otras procesiones en las que se pide el cambio del hombre: son las manifestaciones por la paz, por la defensa de la naturaleza, por el respeto y la acogida a los emigrantes, por el cese de los abusos contra la mujer, etc. Como la calle es de todos, creyentes o no, no se acude en ellas a Dios, aunque Dios acude a ellas. En ellas se mezcla a veces la lucha de ideologías políticas, pero los creyentes que nos sentimos a gusto en esas procesiones sabemos que, si esperamos una actuación absolutamente limpia, nunca haremos nada.
Tenemos ante nuestros ojos las imágenes terribles de nuevas guerras, que han sido apellidadas preventivas. Alguien ha definido acertadísimamente la guerra preventiva de esta manera: hacer la guerra para posibilitar la paz es como violar para posibilitar la virginidad. A medida que ha ido subiendo el clima de las guerras hemos visto utilizar armas más peligrosas (y de las prohibidas) a los atacantes que a los atacados. Los países más peligrosos tienen el poder de la decisión. Es como poner al lobo guardando ovejitas. Un cristiano se tendría que sentir más extraño que nadie y más apátrida que nunca, en países que se alinean entre los señores de la guerra.
No es extraño que los sentimientos de muchos sean éstos: es una pena que revienten las pobres bombas que tanto dinero costaron; pero, sin han de reventar, es una pena que lo hagan tan lejos de sus hogares, que es donde le gusta morir a todo el mundo. Todos estos sentimientos sin odio, con deseo de cambio, no de venganza, son hambre y sed de justicia. No coinciden con los de los poderosos, como tampoco coincidieron los de Jesús, que recibió su sentencia de muerte por su hambre y sed de justicia.
El Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el Viernes Santo y la noche de Pascua pueden ser días magníficos para profundizar en nuestra fe como entrega y celebrarla. Durante estos días, recordamos los últimos acontecimientos de la vida de Jesús: la manifestación que se organizó al entrar en Jerusalén, que concluyó con una terrible provocación a las autoridades religiosas, la destrucción simbólica del tinglado del templo; la última cena, donde Jesús tomó el pan y el vino como signos de su entrega personal y así instituyó la Eucaristía, que nos mandó seguir celebrando en su memoria; su arresto, tortura y condena a muerte de cruz, y su victoria de la muerte con el poder de Dios.
Los evangelios explican suficientemente lo que aconteció para que tuviesen lugar los sucesos del viernes santo, pero son muy discretos en contar esos sucesos, no como la película de Mel Gibson, esa especie pornografía del dolor, en la que no se explica bien por qué sucedió todo, pero se recrea con abundante morbo en las escenas más sangrientas.
Cada una de las escenas de la tortura que sufrió Jesús se sólo debe ponerse ante nuestros ojos para recordarnos cómo ha de ser nuestra actitud ante la vida, no para quedarnos paralizados, mirando qué le pasó a él. San Pablo nos dice que completemos en nosotros mismos lo que faltaba a la Pasión del Señor, porque el Mesías, no es un individuo solo, sino un Cuerpo, del que Jesús es la cabeza y todos nosotros, los miembros.
Vamos a intentar celebrar estos días sin bombo y platillo, sin trompetas y tambores, sino comunitariamente, es decir, familiarmente, en nuestra pequeña comunidad. Estamos demasiado lejos de un mundo humano. Es verdad que nosotros y los que nos rodean vivimos con más dinero y, por tanto, con más cosas que antes; pero estamos en el primer mundo, aunque se trate de la cola del primer mundo y tendríamos que preguntarnos si nuestra abundancia y nuestro desarrollo serían posibles sin desvalijar al tercer mundo de una manera vergonzosa y brutal. Siguen sufriendo, por tanto, los inocentes, que son la mayor parte de la Humanidad, a causa de la explotación de los más despabilados. No, no estamos en un mundo mejor.
Un tiempo atrás se soñó con un mundo más justo; pero se cometió la injusticia de pretender imponer violentamente la justicia. Todo eso ha fracasado y ha sido tan malo el ejemplo que las palabras socialismo o comunismo han quedado soberanamente desprestigiadas. La sociedad está como cansada y sin ideales, y el mal que hacemos entre todos cuando no nos oponemos firmemente al sistema que lo produce revienta en nuestra misma sociedad: ahí están el paro, la delincuencia, la droga, la represión, la guerra, el botellón, la cárcel, el racismo, el mundo de los marginados, la prostitución, el terrorismo de las bombas, el terrorismo del dinero…
Jesús no ha venido a dar la receta de cómo se arreglan estas cosas, sino a crear un ámbito que no viva de estas realidades de pecado, que se oponga a ellas, que sea una provocación contra este mundo injusto y una invitación a construir una casa familiar para todos, ya que somos hijos del mismo Padre Dios. Jesús se tomó tan en serio esta tarea que por esta causa tuvo que sufrir tortura y una muerte vergonzosa. Sin embargo, ésta era la causa de Dios, como lo es la de cuantos le sigan. Por eso la Resurrección. ¿Cómo va a abandonar Dios a la muerte de un modo definitivo a lo único noble y justo que crece entre nosotros? Y esto es lo que celebramos en la Semana Santa.
Precisamente porque no intentó imponer nada de esto, sino mostrarlo con su vida, su proclamación se hace visible de un modo especial en su ajusticiamiento en la cruz; es decir, todo él fue proclamación con todas las consecuencias del hombre nuevo. Expresiones como: «Pagó con su muerte nuestro rescate», «canceló nuestra deuda con su sangre», «Con sus heridas él nos ha salvado»… son perfectamente válidas, pero son metáforas, es decir, imágenes poéticas que se emplean a falta de un lenguaje más preciso. Todas ellas hacen hincapié en la generosidad de Jesús y en el amor que Dios nos tiene; sin embargo, tomarlas al pie de la letra anulan la parte que cada uno tenemos en la salvación y, en rigor, nos harían ver un dios sádico, que de ninguna manera existe.
Jesús es el primer hombre de la nueva humanidad. Todo los que nos proponemos seguirle, que eso es creer en él, hemos de completar en nosotros su obra. Como dice Pablo: «Somos el cuerpo de Cristo. Hemos de completar en nuestros miembros lo que falta a su pasión.» Con una entrega tan completa, que no se paró ni ante la muerte, rompió el cerco del hombre viejo, el que pone su racionalidad al servicio de sus instintos animales, abandonados a sí mismos. Algo que debemos hacer cada uno, movidos por el espíritu que él nos comunica.
La cruz con la tablilla de su «delito» colocada en lugar visible, nos sirve todavía de cartel anunciador de un nuevo modo de mesianismo: el mesianismo comunitario de la misericordia y la fidelidad de Dios. Todos los que formamos el Cuerpo del Mesías, cuya cabeza es Jesús de Nazaret, estamos destinados a completar en nosotros lo que faltaba a la pasión de Jesucristo. Y Jesucristo completa en nosotros lo que falta a nuestra vida: la vida eterna que nos infunde su Espíritu, vida que ya tenemos y que atraviesa la muerte.
Ya que la pasión de Jesucristo es el coronamiento de la entrega de toda su vida, lo que nosotros podemos aportar es nuestra entrega, porque la persecución y el sufrimiento y muerte le vinieron a Jesús por sus propios pies, no por buscados.
Nos cuenta el evangelio de Juan que los capitostes de los dos partidos dominantes del pueblo judío hicieron un complot para quitarlo de en medio Decían:
-Este hombre hace muchos milagros; si dejamos que siga adelante, todos van a creer en é1 y vendrán los romanos, y acabarán con nosotros.
Comprendemos que, si los milagros a que aquí se refiere fueran simples curaciones de ciegos, cojos o leprosos, no es lógico que por esa razón el imperio romano viniera a desbaratar la nación judía. ¿Que les podía interesar tener una colonia de sanos o de enfermos? Tendrían entonces que perseguir también a los médicos…
No. Jesús abría los ojos a la realidad, devolvía la dignidad a un pueblo leproso, invitaba a que no se quedasen quietos como un pueblo de paralíticos, estaba dando vida a los que estaban muertos, es decir: los pobres estaban recibiendo la mejor noticia de su vida. Y esto no lo quieren nunca los dictadores, de cualquier tipo: políticos, religiosos…
Y no es que Jesús predicase o practicase la violencia. Todo lo contrario: Jesús enseñó siempre a devolver el bien por el mal, a amar a los enemigos, a pedir por los que nos hacen daño; pero a obedecer a Dios antes que a los hombres y a no tener a nadie por Señor, más que a Dios. Esto era algo que tenía muy claro su pueblo en teoría: es el primer mandamiento; pero en la práctica las autoridades se creían los representantes auténticos de Dios, los que hacían el papel de Dios en la tierra no aguantaban que nadie pusiera en duda sus decisiones, a las que les otorgaban un rango divino. Esto es lo que llevó a Jesús a ser perseguido, a tener que vivir en la clandestinidad, como sigue contando Juan a renglón seguido: por eso Jesús ya no andaba en público por Judea; se retiró a Efraín, en la región cercana al Desierto, y se quedó allí con sus discípulos. Eso no significa que se retirara de su compromiso con el pueblo; simplemente, no pretendía a dar a sus enemigos el gustazo de que le detuvieran por las buenas. El siguió siendo coherente, y, cuando pudieron echarle mano, no opuso resistencia ante lo inevitable. Bien sabía que tenía que llegar esa hora.
DOMINGO DE RAMOS
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Al entrar Jesús en Jerusalén, se organizó una manifestación popular: una manifestación no autorizada, en la que él se dejó aclamar como Salvador del Pueblo, con evidente ofensa para las autoridades religiosas, civiles y militares. Y Jesús se deja aclamar porque a los pocos días va a ser condenado, con lo que se va a poner de manifiesto la clase de salvador que es. Los evangelios nos describen esta manifestación. La gente, empuñando ramos de olivo, los levantaba para unir el colorido a las voces que vitoreaban a su Mesías mientras entraba en la ciudad de David, capital religiosa de los judíos. Lo que no sabían es que el trono de ese rey aclamado con tanto entusiasmo iba a ser la ignominia de la cruz. Para aquel momento había reservado Jesús estas palabras: -¡Dichoso el que no se escandalice de mí!
También hoy, los seguidores de Jesús no se detienen ante las prohibiciones legales, cuando lo que está en juego es el cumplimiento de la justicia. Ni se alían con los poderosos para apañar algo bueno para el pueblo, sino que sabe que su servicio está abajo, a ejemplo de aquél que no entró a caballo, símbolo de la guerra, sino en un borriquillo, símbolo del trabajo humilde.
Esta manifestación ha venido a parar hoy a una procesión, que viene a ser un despliegue de poderío. Sería lamentable confundir ambas cosas. De una manera más modesta, hacemos un recuerdo en la liturgia de hoy. Cada uno coge un ramo de olivo del montón que se halla a la entrada. Lo utiliza levantándolo durante la lectura del Evangelio y moviéndolo, si procede al ritmo de la Aclamación de la Comunidad.
LECTURA DEL EVANGELIO SEG?N SAN MARCOS
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, y en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: «El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto». Fueron y encontraron el borrico en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: ¿Por qué tenéis que desatar el borrico?». Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron. Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás, gritaban: «Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!».
Marcos 11, 1-10
del PROFETA ISAÍAS 50, 4-7.
En aquellos días dijo Isaías:
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído;
y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido;
por eso ofrecí el rostro como pedernal,
y sé que no quedaré avergonzado.
del SALMO 21
Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo:
que lo libre si tanto lo quiere».
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores :
me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía,
ven corriendo a ayudarme.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo,
temedlo, linaje de Israel.
de la CARTA A LOS FILIPENSES (2, 6- 11)
Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango,
y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
-en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo-,
y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!»,
para gloria de Dios Padre.
PASI?N DE NUESTRO SE?OR JESUCRISTO
EN EL EVANGELIO DE MARCOS
Lector: Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S: -¿Eres tú el rey de los judíos?»-.
Lector: ?l respondió:
S: -Tú lo dices.
Lector: Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S: -¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.
Lector: Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S: -¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?.
Lector: Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S: -¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?.
Lector: Ellos gritaron de nuevo:
S: -¡Crucifícalo!.
Lector: Pilato les dijo:
S: -Pues ¿qué mal ha hecho?.
Lector: Ellos gritaron más fuerte:
S: -¡Crucifícalo!»-.
Lector: Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio -al pretorio-y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de acantos, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S: -¡Salve, rey de los judíos!-.
Lector: Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito:
S: -El rey de los judíos.
Lector: Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S: -¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
Lector: Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S: -A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
Lector: También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
+: -Eloí, Eloí, lama sabaktaní.
Lector: Que significa:
+: -Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?-
. Lector: Algunos de los presentes, al oírlo, decían: -Mira, está llamando a Elias.
Lector: Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S: -Dejad, a ver si viene Elias a bajarlo.
Lector: Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S: -Realmente este hombre era Hijo de Dios.
(Marcos 15, 1-39)
JUEVES SANTO
Tomad y comed. Tomad y bebed.
En medio de su cena de despedida, Jesús bendice, parte y distribuye el pan: -Tomad y comed. Esto es mi carne. Y sus palabras suenan más o menos así: «?sta es mi condición mortal: pan que se reparte. Tomad y comed todos.» La carne significa la condición débil y mortal del hombre. Así soy yo: este modesto pan que se parte para que llegue a todos. No dijo Jesús: Mirad y admirad, ni: Maravillaos y adorad, Sino: Tomad y comed.
Después de cenar, tomó la copa de vino y la pasó a los suyos diciéndoles: -Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por todos. Bebed todos de aquí. Y queda en pie el encargo del Señor: -Haced esto en memoria mía.
La memoria del Señor la actualizamos con el signo del pan y del vino; pero sólo se le da vida cuando realizamos nuestra propia entrega, a imagen de la suya. Esto es lo que significa el lavatorio de los pies y el mandato nuevo. Cuando entramos en comunión con él, entramos en comunión con su vida entregada por todos, conforme a lo que nos dijo: -Os he dado ejemplo, para que hagáis con los demás lo que yo he hecho con vosotros. Amaos unos a otros como yo os he amado. Y así cada uno de nosotros debe decir de sí mismo, en memoria de Jesús: -Tomad y comed. Toda mi carne está puesta en el asador.
Lectura del ?XODO (12, 1-8. 11-14).
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: -Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Di a toda la asamblea de Israel: el diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera al país de Egipto. Este será un día memorable para vosotros y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor, de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre.
del SALMO 115
El cáliz que bendecimos
es la comunión de la sangre de Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho ?
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos, en presencia de todo el pueblo.
Lectura de la 1ª CORINTIOS (11, 23-26)
Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con la copa, después de cenar, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
LECTURA DEL EVANGELIO SEG?N SAN JUAN (13, 1-15)
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: -Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le replicó: -Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.
Pedro le dijo: -No me lavarás los pies jamás.
Jesús le contestó: -Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.
Simón Pedro le dijo: -Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
Jesús le dijo: -Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. (Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»)
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: -¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros ? Vosotros me llamáis «El Maestro» y «El Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los «pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
VIERNES SANTO
El misterio de la Cruz
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo para salvarlo. La crucifixión no fue un acto aislado, sino la culminación de una vida comprometida. Así es como el Buen Pastor da la vida por sus ovejas. No agrada al Padre la Cruz por lo que tiene de sufrimiento, sino porque supone una vida que se entrega hasta ese extremo.
Dice el catecismo más elemental: La señal del cristiano es la santa cruz. Y prosigue indicando su porqué: porque en ella murió Jesucristo, nuestro Salvador.
La cruz no es un adorno, ni un objeto de culto, ni un amuleto. Es un signo. Y, como todo signo, señala algo: nos indica hasta dónde puede llegar la brutalidad humana, cuando por encima del hombre se colocan los intereses, las ideas políticas o religiosas, las leyes, sean humanas o divinas. Y señala algo más: hasta dónde llega el amor y la generosidad de Jesús, que no dudó en su entrega; hasta dónde llega el amor del Padre, que en él nos brindó un regalo de tal categoría.
Por eso, el que piensa ante la cruz que tenemos que ofrecer actos dolorosos a Dios como Jesús se los ofreció, no sabe leer la cruz. El que piensa que llevar la cruz de cada día es aguantarse con la injusticia, no sabe leer la cruz. El que convierte la cruz en una condecoración para premiar un acto de violencia arriesgado o en una joya que puede regalarse a la persona amada, no sabe leer la cruz. El que coloca la cruz en la empuñadura de la espada, en el remate de la corona o a la cabecera de un estandarte de guerra, no sabe leer la cruz.
Sabemos leer este signo, cuando escuchamos a Jesús, que nos dice: Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Pero el que se coloca ante la cruz para sentir lástima de lo que en ella sufrió el Salvador, tampoco sabe leer la cruz. Llorar por lo que ya sucedió, no arregla nada. Yo no puedo quitar a Jesús ninguna espina de su corona, ni un azote de su espalda, ni una humillación o un dolor de su tortura. Lo que yo puedo hoy es tomar postura al lado de los excluidos, humillados y desgraciados de mi mundo, como él hizo; compartir con ellos el porqué de la existencia.
El mismo Jesús que murió en la cruz es el resucitado. No se trata de darle ningún pésame, sino nuestra más cordial enhorabuena. Y a todos nosotros, por tan fausta noticia. Igual que el Viernes Santo (lo que vivió) coincide con el Jueves Santo (lo que celebró), también la Vigilia Pascual (la nueva vida) coincide con el Viernes Santo (la muerte). Es decir, el misterio de Cristo es que, muriendo, destruyó la muerte y resucitando restauró la vida, y nos hace participar de su suerte en la Eucaristía, donde, al hacerse presente, vuelve a decirnos una y otra vez: Haced esto en memoria mía… Haced lo mismo unos con otros…
Si así lo entendemos, nuestra celebración de la eucaristía se hallará a muy corta distancia de nuestra generosidad de comportamiento, y a muy corta distancia de la cruz, que con mucha probabilidad no tardarán en prepararnos los que organizan el desorden establecido de este mundo, que cuenta con la marginación, el paro, el tercer mundo, la explotación, los contratos-basura, el racismo, la intransigencia, el negocio de la guerra y de la droga y otras realidades de la misma calaña.
Es, por tanto, la Semana Santa, una jornada de alegría y de acción, no de duelo paralizante, porque es una vivencia más fuerte y reflexionada de lo que cada domingo del año celebramos: No temáis, yo he vencido a la muerte. Pero el que inició, él solo, la Liberación del hombre, no la terminará él solo. Completad en vosotros lo que falta a la pasión de Cristo. De él somos miembros. En la Resurrección del Señor se nos ha desvelado un misterio, porque hemos de tener en cuenta que los misterios cristianos no son algo que ocultan, sino algo que descubren y desvelan. El misterio de la cruz nos desvela que toda la entrega generosa que la intransigencia machaca con la muerte, no acaba en muerte, sino en vida, y en vida que no se termina. Y es que podemos hacer dos clases de via crucis: Uno, fijándonos en Jesús, y haremos bien, porque nos acercamos al origen del Evangelio, aunque no podemos quedarnos ahí, mirando atrás. Otro, fijándonos en las brutalidades, violencias, sufrimientos de nuestro alrededor para pensar qué generosidad personal se nos exige. Y entonces es cuando empezamos a entender el Evangelio.
Entremos juntos, como comunidad, en este misterio de salvación. sin miedo. ¡Cristo ya resucitó! ?l es la primicia de una gran cosecha de la nueva vida que se nos brinda.
LECTURA DEL PROFETA ISAÍAS 52, 13-53, 12.
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano;
así asombrará a muchos pueblos:
ante El los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?
¿A quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como un brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado por los hombres,
como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado,
traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable vino sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino,
y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca;
como un cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron.
¿Quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malhechores;
porque murió con los malvados,
aunque no había cometido crímenes,
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento.
Cuando entregue su vida como expiación,
verá su descendencia, prolongará sus años;
lo que el Señor quiere prosperará por sus manos.
A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará;
con lo aprendido, mi Siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.
Por eso le daré un lote entre los grandes,
con los poderosos tendrá parte en los despojos;
porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
y él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
SALMO 30
A ti. Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado;
tú que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.
Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos, mi garganta y mis entrañas.
Mi vida se gasta en el dolor, mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas, mis huesos se consumen.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
Oigo el cuchicheo de la gente, y todo me da miedo;
se conjuran contra mí y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Señor, que no me avergüence de haberte invocado.
LECTURA DE HEBREOS 4, 14-16; 5, 7-9.
Hermanos: Ya que tenemos un Sumo Sacerdote que penetró los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que sea impasible ante nuestras flaquezas, sino probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo oportuno.
Pues Cristo, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruego y súplicas, con poderoso clamor y lágrimas, al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente y, aún siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
SALMO 21
Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes,
de noche, y no me haces caso:
aunque tú habitas en el santuario, esperanza de Israel.
En ti confiaban nuestros padres,
confiaban, y los ponías a salvo;
a ti gritaban, y quedaban libres,
en ti confiaban, y no los defraudaste.
Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
al verme se burlan de mí, hacen visajes,
menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».
Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos,
que el peligro está cerca y nadie me socorre.
Me acorrala un tropel de novillos, me cercan toros de Basan;
abren contra mí las fauces leones que descuartizan y rugen.
Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas;
mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores:
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía,
ven corriendo a ayudarme.
Líbrame a mí de la espada,
y a mi única vida, de la garra del mastín;
sálvame de las fauces del león,
a este pobre, de los cuernos del búfalo.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
PASI?N DE NUESTRO SE?OR JESUCRISTO SEG?n juan
C: En aquel tiempo Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+: -¿A quién buscáis ?
C. Le contestaron:
S. -A Jesús el Nazareno.
C. Les dijo Jesús:
+: -Yo soy.
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+: -¿A quién buscáis ?
C. Ellos dijeron:
S: A Jesús el Nazareno.
C: Jesús contestó:
+: -Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.
C: Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+: -Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?
C: La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anas, porque era suegro de Caifas, Sumo Sacerdote aquel año, el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el palacio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S: -¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?
C: El dijo:
S: -No lo soy.
C: Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contestó:
+: -Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.
C: Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S: -¿Así contestas al Sumo Sacerdote?
C: Jesús respondió:
+: -Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?
C: Entonces Anas lo envió atado a Caifas, Sumo Sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S: -¿No eres tú también de sus discípulos?
C: El lo negó diciendo:
S: – No lo soy.
C: Uno de los criados del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S: -¿No te he visto yo con él en el huerto ?
C: Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifas al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos y dijo:
S: -¿Qué acusación presentáis contra este hombre?
C: Le contestaron:
S: -Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.
C: Pilato les dijo:
S: -Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.
C: Los judíos le dijeron:
S: -No estamos autorizados para dar muerte a nadie.
C: Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S: -¿Eres tú el rey de los judíos?
C: Jesús le contestó:
S: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
C: Pilato replicó:
S: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
C: Jesús le contestó:
+: -Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
C: Pilato le dijo:
S: -Conque, ¿tú eres rey?
C: Jesús le contestó:
+: -Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
C: Pilato le dijo:
S: -Y, ¿qué es la verdad?
C: Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S: -Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C: Volvieron a gritar:
S: -¡A ése no, a Barrabás!
C: (El tal Barrabás era un bandido). Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de acantos, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S: -¡Salve, rey de los judíos!
C: Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S: -Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.
C: Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S: -Aquí lo tenéis.
C: Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron:
S: -Crucifícalo, crucifícalo!
C: Pilato les dijo:
S: -Lleváoslo vosotros y crucifícadlo, porque yo no encuentro culpa en él.
C: Los judíos le contestaron:
S: -Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús:
S: ¿De dónde eres tú?
C: Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S: -¿A mí no me hablas ? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?
C: Jesús le contestó:
+: -No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.
C: Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S: -Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.
C: Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «El Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S: -Aquí tenéis a vuestro Rey.
C: Ellos gritaron:
S: -¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C: Pilato les dijo:
S: -¿A vuestro rey voy a crucificar?
C: -Contestaron los Sumos Sacerdotes:
S: -No tenemos más rey que al César.
C: Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JES?S EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
S: -No escribas «El rey de los judíos», sino «Este ha dicho: Soy rey de los judíos».
C: Pilato les contestó:
S: -Lo escrito, escrito está.
C: Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S: -No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quién le toca.
C: Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+: -Mujer, ahí tienes a tu hijo.
C: Luego dijo al discípulo:
+: -Ahí tienes a tu madre.
C: Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+: -Tengo sed.
C: Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se le acercacaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo:
+: -Está cumplido.
C: E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
(Jn 18,1-19,42)
¡resucitó!
VIGILIA PASCUAL
Resucitado de entre los muertos
A los tres días, resucitó de entre los muertos. Estos tres días no tienen un valor numérico. Significan una acción de Dios rápida y eficaz. Dios no dejó a su Siervo conocer la corrupción. Jesús está vivo. No hay que buscarle en ningún sepulcro. Su fracaso no podía ser definitivo. Cuando estaba en la cruz, se burlaban de él diciendo: ¿No confiaba en Dios? Pues que Dios le salve ahora. Y Dios no le bajó de la cruz, pero le levantó de la muerte, y así puso de manifiesto que la vida del hombre nuevo no conoce la muerte definitiva. Jesús resucitado es la primicia de la resurrección. Si hemos muerto a este mundo injusto, llevemos una vida nueva con la seguridad de que está garantizada por Dios para toda la eternidad.
La Vigilia Pascual ha de ser una velada sin prisas, para reflexionar, orar y celebrar festivamente el centro de nuestra fe cristiana. Cada una de las partes de la celebración está presidida por un símbolo, en el que debemos entrar: así nos sentiremos invadidos por su significado. ¡Venid y veréis!
PREG?N PASCUAL
Amigos, alegraos,
la pequeña luminaria que llevamos en nuestras manos,
sacada de un único cirio, que representa a Cristo,
basta para iluminar este ámbito en el que nos reunimos.
Significa nuestra modesta aportación a la luz.
Abramos de par en par los ojos de la fe
y veamos a Cristo Resucitado.
Todo su ser, transfigurado y radiante
nos está revelando
el verdadero rostro de su fracaso y de su cruz.
Yo soy la Luz del Mundo.
El que me sigue no anda en tinieblas.
¡Es la victoria del servicio!
¡La luz brilla en las tinieblas
y las Tinieblas no pudieron detenerla!
¡Todo lo que sea luz, enciéndase esta noche.
Brillen sin timidez nuestra esperanza del Reino de Dios
y nuestras obras,
porque tenemos que ser Luz del Mundo,
hombres nuevos que construyan la paz ladrillo a ladrillo!
No nos dejemos encandilar por brillos falsos de dinero,
poder, intransigencia, fuerza bruta.
Alcemos la verdad que nos hace libres,
sea esta libertad nuestra única arma
frente a los poderes engañosos
y con el corazón en la buena noticia
que pone Dios en nuestra boca
para darla a los ciegos, a los mudos,
a los tullidos, a los mancos,
a los leprosos, a los muertos,
a los pobres y explotados de este mundo,
encendamos todo nuestro ánimo para bendecir al Padre.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
Es justo y necesario bendecirte siempre, Padre Santo,
pero esta noche más que nunca,
porque es la noche de la liberación.
Sacaste a nuestro padre Abraham
de la noche del paganismo a la claridad de tu conocimiento;
al Pueblo esclavo en Egipto de las tinieblas de la esclavitud
a la libertad de la tierra prometida;
levantaste del campo de huesos calcinados
al pueblo que moraba en el destierro;
iluminaste con la palabra de los profetas
los oídos apagados por eslóganes de todas las tendencias;
llenaste el vientre de la estéril
para que fuera madre feliz de muchos hijos;
alzaste de la basura al pobre
para sentarle entre los principales;
miraste la humillación de María, tu esclava,
y es proclamada dichosa sobre todas las mujeres de la tierra;
al pueblo que habitaba en oscuridades y sombras de muerte
le encendiste una gran luminaria,
y a tu Hijo ?nico, Jesucristo, lo sacaste del sepulcro,
para que tu santo no conociese la corrupción.
En esta noche nos convocas
a todo cuanto significa liberación humana.
Jesucristo da sentido a cuanto pretende ocultar
este régimen de terror.
¿Merecería la pena la vida del hombre, si, siendo inteligente,
no superase el estadio de su animalidad?
¡Necesario fue caer tan bajo
para probar la grandeza de tu misericordia!
¡Feliz culpa por la que manifestaste tal Salvador!
Haz, Padre, que nuestras vidas sean luz
en medio de toda esta tiniebla institucionalizada,
para que así, el mundo cobre sentido
y recobre la alegría primordial
y podamos salir, alegres, con nuestras lámparas encendidas,
a la venida del Esposo, que, vencedor de la muerte,
vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.
LECTURAS
1ª: G?NESIS (1, 1-31; 2, 1-2).
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del Abismo, las Tinieblas. Y el Aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió.
Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de las Ttinieblas: llamó Dios a la luz «Día»; a las Tinieblas «Noche».
– pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero
Y dijo Dios: Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas. E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda. Y así fue. Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
-pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo
Y dijo Dios: Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes. Y así fue. Y llamó Dios a los continentes «Tierra» y a la masa de las aguas la llamó «Mar».
Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Verdee la tierra hierba verde, que engendre semilla y árboles frutales que den fruto según su especie, y que lleven semilla sobre la tierra. Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
-pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero
Y dijo Dios: Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra. Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
-pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto
Y dijo Dios: -Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo. Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hace pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo diciendo: Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.
-pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto
Y dijo Dios: Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies. Y así fue. E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra
(a todo ser que respira) la hierba verde les servirá de alimento. Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
-pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos. Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.
LECTURA DEL LIBRO DEL G?NESIS 22, 1-18.
En aquellos días. Dios puso a prueba a Abrahán llamándole: -¡Abrahán!
El respondió: -Aquí me tienes.
Dios le dijo: -Toma a tu querido hijo único, a Isaac, y vete al país de Moría y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: -Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar y después volveremos con vosotros.
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre: -Padre.
El respondió: -Aquí estoy, hijo mío.
El muchacho dijo: -Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?
Abrahán contestó: -Dios proveerá al cordero para el sacrificio, hijo mío.
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: -¡Abrahán, Abrahán!
El contestó: -Aquí me tienes.
El ángel le ordenó: -No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve». El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
-Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.
LECTURA DEL LIBRO DEL ?XODO (14, 15-15,1).
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
-¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de los guerreros.
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda.
Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros. Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio desde la columna de fuego y nube y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto:
-Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto.
LECTURA DEL PROFETA ISAÍAS (55, 1-11)
Esto dice el Señor:
Oíd, sedientos todos, acudid por agua,
también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo,
comed sin pagar vino y leche de balde.
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta
y el salario en lo que no da hartura ?
Escuchadme atentos y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis.
Sellaré con vosotros alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David:
a él lo hice mi testigo para los pueblos,
caudillo y soberano de naciones;
llamarás a un pueblo desconocido,
uno que no te conocía correrá hacia ti;
por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras está cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos,
-oráculo del Señor -.
Como el cielo es más alto que la tierra,
mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
de la CARTA A LOS ROMANOS (6, 3-11).
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con El en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y nosotros libres de la esclavitud del pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con El; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre El. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor Nuestro.
del EVANGELIO SEG?N MARCOS.
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
-¿Quién nos correrá la piedra a la entrada del sepulcro?. Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. ?l les dijo:
-No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: ?l va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.
LETANÍA
Los aquí reunidos no somos un grupo religioso sin historia ni raíces. Hay un largo camino de la Humanidad hasta Jesús y de Jesús hasta nosotros. Por eso invocamos a todos los que han ido jalonando este camino con su búsqueda, movidos por el Espíritu de Dios.
· Los hombres religiosos de todo credo y raza entraron en contacto con Dios y ayudaron a los demás a vivir con humanidad. Zoroastro, Buda y Mahoma.
Os recordamos con agradecimiento
· Los Patriarcas, Profetas y Sabios, el Resto de Israel esperanzado, tuvieron una experiencia religiosa única y fueron elegidos para dar a todo el mundo la riqueza de su Revelación. Abraham, Moisés, Elías, Juan Bautista, José,
Os recordamos con agradecimiento
María, que representas al Israel fiel que nos dio a luz a Jesús, nuestro Maestro, Señor y Salvador.
Te recordamos con agradecimiento
· Jesús, cabeza de la humanidad nueva por la Divina Inspiración del Padre, Hijo de Dios en el que todos somos hijos de Dios,
SE?OR, TEN PIEDAD
CRISTO, TEN PIEDAD
SE?OR, TEN PIEDAD
· Los primeros seguidores de Jesús, como testigos, recibieron la misión de transmitir la buena noticia a todos los pueblos. María Magdalena, Pedro con los 12, Pablo, evangelistas que, movidos por el Espíritu, nos regalasteis los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Nuestra es vuestra fe
· Los 3 primeros siglos conocieron la gesta de multitud de mártires, testigos con su sangre del Evangelio que proclamaban. Denunciados, torturados y ejecutados de todas las edades, objetores de conciencia y voluntarios que presentaban su condición de cristianos como protesta a aquella injusticia. Esteban, primer mártir, Ignacio, Lorenzo, Sebastián, Inés, Perpetua y Eulalia.
Nuestra es vuestra fe
· Las primeras generaciones tuvieron que esforzarse por hacerse comprender en medio de una cultura diversa y con valores tan distintos. Muchos de ellos sufrieron por la integridad de su fe, traducida a la cultura de su época, persecución, destierro y hasta muerte, bajo emperadores que se llamaban cristianos. Justino, Catalina de Alejandría, Basilio, Hilario de Poitiers, Juan Crisóstomo, Atanasio y Agustín.
Nuestra es vuestra fe
· Cuando ser cristiano comenzó a ser una costumbre bien vista por los poderosos, se perdió el primer fervor y muchos buenos cristianos se retiraron a la soledad del desierto, según la costumbre de otras religiones orientales. Allí llevaban con frecuencia una vida excéntrica. Algunos dedicaron su vida a reunir a los monjes para que no se privaran de algo importante en la vida cristiana, la comunidad. Antonio y Benito.
Nuestra es vuestra fe
· La riqueza, la vanidad y la violencia se sentaban en los sillones de la Jerarquía eclesiástica y el Espíritu suscitó movimientos pacifistas, de pobreza y de vida común, valdenses, begüinos y frailes. Juan Tauler, Pedro Valdo, Savonarola, Clara y Francisco de Asís,
Nuestra es vuestra fe
· En un momento en que se multiplican las confesiones cristianas separadas, no faltaron santos que, alejados de polémicas, dedicaron su vida al servicio de los más desgraciados, a la educación de los más pobres, a la evangelización de los pueblos que se iban descubriendo y a la vida mística. Juan de Dios, Felipe Neri, Teresa de Jesús y cuantos derramasteis vuestra sangre en las misiones,
Nuestra es vuestra fe
· Cuando nuestros países subyugaban a los indios americanos y se enriquecían con sus bienes, se levantó la voz de los profetas que defendieron los derechos de los nativos. Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas, Toribio de Castroviejo y cuantos hicísteis de vuestra voz la voz de los que no la tienen,
Nuestra es vuestra fe.
· Una Jerarquía inmovilista y aferrada al poder ahuyentó a muchos hombres de buena voluntad. Pero algunos, aun sufriendo en sus carnes la persecución eclesiástica, vivieron la fe en las nuevas situaciones y la expresaron en nuevos moldes. Luis Bautain, Mauricio Blondel, P. Lagrange, Odón Casel, Juan Newmann, Manuel Mounier, Bonhoefer, Romano Guardini, Carlos de Foucould, Carlos Rahner, Juan XXIII,
Nuestra es vuestra fe
· También en nuestro tiempo se ha alzado la voz de muchos cristianos para hacer volver la predicación del Evangelio a sus verdaderos destinatarios, los pobres, y a un gran número de catequistas, padres y madres de familia, cuyos nombres nunca conoceremos, les ha costado la vida esta actitud. ?scar Romero, Ignacio Ellacuría y compañeros mártires,
Nuestra es vuestra fe.
RENUNCIAS BAUTISMALES
Ante las aguas bautismales dejamos muerta una humanidad vieja, la de una vida sin religión bajo el dominio del Pecado. Por eso, hagamos nuestra renuncia a esa vieja humanidad.
¿Renunciáis a contribuir al pecado del mundo:
· con el egoísmo, que nos lleva a prescindir de los demás,
· con la violencia y la venganza, contrarias al amor,
· con la hipocresía y la mentira,
que impiden la verdad que nos libera,
· con la injusticia, hecha, encubierta o consentida?
Sí, renuncio.
¿Rechazáis la seducción del mal,
lo que por deseo o por temor
impide que estemos abiertos a la llamada de Dios:
· la pereza, la inconstancia,
– la tristeza, la desconfianza
· la indiferencia, la apatía,
– el miedo, la cobardía
· la comodidad y la frivolidad?
Sí, las rechazo.
¿Aborrecéis las consecuencias del mal:
· la injusta distribución de los bienes, el hambre
· la marginación, la explotación, la ignorancia,
· la guerra, el terrorismo y cualquier violencia?
Sí, las aborrezco.
LA PROFESI?N DE FE
Ante el agua de nuestro bautismo haremos nuestra profesión de fe. El Dios a quien creemos es el Dios Padre, que se ha revelado en Jesús, el Hijo por antonomasia y que por él nos ha comunicado su Espíritu.
Creer a Dios Padre es fiarse de su amor inabarcable. En el Dios de la vida que no creó al hombre para morir, sino para hacerle participar de su felicidad. En Dios que creó un mundo no terminado, una naturaleza que debemos respetar, cuidar y a la que debemos dar sentido; que no ha dividido a los hombres en pobres y ricos, especialistas e ignorantes, amos y esclavos; que ha escuchado el grito de los pobres y se ha inclinado a los desgraciados, enviándonos a su Hijo Jesucristo.
¿Creéis en Dios Padre?
Sí, creo.
Creer a Dios Hijo es fiarse de Jesucristo, que vivió la situación de este mundo y tomó postura ante ella. Es creer en su Palabra y en la fuerza que nos da para seguir el camino. Creer que ?l es la revelación de Dios, la salvación de los hombres, la manifestación del sentido de la gracia y el pecado. ?l nos enseña a valorar lo cotidiano y lo sencillo, pues en ello va la vida. Enviado como hermano y pobre entre los pobres de su pueblo, pasó haciendo el bien, y, crucificado por los poderosos de su tiempo, ofreció la vida por nosotros. Pero Dios le dio la razón y lo resucitó de entre los muertos, haciéndole Señor del Universo y de la Historia. Con su resurrección nos ofreció la victoria de Dios sobre la muerte y el mal y nos enseñó que Dios está de parte del oprimido y lo levanta.
¿Creéis en Jesucristo, el Hijo de Dios?
Sí, creo.
Creer a Dios Espíritu Santo fiarse de Aquél que nos configura con los rasgos del hombre nuevo; que dio su palabra y su valor a los profetas y que ungió a Jesús para que anunciara la buena noticia a los pobres; el que nos conduce a la Casa del Padre y comunica el amor y la valentía de Jesús a los hombres y mujeres que dan el testimonio hasta derramar su sangre; el que nos congrega en la Iglesia que debe ser salvación para todos, voz de los que no la tienen y semilla para la germinación del reino de Dios, un mundo de hermanos, en paz, sin miseria, hambre ni violencia, hasta Dios haga venir su Reinado en toda su plenitud.
¿Creéis en el Espíritu Santo?
Sí, creo.