Estimados amigos: Quisiera compartir una serie de reflexiones, sentimientos, no sé muy bien qué, como el eco de lo que viví en la celebración La tierra de los mil colores, que clausuraba el XXXI Congreso de Teología.
Frente a un mundo multicolor que Dios nos ha entregado, se nos impone (y contribuimos a ello consciente o inconscientemente) un mundo en blanco y negro. De esta manera me he sentido muchos años, en blanco y negro.
Un mundo donde reinaban los maniqueísmos, donde se me enseñaba a etiquetar las ideas en compartimentos (progresistas y conservadoras) y con ello, y lo que es peor, a etiquetar a las personas (en ?progres?? y ?carcas??), y, obviamente todo lo ?progre??, si no era malo, era altamente sospechoso y lo ?carca?? era, como decimos en Madrid, lo ?fetén??.
Así fue mi educación teológica, mi formación espiritual?? en definitiva, así fue mi ministerio. Podíamos decir que yo mismo era como ese hombrecillo que cantaba la canción de Anawim, que estrenaron en la celebración y concibieron como himno oficioso del Congreso (si no la habéis escuchado, no lo dudéis en www.anawim.org ?¡qué grandes sois, Pepe?): un ser ?cortito?? con dos neuronas, una pa? decir amén y otra pa? pensar lo justito.
Es verdad que siempre, en mis años de seminario y de ministerio, tuve la suerte de conocer a personas que me hacían interrogarme, que vivían la fe de una manera menos ?oficial?? pero más ?de Jesús??, que me enseñaron a entender el valor de la comunidad (que no, uniformidad como ahora se inculca sin decirlo), que me alentaban a dialogar con todos y todas?? Personas y grupos que, no obstante, mi rancio molde grabado como fuego en la mente me impedía seguir. Me daba miedo ser un rebelde, un librepensante, un valiente en las filas de la Institución que representaba y con la que, en muchas cosas, disentía interiormente.
Fue Carmen la primera en empezar a pintar de verdad, mi mundo en blanco y negro (y que yo creía ?iluso de mí? multicolor, pues pertenecía a un movimiento cuyo carisma es la unidad, los Focolares). Muchos sabéis, como anécdota, que fue ella la que buscó a MOCEOP cuando empezó nuestra andadura juntos, y que yo, en un principio, mostré mis reticencias porque eran ?muy progres, casi herejes?? (ja,ja,ja).
Después de estos años, de lo vivido con Carmen y con vosotros, después de la emoción que viví en la celebración (os juro que hubo momentos en los que me fui al fondo del escenario porque estaba llorando), y después de leer algunos de los testimonios del libro de Curas casados. Historias de fe y ternura, en cual he tenido la gran alegría de poder participar, me pregunto:
¿Por qué no dejo de verdad inundarme por los colores del Evangelio? ¿Por qué no es Jesús (y no la rígida teología y espiritualidad inoculada) quien guía de veras mis pasos? ¿Qué puedo hacer para construir el Reino de justicia, paz, amor, solidaridad que él predicó con hechos y palabras? ¿Por qué me cuesta tanto ?pringarme hasta las cejas?? por él, por mis hermanos más desfavorecidos? ¿A qué tengo miedo? ¿Cómo puedo REEDUCARME para dejar atrás la ?mala educación?? en blanco y negro?
Perdonadme, amigos, si estas líneas son muchas y, a lo mejor, inoportunas. Pero, con la confianza de quien se siente amigo, y consciente de que en solitario no se encuentra nada, os pido: ayudadme a reeducarme, no permitáis que me puedan las comodidades ni los temores, alentadme, corregidme, enseñadme dónde vive el Maestro?? Vosotros, que habéis sido sus testigos para mí.
¿Es mucho? Como dice la canción, creo firmemente que lo conseguiremos.
Un abrazo muy fuerte.