Enviado a la página web de Redes Cristianas
Desde un suelo de estalagmita
hasta el hueco de mi vida imaginada,
el nombre de esta ciudad es desesperanza.
Pero usted sonríe y me aprieta la mano
como diciendo: pasará el capitalismo.
Y yo veo que no pasa, no, pero
he ahí a mis nietos,
los nuevos cromosomas
para el abrazo que usted predice:
Ya no veréis la Bolsa de Valores.
Lo hago, hago ese abrazo
en lo quiero y basta. Dura poco,
pero lo hago y cómicamente sucede
que ya no me pregunto
si la primavera seguirá al invierno.
Sucede que el perro semihundido de Goya
vuelve a llamarse el que ve dos pájaros.
Sucede el mimbre porque sí,
como en sus verdes tardes de selva, Don Ernesto.