A Ernesto Cardenal, lógicamente -- María Ángeles Maeso

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Desde un suelo de estalagmita
hasta el hueco de mi vida imaginada,
el nombre de esta ciudad es desesperanza.
Pero usted sonríe y me aprieta la mano
como diciendo: pasará el capitalismo.

Y yo veo que no pasa, no, pero

he ahí a mis nietos,

los nuevos cromosomas

para el abrazo que usted predice:

Ya no veréis la Bolsa de Valores.

Lo hago, hago ese abrazo

en lo quiero y basta. Dura poco,

pero lo hago y cómicamente sucede

que ya no me pregunto

si la primavera seguirá al invierno.

Sucede que el perro semihundido de Goya

vuelve a llamarse el que ve dos pájaros.

Sucede el mimbre porque sí,

como en sus verdes tardes de selva, Don Ernesto.