Enviado a la página web de Redes Cristianas
Amigas i amigos,
Un año más ?ya van nueve- nos reunimos cristianamente en este iglesia de San Lorenzo para hacer memoria de un accidente previsible y evitable que ocasionó 43 víctimas mortales y 47 personas heridas. No se trata de recuperar una memoria de hemeroteca sino, más bien, de una memoria interpelante y compasiva.
Interpelante, porque se trata de un accidente de transporte público y masivo, i todo el mundo somos usuarios. No queremos que las negligencias de la red metropolitana que originaron el accidente se reproduzcan en los servicios públicos.
Y también es una memoria compasiva porque todos nosotros estamos rodeando, acompañando a los familiares de esas víctimas. Verdaderamente, asumir el dolor y la desventura de las víctimas para suavizar y humanizar sus efectos, es la opción que más nos dignifica y ennoblece. De hecho, la fuerza con más capacidad transformadora del universo que tenemos los humanos, es la apuesta por la solidaridad, la convicción moral, la empatía y el impulso ético que se deriva de esa opción.
Porque tenemos que ser conscientes que a pesar que cada vez hay más llamadas de esperanza, de ánimo y de rebeldía, vivimos en una sociedad, que como como afirma el obispo de Roma, molesta que se hable de ética y de solidaridad; molesta ?especialmente para las clases dominantes- que se hable de distribución de los bienes y de la dignidad de los más débiles. En definitiva, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia social y por la preservación de la naturaleza. Aunque la economía crezca ?como dicen ellos- todos sabemos que las desigualdades y la precariedad también crecen y dominan la vida de inmensos sectores sociales, especialmente de la juventud. Precisamente por eso celebramos la eucaristía, para recibir energía de la memoria de Jesús de Nazaret, víctima del poder político y religioso de entonces, y seguir aguantando nuestras demandas de dignidad, verdad, memoria, justicia y reparación.
Hoy la Iglesia celebra la fiesta del apóstol Tomás. Las lecturas que hemos hecho corresponden a esta celebración. Podemos destacar algunos aspectos, dos en concreto, que indudablemente nos aprovecharan en el desenvolvimiento de nuestra madurez humana. Veámoslo. Ante la alegría y la vitalidad de los compañeros de Tomás porque habían visto al Señor, él se muestra escéptico, indiferente y apático precisamente porque no estaba en el grupo, se había aislado de los otros. Y, individualmente, no percibe la novedad de la vida nueva que estaba surgiendo, y ya era una realidad, en sus compañeros que, ahora sí, estaban constituidos en grupo, en comunidad. Es decir, estaban asociados i relacionados entre ellos.
De una manera figurada aparece en este evangelio el contravalor que el sistema neoliberal está infundiendo en nuestras vidas y cultura: el individualismo.
Individualmente somos débiles. El sistema nos devora, somos poca cosa delante de un sistema que no conoce otro dios que no sea el beneficio privado, y a costa de lo que sea: empobrecimiento masivo, destrucción de los recursos naturales y un desorbitado gasto militar en investigación, producción y venta de máquinas de destrucción.
Porque:
*¿Qué clase de memoria tendríamos nosotros y la gente valenciana en general, sobre el accidente y sus funestas consecuencias, sin la Asociación de Víctimas del Metro que contantemente nos interpela y nos confronta con nuestra conciencia cívica?
*¿Qué percepción tendríamos de las condiciones indignas y de la opacidad de los Centros de Internamiento de Inmigrantes sin las ONG que nos recuerdan mensual y continuamente sobre esa muestra de racismo institucionalizado?
*¿Qué comprensión tendríamos de la cultura de la paz, sin los grupos pacifistas y antimilitaristas que denuncian las guerras y su preparación a través de la producción y venta de armamento?
*¿Cómo sacudiría nuestra sensibilidad la violencia de género, sin las concentraciones que los grupos de mujeres nos convocan cada vez que se comete un feminicidio?
*¿Respetaríamos y tendríamos cuidado por la naturaleza sin la concienciación y la denuncia de agresiones medioambientales de los grupos ecologistas?
*O, ¿Nos interpelaría de la misma forma los desahucios sin la protesta de las plataformas que denuncian que hay gente sin casa y casas sin gente?
Incluso nos podríamos preguntar:
*Sin la existencia de las comunidades cristianas de base, repartidas por todas partes, viviríamos la memoria subversiva, liberadora y fraterna de Jesús de Nazaret de la misma forma?
Es más: hubiera existido Samuel Ruiz, obispo de Chiapas; Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, y nuestro compatriota Pere Casaldàliga en Brasil?
¿Nos hubiéramos alimentado de la teología de la liberación, que nos acerca a los empobrecidos de la tierra y al Profeta de Galilea, sin la praxis de las comunidades cristianas de base?
Amigas y amigos, superemos el individualismo que nos acerca a la orilla del precipicio del fatalismo, de la actitud enfermiza del no se puede hacer nada para cambiar la situación. La piedra angular ?nos dice la primera lectura- sobre la cual descansa y se proyecta la esperanza consiste en la capacidad de vencer el individualismo y formar piña alrededor de proyectos humanitarios. A veces el camino de Ítaca, del Reino de Dios es largo y dificultoso, llenos de obstáculos y árboles caídos que hacen difícil el caminar. Pero si formamos grupo, unos animan a los otros, los cánticos de los optimistas animan dan coraje a los abatidos, juntos podemos soñar un futuro mejor. Porque en el fondo humanístico de las personas hay una firme convicción de base: no hay futuro a largo término para una sociedad fundada en la falta de justicia, de igualdad, de fraternidad, de respeto a los derechos básicos, de cuidado de los bienes naturales. Es importante dar supremacía a la cooperación, y no a la competición. Nos dice Francisco en la encíclica Laudato si: cuando somos capaces de superar el individualismo realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se hace posible un cambio importante en la sociedad. La memoria de las víctimas nos puede hacer mal, pero el olvido nos mata.
De la misma forma que Tomás al reencontrarse con sus compañeros y compañeras seguidores del Jesús histórico, reconoció la presencia viva i liberadora de Jesucristo, también la sociedad valenciana al sintonizar con la Asociación de las Víctimas del Metro, ha descubierto la necesidad de reivindicar la dignidad de las víctimas. La vindicación de todas las víctimas ?enfatizo el adjetivo todas- es el termómetro que marca el grado de humanidad y el desarrollo ético de una sociedad. No en vano la sabiduría popular lo proclama en la cantata: todos juntos venceremos. ¡Y a fe que ya comenzamos a saborear ese fruto!
El otro aspecto del evangelio a comentar, muy brevemente es el siguiente. Las señales que palpó Tomás fueron cicatrices de sufrimiento y muerte. Las señales de los vencidos y las cicatrices de las víctimas. Nosotros podemos ver esas señales en los vencidos de la historia, en las víctimas de la violencia y en todos aquellos y aquellas que como Jesús sufren y mueren porque el sistema de este orden presente no las soporta.
Los que a lo largo de la vida han apostado por la vida de las víctimas, nos han dado la prueba y el testimonio que la vida es más fuerte que la muerte.
Que esta eucaristía, amigas y amigos, nos haga instrumentos de liberación en medio de las personas empobrecidas y oprimidas, para que la injusticia sea abolida, la libertad conquistada y la solidaridad vivida en nuestros ambientes. Que cooperemos con la fuerza de vuestro Espíritu para suprimir este sistema inhumano y construir una sociedad nueva que posibilite la vida digna de todos. Que sea así.