Pensamiento único. No es una moda, ni una actitud o postura aplicable a una persona determinada. Es la vocación de muchos líderes políticos y religiosos: imponer el ?pensamiento único??; el suyo, por supuesto. Los Reyes Católicos, a pesar de su arranque liberal y pluralista, terminaron cayendo en el aberrante vicio de imponer el ?pensamiento único??: expulsión de moros y judíos del territorio de las Españas, aunque para ello tuvieran que renunciar a la riqueza cultural, social y económica que suponía mantener y proteger el pluralismo religioso. Franco cayó en este mismo error, y sumió a España en la autarquía y la miseria intelectual, espiritual y económica. Ese fue igualmente el gran pecado de Pio IX con su Syllabus (que tantos añoran en nuestros días, católicos y no católicos) y que sumió a la Iglesia de Roma en el mayor de los oscurantismos.
La gran mayoría de las religiones se sienten cómodamente instaladas en esa ideología; para ellas lo importante no es proclamar un mensaje liberador, lo que realmente les preocupa es adoctrinar y conducir a los demás por el sendero que ellas van roturando. La palabra, el medio a través del cual nos comunicamos los unos con los otros, nunca es inocua. Está cargada de ideología. Es cierto que, con frecuencia, actúa de bálsamo y abre el camino a la esperanza; pero en otras ocasiones está preñada de maldad.
No están exentos los medios de comunicación al uso del virus, bacteria o vicio del adoctrinamiento, de tal forma que no es posible mantener un cierto equilibrio intelectual, una razonable independencia, si te sometes a la lectura o a la palabra de un solo medio de comunicación, sea impreso, hablado o visual, cultural, político o religioso.
Existe tan solo una forma de equilibrar y controlar el adoctrinamiento a través de un medio de comunicación: la pluralidad ideológica de sus colaboradores. Un medio de comunicación, cualquiera que sea el formato en el que se edite, que sea capaz de incluir entre su cuadro de colaboradores plumas dispuestas a presentar la Verdad desde ángulos diferentes, incluso contrapuestos, llegado el caso, defendiendo sus ideas con honestidad pero sin dogmatismo, y dejando al lector el margen necesario para que pueda elaborar su propia postura a partir de una información objetiva, es el antídoto contra cualquier tipo de fanatismo.
Y ese espacio vino a cubrirlo, en el mundo protestante español, hace ahora un año, Revista Teológica/La Lupa Protestante, bajo la ecuánime dirección de Ignacio Simal, a quien, por cierto, aún no tengo el gusto de conocer personalmente. La Lupa Protestante ha abierto sus páginas a autores de muy diversa extracción teológica e intelectual, a través de una parrilla informativa plural, en la que, a mi entender, el único límite debe ser el respeto y la buena educación, dentro del decoro que un medio cristiano debe exigirse a sí mismo.
Así, pues, felicitamos efusivamente a Ignacio Simal y al equipo que con él hacen posible este trabajo y les animamos a seguir adelante en el empeño de mantener este medio abierto a todos cuantos no están dispuestos a dejarse manipular intelectualmente; una ventana abierta al mundo contemporáneo, al pensamiento crítico, a la búsqueda de la verdad, aunque sea presentada a trozos; combatiendo, eso sí, la intolerancia. Porque, en definitiva, no cabe otra intolerancia que ser intolerantes con la intolerancia.
En ese camino siempre nos vamos a encontrar. Y esperamos encontrar a otros muchos que están dispuestos a defender su autonomía intelectual y espiritual, fuera del dogmatismo que significa el pensamiento único.
Julio 2006
Máximo García Ruiz es Presidente del Consejo Evangélico de Madrid; licenciado en Sociología, licenciado en Teología y doctor en Teología; rector del Instituto Superior de Estudios Teológicos de España, y miembro de la Asociación de Teólogos Juan XXIII y de la Asociación de Teólogos Usoz y Río. Profesor, entre otras materias, de Religiones Comparadas.