No hicieron (hicimos) caso los andaluces y las andaluzas a las recomendaciones de los obispos y votamos izquierda. Aunque de forma velada, porque no se atreven – y no sé por qué, cuando ya son muy atrevidos para otras cosas – insinuaban que el voto de los católicos y católicas debería ir dirigido hacia la derecha, porque según ellos – verán – es más acorde con lo que la jerarquía de la iglesia predica – muy distinto de lo que la base piensa y de lo que de los Evangelios emana – .
Ganó la izquierda, y encima, mucho más izquierda que nunca. ¿No querías lentejas? Pues plato lleno. Esto significa – ojalá – más laicismo, más educación civil y menos intervencionismo de la religión – en concreto, de los curas – en la vida civil cotidiana.
Pero ojo, no olvidemos una cosa. La jerarquía de la iglesia sabe poner huevos en todas las cestas.
Y hay que tener en cuenta una cosa, que si el voto pepero ha venido de la fila de muchos católicos – a veces me cuesta creer que los votantes del PP sean cristianos, debido a sus compartamientos públicos – el voto de Izquierda Unida también ha venido en parte por los cristianos y cristianas de comunidades de base, que quieran o no, son iglesia católica también.
Así que haría bien de una vez por toda la iglesia católica en aclararse en sus pensamientos y en no poner velas a la vez a Dios y al diablo, porque todo esto nos puede hacer pensar, que están en todos lados a la vez por intereses políticos, mientras Dios, que era el que en teoría estaba en todos sitios, hoy permanece en el interior de las personas que sufren – por ejemplo, por una reforma laboral – debido a las políticas del capitalismo que tanto aplaude la jerarquía y tanto detesta la base. Y me acabo de enterar ahora que un obispo ha criticado la reforma laboral. Me alegro.